Leer una noticia escrita en un español tan válido como el mío, pero escrita con la coloquialidad argentina es un placer. Igual que oír hablar a un bonaerense. Esa y griega arrastrada y obligada a sonar como una ese griega (para referirse a uno mismo) supera muchas veces la sonoridad de canciones que he oído y olvidado. Ese sonido, me será imposible. No tengo ningún amigo argentino, no se ha dado. Tampoco lo he buscado. Pero lo extraño. Quizá me venga ese trauma de cuando era chico, cuando me obligaban a pensar sólo en la Patria, en el Caudillo, en Dios y la Virgen, en el Día de la Hispanidad; y todo ello a ritmo de Cara al Sol, que para el que no lo sepa fue el himno más representativo de la dictadura que en el reparto nos tocó sufrir a los de acá. Todo lo que me llega de Argentina, me llega manipulado, en un sentido o en cualquiera. Soy incapaz de distinguir, de crearme una opinión. La distancia, los intereses, mis problemas y tantas otras cosas son los motivos por los que creo imposible vivir (compartir) los hechos de las gentes de ese país, y de otros. Y lo peor son los tópicos, los siempre presentes prejuicios. “Son todos unos vagos y psiquiatras”. “Sólo son sudacas, como todos los muertos de hambre”. “Con el país que tienen y mira como están”. “A esos, lo único que les interesa es el fútbol y Maradona”. “Si es que tanto tango…”. Y UNA MIERDA. Juzgar, ni que juzguen, es de mi agrado, mas, hacerlo en base a esas barbaridades, es execrable. Pero vuelvo al principio, me encantan las palabras (algunas ya leídas en libros de Borges, “chacra”) tales como “relictos” (que interpreto como reductos) o “deck-mirador” (que interpreto como simple mirador); giros como “anfitriones de la reserva” (maravilloso) y el remate final del artículo (imposible de entender para mí la importancia de lo que se cita) “Cuenta -además- con seguridad las 24 hs. para lo cual se instalaron 3 garitas”. Sí, soy un capullo sensiblero, un trasnochado ciudadano del mundo, un cegato de mierda que no ve en los mapas las fronteras, ni en los pabellones las banderas. Será por eso que no necesito gafas para ver que lo que me ocurre, le ocurre a otra persona, por muy lejos que esté de mí, incluso culturalmente. Y será por eso que necesito lentes para leer las leyes y los panfletos que los interesados en economía publican con intenciones de globalizar mercados, de sacar lo que ellos creen la mejor tajada (que siempre está en nuestro bolsillo). Yo me conformo con una migaja: la Lengua; con saber que Vicente López no es solo el nombre de una persona, o de muchas. No necesito hablar contigo para sentirme cerca de ti. Besos y abrazos de un Mendrugo.
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