domingo, 17 de febrero de 2008

Las mariposas

Y no fue hasta que no leyó el verso —“[…]. // Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman, // he dejado de ver tu barba llena de mariposas, // ni tus hombros de pana gastados por la luna, //ni tus muslos de Apolo virginal // […]”, que Mendrugo no recordó a Federico y la conversación sobre las mariposas.

Corría el año cinco de mil novecientos, y un mocoso y cabezón muchachito le miraba con ojos de adulto, por tamaño y curiosidad.
—¿Qué intenta usted? —preguntó el crío.
—¿A qué te refieres, chico? —contestó Mendrugo— ¿Al motivo de ir en calzoncillos? ¿A retirarme el pelo de los hombros? ¿A qué?
—¿Al lío que se trae con las mariposas?
—Estoy intentando que vivan en mi barba.
—Pero, si lo consigue todos pensarán que está loco.
—De otros piensan otras cosas sin que tengan la menor importancia. Pero lo peor es que todos pensemos igual.
—¿Por eso se ha puesto las flores?
—Entre otras cosas. Ellas siempre las buscan, y a mi barba no le vienen mal.
—Parece un dios griego.
—¿Tú conoces a los dioses griegos? ¿Eres muy joven?
—Debo darme prisa.
—¿Y eso?
—Porque seré lo que me plantee, mas por poco tiempo.
—Eso intento yo, descubrir quien soy.
—¿Y las mariposas?
—Las mariposas son la compañía a la luz que la luna derrama sobre mis hombros. Y yo, hoy, me siento hijo de cualquier luna.
—Pero, es de día.
—Porque nuestros sentidos quieren. Pero, mirándote a los ojos, me atrevería a decir que tú puedes ver más de lo que ellos te obligan.
—No le entiendo.
—Tampoco estoy yo ayudándote mucho, Federico. Para que me entiendas, y ya que conoces a los dioses griegos, estoy jugando a Apolo, a la belleza, a ser un río y dormir como tal.
—¿Un hombre puede ser bello o un río?
—Un hombre puede ser lo que los demás vean en él, sin dejar de ser quien es.
—Yo quiero ser poeta, y querer a la vida.
—Pues a ello muchacho, a ello. Querer es amar, a parte de voluntad, y el amor que hoy pretendes se hará piedra, y el tiempo un viento que se dormirá entre las hojas de un árbol.
—Usted no está loco sólo por las mariposas.
—No, sólo por las mariposas, no. Yo estoy loco por la vida, por lo que tú quieres. Yo daría la vida porque fueras eterno, y otros, como tú, la darán por la condición que te matará
”.

Recordado el encuentro, Mendrugo cerró el libro (Poeta en Nueva York) y buscó otro (Canto a mi mismo). Una cosa, siempre lleva a otra:
..........Me celebro y me canto a mí mismo.
..........Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
..........porque lo que yo tengo lo tienes tú
..........y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.




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