Ya se me ha pasado el cabreo. Incluso la putadita del pasaporte me ha hecho reír. Reírse de uno, de sus propias miserias es sano. El humor (¿qué tendrá?) lo suaviza todo. Ahora que Erre C.A. no está, me cunde más el tiempo. Parece que le estoy oyendo detrás de mí: “Oye, Mendugo, que se t’ha ocudido hoy pada la sena? Pezcadito no, ¡eh!” El jodío me ha creado una obligación (y de eso yo siempre huyo). Las emociones son como la urdimbre de una tela. Tejido que, teñido con el humor, se vuelve más elástico, más tolerante.

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