miércoles, 30 de noviembre de 2011

El grifo



—Te veo tizte, Mendugo.
—Es que lo estoy. Pero no por lo que crees.
—Ya, ya —contestó Erre C.A. con retintín.
¿Ese “ya, ya” es porque no me crees?
—Efestivamente, que t'han vizto Calizto.
—Tú mismo.
—¿A ved zi lo adivino? Laz elessionez.
—No.
—¿El fútbol?
—No
—¿Ede Se A?
—¿Tú? No, que va. Tú me das dolor de cabeza, pero tristeza...
—A ti no te paza nada —me contestó el rano con cierto desprecio. Y yo me sentí herido.
—¿Crees que mi mundo es tan reducido?
—Poz entonsez... —pensó Erre C. A.—. Tuz hihoz.
—Tampoco.
—¿Tu shica?
—No das ni una. De todas formas, ¿por qué lo quieres saber?
—Pada zabé a que atenedme.
—Atente a lo tuyo. Con eso bastará.
—Lo mío ez comé y montadlaz cuadadaz.
—Pues intenta montarlas redondas, así habrá menos aristas.
—Eztáz una miaha hermético, ¿no?
—¿Triste o hermético?
—Laz doz cozaz.
—¿Y qué más?
—No zé, pedo voy a pod el zacacodshoz, a ved zi te zaco algo…
—¿No se puede estar triste sin razón?
—No. Zin zabed podqué zí, pedo no zin dasón.
—¿Y es mejor saber el motivo?
—Zí, podque puedez ponedle demedio.
—¿Sabes lo que es la impotencia?
El siete
—¿No me digaz que yo no ze te..., no ze te…?
—No, es eso. Yo hablo de un sentimiento, no de una enfermedad varonil.
—Ah, bueno. Pedo, no. Yo ziempe he podido.
—Yo también puedo... cortarte el grifo. ¿Y entonces...?
—Yo no tengo guifo.
—Pero yo sí.
—¡Acabádamos! Te ha zalido un guifo y no zabez qué hased con él.
—Si, eso mismo.
—Ya me quedo tanquilo. A mí un día me zalió un ziete en la planta del pie. Y ya vez, aquí eztoy. Mida, todavía tengo la coztura.
—Esa es la diferencia, que lo tuyo son costuras y lo mío heridas.
—¿Te hago un cudita zana que ze cudadá mañana?








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martes, 29 de noviembre de 2011

¿Almeja o aceite?

—De verdad que eres un trafalmejas.
—Y tú un eztafilococo.
—Te hablo en serio.
—Y yo, lo que paza ez que no zé qué ez un eztafa... ¿almehaz?
—Un tío que no para y que no tiene dos dedos de frente.
—En ezo de la fente, zí que llevaz dasón. Pedo en mi ezpesie ez un dazgo. ¿Y pod qué zoy ezo?
—Tanto dar la murga con la mierda de la llave y no has salido desde el día que me despertaste.
—No lo he nesezitao.
—¿Y el ejercicio matutino? ¿Y tu buena forma?
—He leído que el ehedsisio ezahedao ez malo. Y ya tengo unoz abdominalez intedezantez.

—Sí, debajo del fieltro hinchado, que en leguaje humano sería grasa. Y no metas la tripa, que se te nota.
—¡Ezahedao edez! Total, un mishelín de na. Hay quien lleva cuato.
—No. Quien no. Que: objeto —le corregí.
—¿Y que zoy yo máz que un obheto, entedao?
—El aceite. Tú eres el aceite. Siempre tienes que quedar encima.
—A ved, ¿en qué quedamoz, zoy falzaalmeha o aseite vidhen?
—Eres insoportable.
—Yo también te quiedo, Mendugo.
—Eso es muy poco original.
—Pedo ez veddá.
—Y suena a serie de televisión manida.
—Y tú zuenaz a cadaca dota. ¡Anda que lo del aseite ez odiginal! Tiene máz añoz que la Humanidá.
—¡Animal!
—A musha honda.








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lunes, 28 de noviembre de 2011

El fútbol y Cristóbal Colón

—¿No te abudez de tanto fúbol? —me preguntó el rano, aunque en la tele aparecían las motos a todo gas.
—Sí.
—¿Y pod qué lo ziguez viendo?
—Porque hay ratos que me aburro.
—Ezpeda que no lo entiendo. ¿Te abudez pero lo vez podque eztáz abudido?
—¿No sabes lo que es una pescadilla que se muerde la cola?
—No, podque yo hase musho que peddí la cola. Yo había oído ezo de “¡A la cola, que es gatiz!
—También. No. En serio. Lo que me aburre del fútbol es todo ese despliegue e insistencia mediáticos, los cotilleos. Que si éste dice tal, que si aquél dice cual, que si la novia de zutano…
—A mí me pazaba igual en el cole.
—Ahora soy yo el que no entiende.
—A Ede Se A le desían que Quiztobal Colón dezcubió Amédica.
—Y a mí también ¿Pero eso qué tiene que ver?
—Podque ez una tola. 
 —¿Cómo que es una trola? No me vengas con los vikingos.
Ya te digo. Y loz de loz cuednoz no tienen nada que ved, fue Dodigo de Tiana.
—No, hombre, no. Ése fue quien avistó tierra en el primer viaje de Colón.
—Eza ez tu opinión, podque bien clado lo deha Quiztobal en su diadio de a boddo.
—Bueno, ¿pero, insisto, qué tiene que ver este asunto con que a mí me aburra el fútbol? ¿Me lo quieres explicar?
—¡Ay, made! Puez el famozeo. Como el famozo ez el almidante Colón, zólo ze habla d’él. Pedo loz cudantez, ¿qué?
—Vamos a ver. Aunque admito que se podría decir redescubrir, Colón es famoso, precisamente, por descubrir América.
—O zea, ¿que ensima ze hiso famozo a cozta de Dodigo? —preguntó un tanto perplejo Erre C.A.
—Que no. Colón fue quién tuvo la idea, quién organizó y se echó para adelante con la expedición . Era el responsable y el motor de La Pinta, La Niña y la Santa María, que no era una carabela, por cierto.
—¡Qué tampozo! ¿Lez puzo motod a loz badcoz?
—Mira, Erre C.A., mejor lo dejamos. Hoy no estamos en la misma onda.
—Qué onda ni que niño muedto. ¿Cuándo m'he zubido yo contigo a una moto? Ni en una Honda, ni en una Susuki.
—Pues por eso, dejémoslo —me di por vencido.
—Vaaaaaale, pedo luego no digaz que zi Ede Se A tiene un tema que hablá te lo diga y lo hablaz con él. Como el azunto de laz llavez.
—Ahora sí que lo dejamos definitivamente. No quiero estropear el día. Hoy estoy de buen humor.
—Poz zedá lo único te tengaz bueno. Y ademáz no me lo queo podque cuando piedde tu equipo padese que hubiedaz peddido sinco eudoz.







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domingo, 27 de noviembre de 2011

El armario de la Yayi


Para Sofía


La Yayi
Llegó la Yayi a casa con el asunto de reorganizar la distribución de un armario. (la Yayi es una amiga esbelta, con un tipo y altura que ya quisiera la Bruni, y con el pelo rojo y que, además, es vecina. Para su desgracia también tiene una hija que no hay quien aguante y dos nietos que de ser yo caníbal, ya me los habría comido). Bueno, el caso es que yo no estaba en casa, andaba en la compra, y como Erre C.A. se mete en todo (y más en mis asuntos) se hizo cargo de su visita y de su petición. Cuando volví, el rano me puso al corriente, si bien antes ya me había puesto en aprietos. Pero no adelantemos acontecimientos. Llegué y sin poder dejar las bolsas en la cocina ya estaba detrás de mí.
—Y dezpuéz d’ezcushá a la Madi, poz m’he puezto a medí y dizeñá, y ya tengo dezuelto el azunto.
—¿Le habrás ofrecido un café, al menos, no?
—Zí, hombe. Zi no l’ha iba a cobad pod el tabahillo. A tuz amigoz no lez cobo. Ensima la iba a invitá.
El carpintero
—Pero que mal educado eres. Parece mentira que seas marroquí. ¿Dónde está tu sentido de la hospitalidad?
—No lo zé, pedo cuando lo encuente te lo digo, ¿vale? Bueno al gano, mida, te guzta.
—¿Esto qué es? —pregunté al ver la foto en el ordenador, donde un armario, en una habitación que me sonaba, aparecía vacío y con las puertas abiertas de par en par.
—El admadio de la Yayi yacabao.
—¿No habrás ido a su casa a…? —le pregunté temiéndome lo peor.
—Zí, y ya he volvido. Ella no eztaba, pedo m’abiedto Paco y me he liao, pim pam, pim pam, y en un pediquete he acabao la shapusa.
—No me jorobas. Me van a matar. ¡Si en tu vida has cogido un martillo!
—No he uzado clavoz. El cadtón ze pega, no ze clava, lizto.
—¿Qué has hecho las baldas y las barras del armario de cartón?
La balda y las barras
—No, ¿no lo haz vizto? Laz badaz con papel. La balda ez la que he hasido con cadtón, zopodta máz pezo pod sentímeto cuadado. ¡Ah, y m’he dehao laz hedamientaz en caza de la Yayi, que no zé podqué la llamaiz azí.
—La llamamos así por Sofía y Carlos.
—Ah. ¿Zofía y Cadloz?
—Sí, sus nietos. Pero quédate aquí y no te muevas. Voy a recoger las herramientas. Después de meter los congelados en el congelador, salí como una bala. 

Cuando llegué a casa de Mari, me abrió Paco, ella no había vuelto aún. Le pregunté, me contó y fuimos al dormitorio. No vimos nada anormal. Pero, como yo me temía lo peor, le pedí a Paco una cerveza para que se fuera de la habitación. “Eso está hecho” me contestó. Se fue a por ella. Yo aproveché y abrí el armario y vi la chapuza erreriana. No me di tiempo ni para sorprenderme ni para jurar en hebreo. Arranqué los papeles y el cartón, hice una bola, cogí las herramientas y me dio tiempo a cerrar el armario antes de que Paco llegara con el botellín. Me lo bebí de un trago. Le di las gracias y me vine para casa.  Cuando llegué tiré a la caja de papel para reciclar la bola de papeles, salí del tendedero, llamé a Erre C. A. y le devolví el rollo de cinta adhesiva y la barra de pegamento.
—Toma, tus herramientas de carpintero.
—Gasiaz, pedo zon tuyaz. Laz cohí de tu cahón. Ede S.A. zólo ha puezto la mano de oba y el dizeño —me contestó muy ufano pero sin entender la sorna de mi comentario anterior.
—Bueno, y no vuelvas a tocar mis cosas. Y en especial a mis amigos —le advertí yendo a la cocina y un poco más tranquilo. Me siguió y me corrigió.
—Loz amigoz no zon cozaz.
—Los míos y las mías para ti sí, son cosas invisibles. ¿Entiendes?
—Ede S. A. no lo entiende, pedo, zi inziztez, pazadé de la peña.
—Con una peña te daba yo a ti en la cabezota que tienes.
—Dezagadezido, que edez un dezagadezido. Eztaba yo en la tedasa con toda la iluzión a ved zi veía venid a la Yayi pada dadla una zodpeza y ahoda z’ha vuelto invizible. Pod musho que mide no la puedo ved. Z'acabó la zodpeza.
—Sí, sí que la ibas a sorprender. De eso estoy seguro.
—O zea, que t’ha guztao como ha quedao el admadio, vamoz.
—Déjame terminar de colocar la compra y hablamos tú y yo del armario y de las consecuencias de meterse en camisa de once varas.
—Vaaaaale —me contestó el rano, y se fue hacia el zulo rezongando—. ¿Camizaz? ¿Qué camizaz? Zi yo no uzo camizaz ni onsez ni vadaz. Ezte tío vive en loz mundoz de Yupi…





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Imagen bajada de  www.chicade15.com (La Yayi)

sábado, 26 de noviembre de 2011

Palabras con vocación impropia (58ª)

Quincuagésima octava entrega. Las primeras que empiezan por u.

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Ubicar mal
ubicar. (Del lat ubi-, en donde). Situar o instalar en determinado espacio o lugar. […].
ubiCAR. (Del lat ubi-, en donde y del ingl. car, coche). tr. CubaSituar o instalar en determinado espacio o lugar el carro. Vamos, aparcar.
ej.: Hoy me ha costado ubicar un montón, no había ni un hueco en toda la calle.
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ubrera. f. Excoriación que suelen padecer los niños en la boca por mamar mucho o a consecuencia de la descomposición de la leche que se derrama por sus labios.
ubrera. (Del lat. operarĭus). f. Operaria de ubres.
ej.: Mi madre trabaja en una vaquería, siempre ha sido una ubrera.
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uebos. (Del lat. ŏpus, necesidad). m. ant. Necesidad, cosa necesaria. Uebos me es. Uebos nos es. Uebos de lidiar.
uebos. (Del lat. ovum). f. Los puestos por gallinas que no aprobaron Lengua ni en jardín de infancia.
ej.: El famoso “¡Manda uebos!” de Federico Trillo.
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ujú. interj. Nic. U. para expresar acuerdo y aprobación de lo que afirma el interlocutor.
uju. (De uhu, marca registrada). m. Pegamento.
ej.: Para pegar yo usaba de pequeño harina y agua, luego llegó el uju.
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ultimar. (Del lat. ultimāre, de ultĭmus, último). tr. Dar fin a algo, acabarlo, concluirlo. […].
ultimar. (De último y timar). tr. Timar al último que llega.
ej.: Al último que entró en la disco le ultimaron, le cobraron el doble.
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ultimato. m. desus. Ultimátum.
ultimato. (De último y matar). contrac. Asesinato del último que aparece.
ej.: Después del cliente al que di el ultimato no entró nadie más, claro.
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Ultra marino
ultramarino, na. adj. Que está o se considera del otro lado o a la otra parte del mar. […].
ultramarino, na. (De ultra- y mar). contrac. adj. Persona que trabaja en la mar (o pertenece a la marina)  y tiene ideas extremistas.
ej.: El almirante Carrero Blanco. 
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ultramontanismo. m. Conjunto de las doctrinas y opiniones de los ultramontanos. […].
ultramontanismo. (De ultra- y monte). contrac. m. Deporte de montana que se realiza cantado el Cara al sol o en el Valle de los caídos.
ej.: El ultramontanismo ya no tiene muchos adeptos.
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umero. (Del lat. ulmus). m. omero (|| árbol).
umero. (Del lat. analfabeto umĕrus). m. Ueso de la pierna.
ej.: Los uesos del brazo son el umero, el cúvito y el rodio.
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Ultra ligero
ultraligero, ra. adj. Sumamente ligero. […].
ultraligero, ra. (De ultra, persona extremista y ligero). adj. Facha que no tiene medio guantazo o pesa poco.
ej.: Hay muchos ultraligeros en el fondo sur.
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Imágenes bajadas de (1ª) wwww.capsuladelengua.wordpress.com y (2ª) www.frikipedia.

La Bomba de Queen Europa, nuevo éxito


viernes, 25 de noviembre de 2011

Palabras con vocación impropia (55ª)

Quincuagésima quinta entrega. Hoy va de mares.

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mariposa. (De Mari, apóc. de María, y posa, 2.ª pers. de sing. del imper. de posar). f. Insecto lepidóptero. […].
mariposa. (De mar e hipo). f. Mar con hipo.
ej.: Estaba intranquilo por la mariposa, porque no volvías.
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marón2. (De or. inc.) m. Carnero padre.
marón. (De mar y del ingl. on, encendido). m. Mar activado.
ej.: Puse el marón para que la regata fuera más interesante.
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marqueo. m. Operación de marcar los árboles.
marqueo. (De mar y queo, de dar el queo, avisar). interj. U. para avisar de que el agua del mar puede dar un disgusto a los ribereños.
Ej.: El marqueo de Pedro salvó los muebles.
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marital. (Del lat. maritālis). adj. Perteneciente o relativo al marido o a la vida conyugal.
marital. (De mar y tal). interj. Expresión propia de Jesús Gil cuando hablaba de navegar. En desuso.
ej.: Nos dimos un garbeo por el marital.
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marrano1, na. (Del ár. hisp. muḥarrám, y este del ár. clás. muḥarram, declarado anatema). adj. despect. Se decía del converso que judaizaba ocultamente. U. t. c. s. […]
marrano, na. (De mar y rana). adj. Cuando el mar se llena de ranas sucias y mugrientas.
ej.: Mira que estaba el marrano, estaba llenito.
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marmellado. adj. Que tiene marmellas [apéndice del cuello de las cabras].
marmellado. (De mar y mellar). adj. Cuando el mar ha perdido sus dientes.
ej.: El Mediterráneo debe estar ya viejo, porque estaba marmellado.
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marrubio. (Del lat. marrubĭum). 1. m. Planta herbácea de la familia de las Labiadas…
marrubio. (De mar y rubio). adj. Cuando el sol tiñe el mar con el color del trigo.
ej.: Hoy el marrubio no se debía a la puesta de sol.
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mársico. (Del lat. marsĭcus). adj. Perteneciente o relativo a los marsos. Guerra mársica.
mársico. (De mar y chico, pequeño). adj. And. Nombre que dan los andaluces al Mar Menor.
ej.: ¡Quillo!, ¿noz vamo al mársico este verano?
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maraca. (Del guar. mbaracá). f. Instrumento musical suramericano… U. m. en pl.
maraca. (De mar y acá). loc. coloq. Giro propio de marineros cuando están en tierra al referirse a ella.
ej.: De maraca está todo tranquilo.
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marcero. adj. Propio del mes de marzo.
marcero. (De mar y cero, nada). m. Cuando el cambio climático se haga efectivo al 100%.
ej.: Como siga esto así nos va a quedar el marcero.
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jueves, 24 de noviembre de 2011

¡Besugo! o el artículo 47(1)

A Carlitos







—¿Ezo qué ez lo que ez, Mendugo?
—Esto es un besugo, como tú —bromeé con Erre C.A.
—Lo mizmo ez un teleózteo muedto que un anudo en la flod de la vida —hinchó el pecho.
—Un besugo es tanto un animal como un insulto.
—Igual que mendugo. Ademáz de un toso de pan duro, también ez lo que tú edez: un hombe dudo, tonto y soquete.
—Pues besugo es una persona torpe y necia.
—Yo me quedo con todpe, aunque no zea una pedsona.
—Y yo con hombre duro, que para eso soy varón.
—No vale, tú zalez ganando.
—Esto es como el chiste ese de ¿susto o muerte? ¿No te parece?
—Ezta ves elihe Ede Se A. Pada ti muedte, podque yo ezcoho zuzto —me sonrió el listillo.
—Eso es trampa.
—¿No edez tú el dudo?
—Sí, pero tú eres el torpe.
—Pedo sed todpe no ez sed hilipollaz.

Reconozco que, a veces soy un niño, pero eso me permite ser feliz durante un rato, y reírme de mí mismo, que es un sano deporte. La imaginación, ésa a la que alude mi buen amigo Deme, es una herramienta muy útil. También podrían haber hablado Erre C.A. y Mendrugo de las gentes que están dejando sin techo, pero eso, más que imaginación, requiere muy mala leche. ¿Aquel derecho sobre que todo español tiene derecho, valga la redundancia, a una vivienda digna y a un trabajo se ha olvidado, como tantas otras cosas? Hay algo más en quiebra que algunos estados. 
Y eso, que ser pobre no es ser gilipollas.












Imagen bajada de  www.laguaridadeviriato.blogspot.com


(1)Artículo 47. Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos. Texto bajado de  www.boe.es

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Las planchas que unos se llevan y otros rompen


—Ze m´ha doto —escuché a mi espalda.
—¿El qué se te ha roto? —pregunté a Erre C.A. sin volverme y pensando que se le había roto algún collar o colgante.
—La plancha.
—¿Qué plancha?
—La de Heduzalem. La del pelo.
Dejé de limpiar las judías verdes y me volví ya preocupado. Y allí estaba el rano, en la puerta de la cocina y con la plancha del pelo en las manos. Eso sí, con cara de no haber roto un plato en toda su vida.
—Pero… —empecé a decir—. Pero… —pero mi mente no se coordinaba con mi voz—. Pero...
—¿Pedo que qué ha pazao? Poz que quedía zecadme dápido y ya vez, ze m’ha caído. Pa una ves que me dusho.
—¿Y qué, qué…? —seguía con mi particular afasia traumática.
—¿Y qué le cuentaz ahoda a tu hiha? —el rano parecía saber perfectamente qué iba a contestarle—. Poz pod ehemplo, qu’eztabaz limpiando el baño y, ¡saz!, se te cayó al zuelo.
—¡Y una mierda! —por fin mis neuronas se conectaron.
—Hombe, no zeaz azí, ze va a llevad un dizguzto.
—¿Y no se lo va a llevar si le digo la verdad?
—Ya, pedo a ti te dezpeta máz, a mi me va a eshad la bonca.
—Ya, ya —como dices tú—, pero ella sabe que lo que rompo lo pago.
—Ah, ¿y yo no? Cuando s’eztopeó el micoondaz lo pagó bien pagao Ede Se A.
—Sí. ¡Unas narices! Tú te fregaste el suelo de la cocina un mes, pero el que soltó la gallina para comprar ése y la manta eléctrica que metiste fui yo.
—Pedo como yo no tengo gallinedo, pagué con mi ezfuedso. Cada uno paga como puede. Y edez un matedializta, que zólo pienza en el eudo. Y un mal pade. Ahoda vaz a dehad zin plancha a la mushasha.
—No, eso no es así, chaval. Que pareces un político. Yo no he roto nada, luego no dejo a nadie sin nada. ¿Entiendes? Has sido tú. Tú la has roto, como el microondas.
—En laz inztusionez no ponía que no se podía meted una manta eléstica. Pedo, ¿cómo adeglo yo ezto? Me zabe mal que zufaiz ella y tú.
—Yo no sufro, y no sigas por ahí que… que… —volvió mi afasia.
Pero me dejó con el “que” en la boca. Al poco volvió sin plancha y con mi teléfono.
—¿Puedo hasé una llamadita con tu móvil, pod favó? —me preguntó muy educado y sumiso.
—Sí contesté muy rápido—. Pero, espera un momentito. ¿Dónde vas a llamar?
—Dezde el zalón.
—Pregunto a qué localidad —le aclaré un par de cosas—. Porque lo mismo llamas a Orlando.
—Yo no conosco a ningún Odlando, zalvo el tomate fito. No te peocupez, el teléfono ez de aquí, de Posuelo.
—Ah, bueno —me relajé—. Pero no alargues la conversación.
—Vaaaaale. Lo menoz pozible.
—¿Quieres que te marque? —me ofrecí.
—No. Coho un lapisedo y madco yo. Mushaz gasiaz.
—De nada. Y que encuentres la paz que dejas, hijo —le despedí.

Acabé de preparar la comida, y escribí un rato. Y mientras lo hacía llegó mi chica como siempre, contenta.
—¡Hola! –saludó alegremente.
Le devolví el saludo y entró en el salón con el bolso en una mano y una bolsa de plástico en la otra.
—Lo siento, hijo —me dijo a la vez que ponía cara de impotencia y elevaba la bolsa de plástico.
—¿Qué sientes? —le pregunté.
—Que ya no existe ese modelo —dejó el bolso en el sofá pero no soltó la bolsa.
—¿Qué modelo? —no sabía por dónde me venía la información ni porqué me aclaraba esas cosas, ni el motivo de levantar la bolsa cada vez que hablaba.
—He ido a por ella —nueva alzada de bolsa—, por eso llego un poco tarde, pero ya no la fabrican. He comprado otra. Espero que le guste a tu sobrina.
—Hace que no veo a mis sobrinas veinte años, lo mínimo —le aclaré yo algo esta vez.
—Pero Erre C.A. me ha dicho por teléfono que…
No le dejé acabar. Me fui a por el rano como una flecha. No le encontré. Volví al salón, me tranquilicé y le expliqué a la novata en lides raniles lo ocurrido. Y fue ella la que dio con él. Estaba metido, escondido diría yo, entre la almohada y su funda, en mi cama. Y su excusa fue que “ze zentía malito y ze había acoztado un dato, pod el dizguzto”.
No peló más patatas porque no había. Lástima no haber vivido en un cuartel.







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martes, 22 de noviembre de 2011

Los rellenos

Últimamente sólo escribo sobre ti —le comenté a Erre C.A.
—Y luego disez que tu mundo no es dedusido.
—Sacas todo de contexto.
—Y tú mientez máz que hablaz. Ni el lunez pazado, ni el fin de semana, me haz hesho cazo. Que conzte.
—Bueno, algo de razón llevas.
—¿Algo? Ede Se A eztá lleno de dasonez.
—Yo creía que estabas repleto de relleno para cojines o de pluma.
—Yo no tengo pluma. Y, ya vez, yo queía que tú te habiaz tagado una abuela godda.
—Eso lo dice mi hija, pero lo dice con cariño, y sin gorda; no como tú, que lo usas como agravio. Pero que sepas que sólo se ofende el que se da por ofendido.
—Ya, y zólo eztán dellenoz loz bocaditoz de nata. No te faztidiaz. Y tu zentensia zuena a cobaddía.
—En este caso no se puede aplicar.
—Me didáz podqué.
—Porque el que tiene la sartén por el mango soy yo.
—Pedo el que ze come lo que eshaz dento ez Ede Se A. Y te aguanto pod lo que te aguanto.
—¿Ahora me aguantas tú? Pues estamos buenos.
—Yo como un quezo, y tú como uno de bola.
—Me suena que hoy va a haber cena libre.
—Ziempe amenasando —se quejó el rano, no sin razón—. Pedo ezta noshe no m’impodta. Seno en Moncloa.
—¿Y eso? —me extrañé.
—A ti te lo voy a contá.
—¿Te has hecho pepero?
—No, me he hesho un lío.
—Pues ya somos al menos dos.
—Zí, ezto zí que ez zuzto o muerte, mo me digaz que no.
—Yo diría muerte o asesinato. Pero no te digo que no.
—Poz di lo que quiedaz.

Para ponerse de acuerdo, aunque se esté en los extremos, lo mejor es encontrar enemigos comunes. Es lo que tiene la socialización.










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Un malentendido o una trastada

—Ya sabía yo que no tenía que darte un juego de llaves —me lamenté.
Erre C.A., las bolsas de la compra y yo nos habíamos quedado en la escalera de casa. Él sentado en un peldaño de las escaleras, las bolsas en el descansillo y yo de pie y cabreado.

—A ved. Cuando te haz ido m’he zentido zolatedaz. He cohido y he sedado con llave. Y laz he dehado pueztaz pada que cuando llamadaz no hasedte ezpedá. Cuando me haz avizado pada que t’ayudada a meté la compa, he zalido m’he zentado aquí mizmo y la codiente ha hesho el rezto. Y todo podque zi no, disez que no me gano el zuztento —se explicó un lastimero Erre C.A. sin que le preguntara.
—No, si ahora voy a tener yo la culpa de que estén las llaves puestas por dentro y no podamos abrir… Menos mal que no he comprado congelados... Pero bueno. Me senté yo también en un escalón a la espera de que se pasara el cabreo.
—¿Pedo no tene Consha unaz llavez de caza pada eztoz cazoz?
—Concha está en Palma de Mallorca. Y aunque tengamos llaves —columpié mi llavero en mi dedo índice, no podemos abrir. Entérate.
—Poz llámala y que ze taiga un pad d’enzaimadaz.
Tú a lo tuyo, ¿no? ¡Egoísta! —le miré con los ojos inyectados en censura.
—Tampoco te pongaz azí —salió al quite— . Ede Se A lo desía pa que te metiedaz con él y pasad el dato. Pedo zi me midaz azí, mehod me callo.
—Ya me extraña. Y no me cuentes cuentos. Que sólo faltaba que le diera yo la lata a Concha con las ensaimadas
—Puez vedaz como hoy no te doy yo la lata a ti.
—No, porque cuando logremos entrar en casa, si te dejo pasar, te voy a meter en la cisterna del váter.
—No, podfa, que tu shica ha eshado unaz paztillaz limpiadodaz que dan picodez.
—¿Y tú cómo lo sabes, es que bebes de ahí, guarro?
—No, pedo me lavo laz manoz. Con mi altuda ez el mehod zitio.
—Guarro es poco. ¿No tienes el bidé?
—Ez que hay que abí el guifo.
—Y, claro, es mucho trabajo… Eres un verdadero marrano.
—Yo no zoy un dano de mad.
—Un mar-rano no es un rano de mar. Es una persona guarra en extremo. Y hablamos español, no inglés… Que lo juntan todo para formar derivados…
—Mida quién fue a hablá, el que me da dezcanzo pada publicá ezaz palabaz con vocasión impopia que no zon máz que tontedíaz.
—Estás en todo, ¿eh? —le contesté pasando de su crítica.
—Zí. Ez la única maneda de sobevivid.
—Bueno, lo que se dice en todo, no. Lo has de reconocer —y dejé las inútiles llaves colgando de mi dedo otra vez—. Bueno, tendré que ir a casa de Manolo a llamar por teléfono a un cerrajero. A ver lo que nos cobra —me incorporé y llamé al ascensor. Y tú quédate aquí con las bolsa y ni te muevas.
—Y pod qué no llamaz al timbe en ves de al sedahedo?
—¡Tú eres tonto! ¿Y quién va a abrir?
—Pod tu shica que eztá coziendo a máquina en la tedasa. Zalvo que no lo oiga.
—¿Pero no has dicho que estabas solo, tontolhaba?
—No, Ede Se A no ha disho ezo. Ha disho que ze zentía zolo podque ella no eztaba con él ni l’hasía cazo con ezo del cozé. Y ademáz tú haz hablado de abid, no d'entad.
—A ti sí que te voy a cocer yo a fuego lento. Abrir o entrar, abrir o entrar...

Llamamos al timbre, mi chica nos abrió y yo, al ver solucionada la papeleta, y que no me iban a tocar el bolsillo, me olvidé de cocer ranos y de la cisterna. Erre C.A. estuvo el resto del día en su plúteo y quietecito. Sólo se movió para almorzar, comer, merendar, cenar y tomarse un vaso de leche con galletas antes de irse a la cama. Al final no fue un mal día.









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