[...]
.......... —Pues va a ser que sí, me parece, porque llamo al piso cuarto centro del portal veintisiete, ¿verdad?
.......... —Verdad.
.......... —Pues si no nos recibe por las buenas, no digo yo que sea por las malas, pero sus vecinos van a asistir a un capítulo de los Hombres de Harrelson.
.......... —Verdad.
.......... —Pues si no nos recibe por las buenas, no digo yo que sea por las malas, pero sus vecinos van a asistir a un capítulo de los Hombres de Harrelson.
.......... Tragué saliva, ensucié los calzoncillos y contesté como pude.
.......... —Entren, la puerta está estropeada y no cierra.
.......... “Este tío es gilipollas”, escuché por el altavoz. Colgué, y me fui hacia la puerta. Abrí y esperé. No escuché el ascensor, pero al poco, un tío me ponía a dos centímetros de mi nariz un carné que podía ser de la Federación Española de Fútbol.
.......... —Pasen, pasen. Y si me disculpan me voy a cambiar, he tenido un accidente doméstico.
.......... Les hice pasar al salón, y yo me fui a mi cuarto.
.......... —Mira que andares más raros tiene el gilipollas.
.......... No me volví porque mi situación no era la más adecuada y porque eran tres bigardos de no te menees.
.......... Me di una ducha rápida y solamente íntima, me cambié de ropa y salí de mi cuarto. Cuando aparecí, la ventana estaba abierta y el que estaba de pie me recibió con un dedo en la nariz. Un poco más calmado, pero no menos violento, pregunté:
.......... —Y bien, ¿qué desean?
.......... El que seguía dándose golpecitos en la nariz lo dejó y contestó.
.......... —¿Qué sabe usted de un tal Giuseppe junior?
.......... —Que está en India.
.......... —Eso ya lo sabemos nosotros.
.......... —Y ustedes quieren que yo les diga algo que no sepan, ¿verdad?
.......... Ninguno de los tres contestó, pero los tres miraron el periódico que había dejado yo abierto sobre la mesa bajita.
.......... —Ya. ¿Quieren un café o un té?
.......... —Déjese de infusiones y al grano.
.......... —Es una rana macho que se ha metido en esta casa de ocupa, hace dos meses o así. Es español y creo que se crió en Marruecos —terminé de arreglarlo.
.......... —Querrá decir con los árabes.
.......... —No. Quiero decir lo que he dicho, en Marruecos. Y me parece que tuvo una infancia feliz.
.......... —Bin Laden también la tuvo.
.......... «¡Joder!».
.......... —Y mire usted dónde ha llegado.
.......... —Ya, pero el padre de ése pollo no fue espía del gobierno español. Y Erre C.A. sí.
.......... —¿Erre ce a?
.......... —Si, es como le gusta que le llamen.
.......... —Ah, tiene alias y todo la ranita.
.......... La última palabra se acopló al sonido del teléfono.
.......... —Cójalo.
.......... —Eso pensaba hacer —«No te jodes»—. Y lo cogí.
.......... —Hola, Mendugo. Tengo un doblema…
.......... Colgué.
.......... —¿Y?
.......... —Una equivocación —contesté a la pregunta más corta que se puede hacer—. Yo no me llamo Arsenio —mentí.
.......... El teléfono volvió a sonar.
.......... Esta vez se adelantaron. Mi cara arrebolada me había traicionado.
.......... A pesar de no tener el auricular en la oreja escuché perfectamente los gritos que salían de su altavoz.
..........—¿Mendugo, ¿pod qué me colgas? ¡Toy en un apudo, hoztia!
.......... —Entren, la puerta está estropeada y no cierra.
.......... “Este tío es gilipollas”, escuché por el altavoz. Colgué, y me fui hacia la puerta. Abrí y esperé. No escuché el ascensor, pero al poco, un tío me ponía a dos centímetros de mi nariz un carné que podía ser de la Federación Española de Fútbol.
.......... —Pasen, pasen. Y si me disculpan me voy a cambiar, he tenido un accidente doméstico.
.......... Les hice pasar al salón, y yo me fui a mi cuarto.
.......... —Mira que andares más raros tiene el gilipollas.
.......... No me volví porque mi situación no era la más adecuada y porque eran tres bigardos de no te menees.
.......... Me di una ducha rápida y solamente íntima, me cambié de ropa y salí de mi cuarto. Cuando aparecí, la ventana estaba abierta y el que estaba de pie me recibió con un dedo en la nariz. Un poco más calmado, pero no menos violento, pregunté:
.......... —Y bien, ¿qué desean?
.......... El que seguía dándose golpecitos en la nariz lo dejó y contestó.
.......... —¿Qué sabe usted de un tal Giuseppe junior?
.......... —Que está en India.
.......... —Eso ya lo sabemos nosotros.
.......... —Y ustedes quieren que yo les diga algo que no sepan, ¿verdad?
.......... Ninguno de los tres contestó, pero los tres miraron el periódico que había dejado yo abierto sobre la mesa bajita.
.......... —Ya. ¿Quieren un café o un té?
.......... —Déjese de infusiones y al grano.
.......... —Es una rana macho que se ha metido en esta casa de ocupa, hace dos meses o así. Es español y creo que se crió en Marruecos —terminé de arreglarlo.
.......... —Querrá decir con los árabes.
.......... —No. Quiero decir lo que he dicho, en Marruecos. Y me parece que tuvo una infancia feliz.
.......... —Bin Laden también la tuvo.
.......... «¡Joder!».
.......... —Y mire usted dónde ha llegado.
.......... —Ya, pero el padre de ése pollo no fue espía del gobierno español. Y Erre C.A. sí.
.......... —¿Erre ce a?
.......... —Si, es como le gusta que le llamen.
.......... —Ah, tiene alias y todo la ranita.
.......... La última palabra se acopló al sonido del teléfono.
.......... —Cójalo.
.......... —Eso pensaba hacer —«No te jodes»—. Y lo cogí.
.......... —Hola, Mendugo. Tengo un doblema…
.......... Colgué.
.......... —¿Y?
.......... —Una equivocación —contesté a la pregunta más corta que se puede hacer—. Yo no me llamo Arsenio —mentí.
.......... El teléfono volvió a sonar.
.......... Esta vez se adelantaron. Mi cara arrebolada me había traicionado.
.......... A pesar de no tener el auricular en la oreja escuché perfectamente los gritos que salían de su altavoz.
..........—¿Mendugo, ¿pod qué me colgas? ¡Toy en un apudo, hoztia!
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