A veces tengo la sensación de vivir en el pasado. No, no me refiero a haber retrocedido en el tiempo, aunque como todo es cíclico, los hechos actuales me recuerdan a los de hace unas décadas. Me hubiera explicado mejor, si en vez de escribir “vivir en el pasado”, hubiera escrito “vivir retrasado”. Y no es por llegar tarde, que no suelo hacerlo, no. La sensación se intensifica cuando estoy viendo televisión. Sí, presiento que cada minuto de imágenes y comentarios ha quedado convertido, para mí, en cinco segundos, seis a lo más. Como si lo que estuviera sucediendo dentro de la caja tonta solo me interesara a mí, que, en ocasiones, ni eso. Pongamos un partido de fútbol. “El partido de la jornada”, dice el comentarista. “Sí, señor, menudo partidazo, Federico”, contesta el segundo comentarista. Y el tercero rubrica con: “Imposible mejorarlo, señores”. Bien, pues a los cinco minutos del primer tiempo los tres de antes se ponen a magnificar el espacio, que una vez acabado lo que estamos viendo, empezará. Pero no solo eso, sino que nos ponen al día de todo, repito, de todo lo que esa semana debemos ver en esa cadena. Un ejemplo: el partido de fútbol que dos días después van a retransmitir. “El partido de la jornada”, dice uno, “no se lo pierdan”. “Sí, señor, menudo partidazo, Federico”, dice el otro, “ése no nos lo perdemos”. “Imposible mejorarlo”, rubrica el tercero, un tío que parece que tiene un pulpo en la boca, “No, ése no nos lo perdemos”. A la quinta vez que lo han dicho, es cuando yo empiezo a sentir que yo no debería estar viendo lo que ya ha ocurrido y no tiene interés, si no lo que van a echar dos días después, que ése es el verdadero presente, y no el partido que estoy intentando ver. En alguna ocasión hasta he llegado a mirar la fecha en el periódico, por si acaso me había quedado colgado dos días antes y seguía pegado a la pantalla. El poder de la televisión es infinito. La realidad siempre supera a la ficción. Temo que llegue el día que, viendo Sonrisas y Lágrimas, “estreno en la Nové-Ná”, Julie Andrews, en vez de cantarme el “don, es trato de barón”, me cante que no me pierda lo que van a echar a continuación, “y otra vez ya viene el do”. Ojo, y esto no solo me ocurre viendo una retransmisión deportiva y en una cadena solo, no. Es una sensación que me llega desde cualquier cadena y desde cualquier programa.
Nota:-Otra cosa que me tiene loco es que antes los partidos de fútbol se jugaban en un terreno de juego. Y no sé si son imaginaciones mías, pero ahora se juegan en un número. Sí, sí, en un número. Del uno al seis: en la uno, en la dos, en la tres, en cuatro, en cinco o en la sexta, que es ordinal, pero no deja de ser un número.
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