martes, 5 de febrero de 2008

Hoy he conocido a un editor

Pablo es joven, llano y, aparentemente, sabe lo que quiere (¡y fuma!).
He aprendido muchas cosas. Otras, que no entendía, las he enfocado gracias a sus explicaciones.
Todas buenas. ¿Útiles? Siempre lo son.
Está tan ilusionado con su proyecto, como yo con el mío.
Los libros no son churros (ni merinos) [Ya, ya sé que son en femenino y que son razas de ovejas, pero he querido hacer un chiste].
Yo, que no siento la necesidad de publicar (mi ego se conforma con oír que cualquiera de mis novelas está dignamente escrita) he entendido el esfuerzo que debe realizarse desde que el escritor pone el punto final (cosa que yo nunca hago) hasta que el lector comienza a leer la obra. Otro asunto es el negocio editorial. ¿Por qué se complicarán tanto las cosas sencillas? Creamos máquinas infernales que a muchos devoran.
Después de pasar un rato muy agradable (siempre que hablan de uno y de su labor con respeto el tiempo pasa volando), cuando he llegado a casa, contento, lo primero que he pensado ha sido que estar desligado de la necesidad de ver editada una de mis novelas me ahorra sufrimientos, malos ratos de incertidumbres y malas esperas. Cuanto menos necesito, más agraciado me siento.
Les deseo, a Pablo y a sus compañeros, lo mejor.

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