—Anda que no empiezas cosas.
—Ezto va en zedio. Loz quíoz ziempe m’han guztao y sed auxiliad de
guaddedía me pedmitidá eztad en contasto diadio con elloz, aunque zea
labodalmente.
—¿Y quién va a dejar en tus manos el cuidado de sus hijos
pequeños?
—¿Qué inzinúaz?
—Que la imagen que da un rano no se ajusta al perfil de un
auxiliar de guardería.
—O zea, que la imahen lo ez todo.
—Para muchos y en muchos casos sí. Una imagen vale más que mil
palabras.
—Poz no ezquibaz. Haste fotógafo, no te digo.
—Me gusta más la pluma que la cámara, aunque siempre me han
llamado las instantáneas.
—Y, a ved, según tú, ¿m’imahen con qué pega?
—Déjame pensar... Ya. Tú darías el tipo de tertuliano en un
programa de debate de esos que se fabrican en televisión. Se te da muy bien
llevar la contraria.
—Poz hasme famozete. Zi no, no me como un colín.
—Anda, éste. Hazte famoso tú solo.
—Me niego a padtisipad en un deality zhou d’ezoz. Queo que hazta
lez hasen pasad hambe. Y tampoco eztoy dizpuezto a cazadme con una folclódica
que podía zed mi bizabuela, aunque zea pada divodsiadme al día ziguiente.
—Hay otras maneras de obtener notoriedad.
—Zi te defiedez a la política, vaz dao. Cuando monté la Depública
de Zubaztaya no ze apuntó nadie, ni loz shinoz viniedon.
—Porque los chinos son los últimos que llegan. Pero no me refería
a subirte al carro de la política; últimamente su imagen anda de capa caída.
Mira, hablando de capas, hazte torero.
—Zí. Y te llevo a ti de bandedilledo. Había que vedte veztido con
un tahe de lusez.
—Ves. A eso me refería. A la imagen que uno da en tal o cual
situación.
—Vamoz, que me tengo que conformad con zed lo que zoy.
—Sin olvidarte de mejorar. En muchos casos es lo más adecuado. La
pena es que en esta casa no hay ningún niño pequeño. Si no, podrías dormir con
él, hacerle compañía, alegrarle la vista y dejarte abrazar mientras se duerme.
Creo que ése sería un trabajo para el que das la imagen perfecta.
—Bueno, podemos llegad a un acueddo.
—¿Cómo que podíamoz llegad a un acueddo? Yo no estoy dispuesto a
tener ahora un crío. Y mis hijos me parece que tampoco están por la labor.
—No quedía desid ezo. Vedáz, tú y yo hasemoz de lo que zomoz, Ede S. A. hase de lo que ez y Mendugo de niño.
Así que ezta noshe te duedmez abasado a mí.
—No, no. De eso nada, a mí en la cama me sobran hasta las sábanas.
Como para dormir abrazado a un muñeco de peluche...
—¿Qué paza, hombe? Zi no te va a ved nadie.
—Pero es que verás, la imagen que a mí me importa es la que veo en
el espejo.
—Pod m'ezcondez detáz de ti cuando te levanted a mead.
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