—Detecto cierto tono de reproche en tu comentario.
—No ez un deposhe, ez una dealidá.
—Cada uno percibe la realidad a su manera. Yo sigo escribiendo
sobre ti todos los días, salvo excepciones. Y publico cinco post a la semana en
los que el protagonista eres tú. No te quejes, si es que te quejas. Podría escribir sobre el peluche que abrazas, por ejemplo.
—Ezte ni ziente, ni padese..
—Pero si quieres, también te incluyo en los post del sábado y del
domingo.
—Máz intedezante que laz tontediaz ezaz del zantodal y laz palabaz
que malintedpetaz...
—Pues tienen su curro, no te creas.
—Zí, ahoda me didaz que no te diviedte.
—Claro que me divierto, y de paso aprendo algo con ello.
—No como conmigo, ¿no?
—Yo intento aprender de todo, don pijagoso. Pero te veo muy susceptible,
incluso me atrevería a decir mimoso, y más abrazado a ese osito.
—Anda ya, vete pod ahí, Mendugo. Tú y el ozito —y Erre C. A. mandó al osito a
hacer puñetas—. Un dano en plena adolezsensia no cuada con Mimosín, aunque loz
doz zeamoz muñecoz.
—¿Ni con el corderito de Norit? Pero eso que lo dices tú. Aunque
de todas formas, protestas por todo.
—No, pod todo no. Cuando Ede Se A se hadta de comed no dise ni mu.
—Porque tienes la boca llena de collares y de comida. Pero me
refiero a que si escribo sobre ti, malo. Y si no, peor. La verdad, no te
entiendo.
—Ni lo pertendaz. Tampoco me impodta una vaina. Ni me peocupa. Mi
vida no ze sidcunzquibe a Minizmiztedioz, que vaya palabeha que t’haz buzcao,
colega.
—Insisto que cada uno percibimos una realidad.
—Vale, pedo zi fueda azí, zedía mu tizte.
—Dime de otro rano que haya nacido, crecido y desarrollado y en el
camino haya tenido la posibilidad de comunicarse. Y, encima, ser un muñeco.
—Ziempe eztáz con lo mizmo. A mí la hiztodia me decuedda a la del
hilguedo enhaulao, que también ze comunica. Y, clado, quedáz que te dé laz
gasiaz.
—No, sólo pretendo que
vivas tu oportunidad.
—Vive, tú la tuya.
—Yo he tenido las obligaciones que me he buscado. Pero estoy en
ello.
—¿Y lo consigues?
—Lo intento. No como otros que son como el perro del hortelano.
—O zea, que tú no haz tenido adolezsensia, vamoz.
—Sí, como todo bicho viviente del primer mundo. ¿Por qué te crees
que te aguanto?
—Al final m’haz hesho un lío. Ya no zé zi voy o vuelvo, ni lo que
quiedo.
—Cuando lo sepas, acaso sea tarde. Así que quéjate menos y piensa
un poquito.
—Pada ezo último ya eztáz tú.
Imagen
bajada de www. sincensuraeninternet.blogspot.com
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