lunes, 13 de febrero de 2012

El termómetro


—Deja el termómetro que lo vas a romper —le advertí al rano.
—Laz cozaz zon pada uzadlaz.
—Los termómetros se usan mirándolos, como la tele.
—Pedo la tele tiene mando a diztansia y no la puedo ved todo lo que yo quiedo.
—El termómetro no necesita mando ni una atención constante.
—Poz qué zozo. Ya desía yo que m’eztaba abudiendo.
—Tú siempre estás aburrido, y si no, enredas.
—Un tedmómeto no ze puede endedá.
Pero tampoco lo inventó un tal Santorio para jugar, y menos Galileo que lo intuyó.
—Ni Dubik zu cubo. Y fíhate.
—Bueno... Pues juega todo lo que quieras con el dichoso aparato. Pero el que rompe paga y se lleva los cascos.
—Ya te veo venid. Lo que quiede Mendugo ez un tedmómeto nuevo, de ezoz que tienen numeditoz, ¿eh?
—Yo no quiero nada. Sólo que no enredes. Que las armas las carga el diablo.
—No me hodobez, ¿también dizpada? se sorprendió gratamente Erre C. A.
—No, no dispara. 
—¡Qué mentidozo!
Es una forma de decir que si juegas con él, corres el riego de cortarte —le expliqué con toda la paciencia del mundo.
—Ez que mida —se me acercó—. Zi ponez el dedo aquí, zube la dayita doha. Y zi lo quitaz, baha.
—¿Me vas a explicar a estas alturas cómo funciona un termómetro de alcohol?
—No, zólo t’enzeño a hugá. Ya zé que tú edez muy lizto.
—Que te he dicho que no juegues con él, que lo más fácil es que se rompa. Te vas a cortar y luego no querras que te cosa... Y...
Oí el golpe y me volví, pero no dije nada al ver el termómetro roto en el suelo.
—¿Zabez? Edez un gafe, Mendugo.
—¿Y ahora qué? —le pregunté—. ¿Eh, ahora qué?
—Poz ahoda lo decoho. Y después me zacaz a la haddineda y Ede Se A te dise zi hase fío o caló. Pedo zi me vez loz labioz modaoz y que me pongo asul me metez, ¿vale?
—O eso, o me compras uno nuevo. Y no necesito que tenga numeritos.
—Poz va a sed ezo, podque no tengo ni un eudo.


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