miércoles, 22 de febrero de 2012

Canicas

—Como te vea mi chica enredando en su bolso te la vas a liar.
El buscanicas
—Ez que ze m’ha caido dento una canica. Mi favodita.
—¡Cuidado, que viene! —grité y engañé al rano. Éste dio tal salto que se cayó de espaldas en el suelo—Que no, que era broma.
—¡Vaya zuzto, colega!
—Anda, busca tranquilo, que salió temprano esta mañana y no viene a comer.
—Zí, como que me lo voy a queed ahoda.
—Que sí, que va en serio. Éste es el bolso que usó ayer.
—Tú lo que quiedez ez que me coma el tigue.
—Por cierto, ahora que lo pienso, las canicas son mías.
—Ésta no.
—¿Seguro?
—¿Qué paza, que te queed el dueño de todaz laz canizaz del mundo?
—No, sólo de las que estan en este bote, que ahora está medio vacío.
—Poz no midez a Ede Se A. Cada ves que viene un niño o una niña a ezta caza le degaláiz un puñao. Y anda que no vienen niñoz ni na...
—Noto cierta envidia en tu defensa.
—Mi defensa no tiene nada que envidiá a loz niñoz, ni a Vidiato.
—Tu defensa no, ¿y tú?
—Yo tampoco.
—¿Quieres un puñado de las mías?
—Bueno.
—Coge diez que te gusten, anda.
—¡Qué shuli, azí tengo onse. Zi ez que encuento la del bolzo.
—¿Sólo tenías una?
—Clado, pod ezo eda mi favodita —y se puso a elegir canicas—. A ver, una. A ezta roha la voy a hasé un veztido... Doz, a ézta  un zombedo... Tez, a ézta ota una cacita de muñecaz... Cuato...
—Pero, bueno. ¿Cómo juegas tú a las canicas?
—Como me da la gana. O ez que quiedez que te haga un aguhedo en el zalón?
—No, no. Mejor, no. Sigue, sigue.
—Una, a ezta amadilla...
—Oye —le interrumpí otra vez—. Llevabas tres o cuatro.
—Ez que m’haz diztaído. Ahoda ya no zé laz que llevo...
—Las que tengas en las manos. No tenías ninguna.
—¡Vaya, cómo estamos al tanto! ¿eh? A loz niñoz no ze laz cuentaz...
—Es que los niños no intentan liarme.
—Poz zedáz al único.






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