El pedsonahe |
—Poz ézta ez máz bien dedonda.
—Sí, encima cachondéate.
—No me cashondeo, pedo una pelota ez
dedonda, no cuadada.
—¿Y cómo se te ha ocurrido hacer una
pelota con todos mis apuntes?
—Tú ziempe eztaz disiendo que zon un
dollo, que vaz a hasé una bola con elloz y a la papeleda. Que no te zidven pada
nada y todo ezo...
—Pero eso es cuando me cabreo conmigo
mismo porque no veo claro lo que quiero escribir.
—Yo quedía ayudá. Ziempe eztáz con que ni
decoho, ni limpio, ni oddeno. Y, ademáz, ez papel desiclao. Y no me digaz que
la tinta eztá muy cada. Tú pod ahodá, ezquibez hazta en loz cantoz de laz
hohaz.
—Yo escribo donde y como quiero. Y cuando
te digo que mantengas la casa limpia y ordenada, me refiero a tus cosas, no a
las mías. ¡Madre mía! Tres años tomando notas para que llegue un rano atontado
y... No quiero ni pensarlo.
—Ede Se A te lo adegla. Vedáz.
—Sí, a ver como quitas la cinta adhesiva
sin estropear lo escrito.
—Ez tazpadente. Zi ezquibiedad en
cuadednoz en ves de en folioz zueltoz... Pedo, clado, zon máz badatoz... Y zi
ya eztán ezquitoz, poz máz.
—Ya estamos como siempre. La culpa la
tengo yo, que soy el que sufre las consecuencias. O sea, que soy el único quie
escribe en folios usados, claro. Cosa que es extrañísima.
—Vaaaaaale. Yo te deezquibo todaz laz
notaz.
—Sabes que no entiendo tu letra.
—Ya. Ni tú, ni nadie. Vez, pod ezo no
debez zufí. En ezo edez como cualquieda.
—Pues lo acabas de arreglar.
—Pedo zi no he hesho nada. Y yo zigo
viendo la pelota.
—Mira, yo no sé qué es más difícil, si
educar a una persona o a un personaje.
—Ahí zí que me haz dado, Mendugo.
—Sí, a ver si ahora te vas a ofender por
llamarte personaje.
—No, yo me ofendía podque queía que me
llamabaz pedzona.
—Lo mismo me da que me da lo mismo.
—Poz no. Según el dissionadio una pedzona
ez un individuo de la dasa humana.
—Tienes razón, porque en ese mismo libro
se define personaje como alguien singular que destaca por su forma de ser o
actuar. Y eso cuadra más contigo.
—Pod una ves estamos d’acueddo.
—Si profundizamos, seguramente no.
—¿Entonsez no quiedez que adegle el
desaguisado de tuz apuntez? Yo lo deho y zantaz pazcuaz.
—No. Dejemos la conversación. Y tú no
comes hasta que sea yo capaz de reconocer mis notas.
—Eze punto va en conta de la Convensión
de Hineba.
—La Convención de Ginebra trata sobre las
personas civiles y los soldados, no sobre los personajes.
—Yo me defedía a la Convensión zobe loz dedeshoz d’autod de mil novecientoscincuenta y doz. Y pod eztenzión a los dedeshoz de zuz pedzonahez, liztillo.
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