—No me extraña, con todo lo que nos están
haciendo tragar.
—¿Tú queez que ez pod ezo?
—Por eso y por lo otro.
—¿Y qué ez lo oto?
—Lo otro es lo que te metes entre pecho y
espalda al cabo del día.
—Poz yo queo que m’eztáz envenenando.
—Tú ya estás envenenado, en el sentido
coloquial y argentino de la palabra.
—Y tú ziempe eztad cohiendo a Ede Se A,
en el zentido vulgad y adhentino también.
—Bueno, dejemos de echarnos flores.
Déjame que eche un vistazo. A ver, abre la boca, que vea si tienes la lengua
sucia.
—No puedo, ze me caedían todoz loz
colladez.
—Pues venga, que te palpo la barriga, a ver si la tienes dura.
—Pues venga, que te palpo la barriga, a ver si la tienes dura.
—Vale, pedo no apietez.
—¿Y esto? —le pregunté a Erre C.A.
después de desclavarle un alfiler de la tripa.
—Un alfiled.
—¿Y qué hacía clavado en tu tripa? Si
puede saberse.
—Ez que ayé me di una zezión de
acupuntuda.
—¿No tendrás más, no?
—No, podque zólo uzé uno.
—La acupuntura en muñecos se llama vudú,
y no es precisamente una práctica sanitaria.
—Inzinuaz que zoy un buho.
—Sí, un brujo, pero no en el sentido que
tú le has dado.
—O zea, que zoy un lizto.
—Sí. Sabes que cuando caes enfermo todos
son cuidados... No siento que el rano enfermó, sino el mimo que le quedó.
—A ved zi ahoda no puede uno ni
acatadadze.
—Según los recortes sanitarios lo van a
prohibir. Por el gasto y por el absentismo laboral.
—Zegudo —ironizó el rano.
—Las leyes laborales no se basan en los
derechos, sino en las necesidades del santo mercado.
—Ezo que lo disez tú.
—¿Tú sabías, por ejemplo, que los obreros
que trabajaron en las pirámides egipcias podían justificar su ausencia del
trabajo por embriaguez, o por haber recibido una paliza de su mujer, o incluso
para fabricar cerveza?
—¿Y ezaz zon nesezidadez del medcado?
—Me refiero a que las leyes se ajustan a
los tiempos y a las circunstancias, no a los derechos, que en principio son los
que son.
—Poz yo laz pozzimaz selessionez voto a un fadaón, eztá clado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario