Hay muchas fronteras que separan imperceptiblemente una parte de otra, una percepción de otra, un sentimiento de otro. Hay quien opina que todo son emociones. Yo, de momento, me reservo la opinión, aunque he defendido que la voluntad no es una emoción, antes y después de leer al misógino Schopenhauer (sin entender mucho de lo que plantea). La línea entre la grata sensación de sentirse bondadoso y la desagradable de notarse tonto es, a mi entender, extremadamente fina. En el otro extremo está la de sentirse puta y paganini de la cama. Quizá el asunto radique en el tamaño del cucurucho o en el de las pipas que lo van llenando. Y en eso radica mi conclusión, en que nuestro cucurucho sea lo más grande posible, ya que el tamaño de las pipas no es una variable que podamos manejar. Siempre será mejor experimentar una sensación grata que otra desagradable, aunque nos engañemos. El honor, el orgullo, la prepotencia, la soberbia, el rencor, si bien son mecanismos de defensa, pueden ser adjetivados en ambas partes de la fina línea. La bondad, sólo puede estar en un lado.
martes, 22 de enero de 2008
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