Viene de
—¿Voy a tené que sacadme de la boca tos los collades?
—No, no hace falta, ya me voy acostumbrando.
—¿Zigo?
—Zigue.
Y seguimos.
—Pos leo. Ente el Amedeo eze y el Domingo me tenen fito. Manejan dinedo como zi no fueda suyo…
—Oye, una cosa. Verás, a mi Giuseppe, tu padre, me caía muy bien. Y eso que solo estuvimos juntos en una ocasión. Pero…, es que no me termino de creer que fuera espía del CESID. Tu padre era un león, con apariencia infantil y de peluche...
—¿Ya volves ota vez a lazandadas? ¿Pedo a ti qué leshe tan hesho lo animale, y máz loz de tapo?
—Nada. Aunque en todo caso me transmiten dulzura y ternura. Y si no fuera por eso.…
—¿Qué?
—Nada, nada. Mejor me callo.
—Sedá que te doy la lata, ¿no? Poque tú no padas de intedumpíme… ¿Queres oídlo o no?
—Pues no sé qué decirte, porque el asunto me pone de los nervios.
—Entonses, que te den. Yo ya me lo zé.
—No, hombre, digo rano, sigue, sigue.
Un poco amoscado y molesto Erre C.A. continuó la lectura del diario de su padre. Con ello descubrí los avatares de una vida impropia de un muñeco inmerso en una trama que, si bien los tribunales investigaron y calificaron de terrorista, no todos los que participaron aparecieron. Al menos, esa fue y es la sensación que para muchos quedó. Lo que iba a escuchar de boca de un batracio, emocionado y llorón (tuve que darle un pañuelo de papel porque me estaba poniendo todo perdido), producto del amor entre un león y una camella, aun debiéndolo creer, no me aclaró nada, y eso que el diario felino despejaba la famosa equis del caso.
—¿Voy a tené que sacadme de la boca tos los collades?
—No, no hace falta, ya me voy acostumbrando.
—¿Zigo?
—Zigue.
Y seguimos.
—Pos leo. Ente el Amedeo eze y el Domingo me tenen fito. Manejan dinedo como zi no fueda suyo…
—Oye, una cosa. Verás, a mi Giuseppe, tu padre, me caía muy bien. Y eso que solo estuvimos juntos en una ocasión. Pero…, es que no me termino de creer que fuera espía del CESID. Tu padre era un león, con apariencia infantil y de peluche...
—¿Ya volves ota vez a lazandadas? ¿Pedo a ti qué leshe tan hesho lo animale, y máz loz de tapo?
—Nada. Aunque en todo caso me transmiten dulzura y ternura. Y si no fuera por eso.…
—¿Qué?
—Nada, nada. Mejor me callo.
—Sedá que te doy la lata, ¿no? Poque tú no padas de intedumpíme… ¿Queres oídlo o no?
—Pues no sé qué decirte, porque el asunto me pone de los nervios.
—Entonses, que te den. Yo ya me lo zé.
—No, hombre, digo rano, sigue, sigue.
Un poco amoscado y molesto Erre C.A. continuó la lectura del diario de su padre. Con ello descubrí los avatares de una vida impropia de un muñeco inmerso en una trama que, si bien los tribunales investigaron y calificaron de terrorista, no todos los que participaron aparecieron. Al menos, esa fue y es la sensación que para muchos quedó. Lo que iba a escuchar de boca de un batracio, emocionado y llorón (tuve que darle un pañuelo de papel porque me estaba poniendo todo perdido), producto del amor entre un león y una camella, aun debiéndolo creer, no me aclaró nada, y eso que el diario felino despejaba la famosa equis del caso.
Para resumir y en bien de la claridad y del compartir información, el diario acababa de esta manera:
"Lo que pocos podrán adivinar es que el responsable de toda esta porquería soy yo mismo. Por eso me voy, desaparezco. Ahora que está saliendo todo a la luz, no quiero salir en la foto. No escribiré más, pero lo ya escrito se lo debo a mi ranito, a Giuseppe jr".
En la hoja siguiente, Giuseppe padre dejó muestras gráficas de su amor, lo que yo tomé como aval del diario, aunque seguía sin comprender la relación entre una camella (Manolita) y un león, pero ya es sabido mi dificultad para entender a los animales, a éstos y a aquéllos.
"Lo que pocos podrán adivinar es que el responsable de toda esta porquería soy yo mismo. Por eso me voy, desaparezco. Ahora que está saliendo todo a la luz, no quiero salir en la foto. No escribiré más, pero lo ya escrito se lo debo a mi ranito, a Giuseppe jr".
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