Nunca fue tan evidente (para mí) el engaño. Nunca admiré más al creyente con capital en el Vaticano que hoy. Resulta casi imposible que aquél que quiere seguir a Cristo ande por los caminos que la Iglesia Católica Apostólica Romana marca. Sentí de joven la fe, pero fue una fe inculcada a base de miedos y chantajes contra la inocencia, contra el desconocimiento. Cuando me di cuenta que el cielo (?) me lo tenía que ganar yo, que ningún abogado era legal y que estaban legitimados, en su mayor parte, por intereses terrenales, aquella infantil fe se fugó con la presión que me quité de encima. No era verdadera, era artificial. Hoy soy libre de elegir, sé distinguir entre Iglesia y Dios, y aunque la fe me falta, es ésta mejor situación que aquélla. Lo siento Concha, pero prefiero vivir sólo esta vida que apuntarme a un club que cree haberse inventado hasta la familia. Ah, y gracias por demostrarme que, a pesar de los hombres, la fe en Dios supera los desaguisados que aquéllos guisan, dentro y fuera de cualquier religión.
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