lunes, 7 de enero de 2008

Sorpresa mala y buena

—Me manda mi pade.
—¿Giuseppe?
—¿Quién iba a sé? Me ijo que te visitara. Que te contara.
—Pues cuéntame. Estoy impaciente.
—¿Tú sabías que mi pade era espía?
—¿Espía?
—Zí, desos que espían.
—No, no sabía nada.
—Pozí. Y era güeno. Mi madrrre, la Camila, nunca senteró. Yo lo zé poque me dejó una carta.
—Entonces está muerto.
—Zí, mueto matao. Mi madrrre tamén.
—Pero yo he recibido un paquete de ...
—Fui yo, en la carta me lo pedía. Antes dembarcá tenía que mandátelo. Poreso casi hemos llegao a la ves.
Ambos escondimos la lágrimas. En casos como éste no sé que es peor, si la esperanza o la certeza. Pasó el momento malo. Me sobrepuse y animé a la ranita a seguir con lo que le había llevado a mi casa.
—Sigue, sigue contando. ¿Cómo fue?
—No lo sé, no me lo ijeron... Como zoy menó… Me dieron la noticia, dos urnas y un mandao pa que viera a un abogao en Rabá. El señor Mojamé me entregó el paquete, una foto de mis pades, ésta,

y oto sobe con lo que ijo sé lasúrtimas voluntadez de Giuseppe, mi pade.
—Madre mía, chiquillo. ¿Lo habrás pasado mal, no?
—¿Uzté que cree?
—Perdona, pero lo que me cuentas me afecta mucho.
—En la carta de mi pade estaba la direción de ese Crul y la de uzté. Ponía que les vicitara a los dos, que eran sus amigos, y que estuviera tanquilo, pero yo quiero sé como él.
—¿Un león viajero?
—No ze entera uzté musho, no? Yo quiero sé un ahente, de los quespían. El pingao de Mundo Pisho me ha disho que pregunte en el cesí. ¿Qués el cesí?
—Ya no se llama CESID, sino ce ene i, y el chico ese, Crul, no es un pringao, es que tiene la cabeza llena de indios. El CNI es el servicio de inteligencia español, como la CIA en Estados Unidos.
—¿Y qué es Eztado Unido?
—Un país, el que todo el mundo pone de referencia. Es el que nos manda las películas, las de mentira y las de verdad.

—Ahora zi que no lentiendo, señor Mendrugo.
—Es igual, no tiene importancia. Es sólo un país, como Marruecos o España.
Sonó el timbre de la puerta. Fui a abrir. Era el señor que
lee el contador del gas.
Le hablé del tendedero y me siguió. Tomó nota y le acompañé a la puerta. Cuando volví al salón, el hijo de Giuseppe había desaparecido. Pero me dejó una nota pegada en el marco de la foto que olvidó:


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