jueves, 31 de enero de 2008
Palabras con vocación impropia (5ª)
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librería. f. biblioteca ( local en que se tienen libros).. […].
librería. f. Estado de una ría gallega o no en la que no estorba ningún barco o barca.
ej.: Tal como quedaron después de aquello del Prestige, que no había quien saliera a la mar.
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lioso. (De lío). adj. embrollador. […]
lioso. m. Plantígrado embrollado.
ej.: Rajoy.
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llocántaro. m. Ast. bogavante.
llocántaro. adj. Insulto o expresión que el propio sujeto se hace cuando se juzga inocentón.
ej.: “¡Llocántaro, que eres un llocántaro!”, se decía Gallardón ante el espejo.
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maña. (Quizá del lat. vulg. *manĭa, habilidad manual). f. Destreza, habilidad. […].
maña. m. Futuro inmediato que no llega a mañana.
ej.: No dejes para maña lo que puedes hacer hoy.
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marojo. (Del lat. malum folĭum, mala hoja). m. Conjunto de hojas inútiles o que solo se aprovechan para el ganado.
marojo. m. coloq. Marido de una maruja. 2. Mar. Vistazo echado al mar.
ej.: El ex de Marujita Díaz.
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marraqueta. f. Bol., Chile y Perú. Conjunto de varios panes pequeños que se cuecen en una sola pieza, y pueden después separarse con facilidad.. […].
marraqueta. f. Bastidor con mango que sujeta una red o pergamino, o ambas cosas, y que se emplea como pala en el juego del volante, de la pelota y otros semejantes, como el tenis, siempre que se juegue en la playa y dentro del mar.
ej.: Lo usan todas las familias con hijos o hijas cuando éstos se empeñan en comprarlas en los bazares de las ciudades costeras: “Paaapa, cómpamela unas marraquetas y juegamos en la playa”.
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marranada. (De marrano). f. Cosa sucia, chapucera, repugnante.
marranada. (De marrar y nada). com. Que siempre acierta.
ej.: La metereóloga no es una marranada.
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mesadura. f. Acción de mesar.
mesadura. f. Tablero con patas muy resistente.
ej.: La de Batasuna.
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mesenquimal. adj. Anat. Perteneciente o relativo al mesénquima, o derivado de él.
mesenquimal. intr. Conciencia de ser esquimal.
ej.: No tengo yo eso de mesenquimal, prefiero el Sur.
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mesmedad. (De mesmo). Por su misma mesmedad. loc. adv. U. para dar a entender que algo llegará natural y necesariamente a determinado fin, sin ayuda ni intervención de nadie.
mesmedad. f. Coincidencia en la edad.
ej.: Tu hermana es mesmedad que yo.
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Otra "serendipia"
miércoles, 30 de enero de 2008
Por agradecimiento
—Zi, pa que zupiera dél. Queda como er culo, pedo pefiedo leelo de su cuño y leta…
—Se dice de puño y letra.
—Ezo, de su cuño y leta mejod que pod boca dotos que segudo que no contan la veddá.
—Lo que también deduzco es que no te llamas Erre C.A.
—No, pedo me guzta que me llamen azí, ez mi mote… De mi badio. ¿Tú no tenes un podo?
—Un apodo.
—Vale, un podo, ¿no tenes?
—Sí, pedo, perdón, pero no te lo voy a decir.
—¿Pod qué?
—Porque sería el centro de tus chirigotas.
—¿Qué zon las shidigotas?
—Bromas.
—Ya vez, el ombligo del mundo… El cendo de miz shidigotas… ¿Quién te quees que edes, chaval?
—Es una forma de hablar. Creo que si te lo digo me vas a dar la barrila.
—Yo no teno badilas, y zi laz tenieda no te laz iba a da a ti.
—Tuviera, se dice tuviera, no teniera. Dar la barrila es ponerse pesado con algo contra alguien.
—¿Como tú con tus codecciones?
—Sí —reconocí—. Como yo con las correcciones que te hago. Pero es superior a mis fuerzas, lo siento. No me importa que tengas tu jerga, tu... tu forma de hablar por llevar un joyero debajo de la lengua, pero cuando oigo una palabra mal…
—¿Qué yo habo mal? ¿Qué yo habo mal? Amos venga ya, tío. Yo habo español pedfestamente. ¿O tú no me entiendes?
—Normalmente sí te entiendo, pero tú no dominas el español, Giuseppe. Eso deberías reconocerlo.
—Vaya pod Dios, habló Blas y punto dedondo. ¿Tú sabes como se llama el natural de un deino, el que ha nasido como yo en el deino de Maduecos?
—Pues no, pero no creo que tenga un nombre.
—Lo vez cono edes un incurto. Zí xiste un tedmino para denominad al natudal de un deino. Pedo zi lo quiedes sabé, antes solta tú tu podo.
No se me ocurrió corregirle. El jodío rano sabía latín, aunque yo le negara conocer el español. Me había calado. Había reconocido en mí la pasión por el lenguaje. Por supuesto di mi brazo a torcer.
—Está bien. Pero si no lo usas. Hay apodos íntimos, motes que sonarían mal fuera de tu entorno más próximo… Prométeme que solo lo usarás cariñosamente.
—Pometido.
—Mndro —susurre muy deprisa.
—¿Cómo has decido?
—Mendrugo —dije una vez pasada la primera vergüenza.
—¿Mendugo?
—Sí.
—¿Como un casho de pan? Mía tú que bien. Mendugo. Mendugo. Pod no sona mal. Mendugo. ¿Y yo podo llamadte Mendugo?
—Sí, si tienes en cuenta lo que ya te he dicho.
—Home, yo cadiño, cadiño toavía no te teno musho, pedo… con pitodeo no lo voy a usá.
—Con eso me vale. Y ahora te toca a ti.
—Tu ya sabez er mío.
—No me refiero a tu mote, sino a la palabra que designa al natural de un reino.
—Tu ez que edes tonto, Mendugo. A ved, ¿cómo se llama a uno que ha nasido en la Tieda?
—Terrícola.
—Pos a los nacidos en un deino se les llama regnícolas.
—Eso que lo dices tú. Te has inventado esa palabra.
Tardó poco, y digo mucho, en encaramarse a una escalera de mano que clavé en la pared y en la que puse todos mis diccionarios. Agarró el segundo tomo del RAE y, ya por su peso, ya por las prisas, acabaron los dos en el suelo.
—Vaya hoztia, Mendugo —escuché una queja que pareció salir del diccionario.
Me quedé mirándo y pensando en la plancha que iba a necesitar.
—Pedo, reasiona, tío. Ayúdame pod lo menos, que no puedo con ezte libo —el libro pareció moverse un poco.
Le quité de encima a Erre C.A. todas las palabras de un tirón y trate de levantarle. No se dejó, rodó y se levantó. Sacudiéndose el polvo y buscándose daños me increpó con razón.
—En qué penzaba el Mendugo, cazi maxfizio y tú midandome con cada de bobo.
—Perdona, tienes razón. Estaba pensando en la plancha.
—Zi maxfizio la plancha no va a zedvidme de na.
Terminó su inspección y, exagerando un dolor inexistente, trepó hasta su sitio favorito.
—Ahoda lo midas tú, pod lizto.
—¿Qué tengo que mirar?
—Ya voy entendiendo lo de tu mote, Mendugo. Pos el disionadio…
—Es verdad.
Y la busqué, y muy a mi pesar tuve que reconocer que él tenía razón.
Esa noche no cené, me había merendado todo mi orgullo, y quizá tampoco desayunara al día siguiente. Quien menos te esperas te da una lección sobre lo que más crees conocer.
Erre C.A. se llama también Giuseppe
—¿Voy a tené que sacadme de la boca tos los collades?
—No, no hace falta, ya me voy acostumbrando.
—¿Zigo?
—Zigue.
Y seguimos.
—Pos leo. Ente el Amedeo eze y el Domingo me tenen fito. Manejan dinedo como zi no fueda suyo…
—Oye, una cosa. Verás, a mi Giuseppe, tu padre, me caía muy bien. Y eso que solo estuvimos juntos en una ocasión. Pero…, es que no me termino de creer que fuera espía del CESID. Tu padre era un león, con apariencia infantil y de peluche...
—¿Ya volves ota vez a lazandadas? ¿Pedo a ti qué leshe tan hesho lo animale, y máz loz de tapo?
—Nada. Aunque en todo caso me transmiten dulzura y ternura. Y si no fuera por eso.…
—¿Qué?
—Nada, nada. Mejor me callo.
—Sedá que te doy la lata, ¿no? Poque tú no padas de intedumpíme… ¿Queres oídlo o no?
—Pues no sé qué decirte, porque el asunto me pone de los nervios.
—Entonses, que te den. Yo ya me lo zé.
—No, hombre, digo rano, sigue, sigue.
Un poco amoscado y molesto Erre C.A. continuó la lectura del diario de su padre. Con ello descubrí los avatares de una vida impropia de un muñeco inmerso en una trama que, si bien los tribunales investigaron y calificaron de terrorista, no todos los que participaron aparecieron. Al menos, esa fue y es la sensación que para muchos quedó. Lo que iba a escuchar de boca de un batracio, emocionado y llorón (tuve que darle un pañuelo de papel porque me estaba poniendo todo perdido), producto del amor entre un león y una camella, aun debiéndolo creer, no me aclaró nada, y eso que el diario felino despejaba la famosa equis del caso.
"Lo que pocos podrán adivinar es que el responsable de toda esta porquería soy yo mismo. Por eso me voy, desaparezco. Ahora que está saliendo todo a la luz, no quiero salir en la foto. No escribiré más, pero lo ya escrito se lo debo a mi ranito, a Giuseppe jr".
martes, 29 de enero de 2008
Palabras con vocación impropia (4ª)
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desbancar. Usurpar, sustituir a alguien en una posición y ocuparla. […].
desbancar. Nacionalizar la banca.
ej.: De esto Ugo Chávez sabe mucho.
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desbarrar. (Del ant. desbarar, disparar). intr. Deslizarse, escurrirse. […]
desbarrar. tr. Secar o quitar el barro.
ej.: Lo que hacen Zaplana y Acebes a Rajoy.
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descafeinar. tr. Extraer o reducir el contenido de cafeína en el café. […].
descafeinar. tr. Vomitar el café.
ej.: Como cuando lees las noticias desayunando.
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despegable. adj. Que se puede despegar.
despegable. adj. Aplícase a quien tiene la capacidad (o la suerte) de quitarse los golpes recibidos.
ej.: Luis Montes o cualquier otro médico del H. Severo Ochoa de Leganés que, a pesar de todo, no ha perdido su trabajo, ni nosotros su labor. No ocurre así con los otros médicos que han tenido que abandonar su puesto en este hospital y que, inocentes de toda culpa, han recibido los golpes de la inoperancia política de quien lame la esperanza.
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despichar. (De ide- y espichar). tr. And. descobajar. […].
despichar. int. capar.
ej.: Lo que habría que hacer con algunos usuarios del machismo extremo.
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despeo. m. despeadura.
despeo. m. Ventosidad inversa.
ej.: Acto que, según palabras de Camilo José Cela, era capaz de realizar desnudo y sentado sobre una palangana con equis litros de agua.
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despender. (Del lat. despendĕre). tr. desus. Gastar la hacienda o el dinero. U. t. en sent. fig.
despender. tr. Dejar de colgar.
ej.: La papada de Sara Montiel después de una de sus operaciones de cirugía estética.
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despelotar. (De des- y pelote). tr. coloq. Arg. y Ur. desordenar (turbar el orden). […].
despelotar. tr. Robar o requisar la pelota a los niños cuando molestan.
ej.: Lo que sigue a: “¡Niño! Deja de joder con la pelota, trae acá, coño”.
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desperado, da. adj. desus. desesperado. […].
desperado, da. adj. desus. Que no tiene forma de pera.
ej.: Un triángulo escaleno.
............................................................desplayar. (De des- y playa). tr. ant. explayar. […].
desplayar. tr. Quitar la playa.
ej.: Lo que hacen los del ladrillo en las costas, y que otros consienten.
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Las peores compañías
Daba igual la hora que fuera.
Donde él iba, ella detrás.
Tenía el cuerpo repleto de sus cornadas.
Sólo se alejaba un poco cuando llegaban los del camión con la luna roja, como si les temiera.
Mubunwa también recordaba que, cuando los soldados con cascos azules habían hecho su aparición un amanecer en el poblado, ella desapareció hasta la mañana siguiente.
Cuando era niño, cuando el río servía para todo y para todos, nunca apareció. Ahora, que era un sequedal, su perseguidora campaba por la aldea a sus anchas. Debía alimentarse de la nada, como él, como todos sus vecinos; pero a ella la alimentaba, cada día era más fuerte y ellos más débiles.
Ver morir a los niños entre sus garras era desolador, pero el propio miedo, el instinto de conservación, las raíces a las que se agarraba le mantenían en pie. Pero Mubunwa sabía que tarde o temprano le atraparía, le dejaría exhausto, sin fuerzas para seguir viviendo. Era cuestión de días, como mucho de semanas. Su ataque se había producido ya, lento, pero imparable. Por más que habían danzado, cantado, orado u ofrecido a los dioses, éstos se negaban a regar la tierra desde hacía ya muchas lunas. El brujo mantenía la tradición, pero ya cantaba solo ante los restos de una fogata consumida, únicamente recordada por la mancha negra del suelo, a los pies de un hombre que hacía por hacer los ritos de sus antepasados.
Una noche, su última noche, el brujo llamó a Mubunwa. “Ven” le dijo. Y Mubunwa le contestó con la mirada… “¿Para qué?”. “Para morir juntos”. “Entonces sí”. El hambre se acercó y no dio sus dos últimas dentelladas, porque a ésas seguirían otras tan mortales como arbitrarias.
¡Qué "malo" es conocerse!
lunes, 28 de enero de 2008
Una lección y un paréntesis en la historia del diario de Giuseppe
Cuando entré en mi despachito, vi que la lámpara se balanceaba. De ella, sujeto de una mano, colgaba Erre C.A. Cruzamos las miradas, y él la bajó al suelo, la seguí. Pero, ni allí donde el miraba, ni en ningún punto del parquet descubrí anomalía alguna. Terminé por preguntarle.
—¿Qué haces ahí?
Con voz nerviosa y acobardado, señalando hacia donde yo no veía nada, susurró:
—Una hodmiga.
—¿Una hormiga?
—Zí, nega, mu nega.
—Una hormiga negra. ¿Te has subido a la lámpara porque has visto una hormiga negra?
El tono de sorpresa, sazonado con burla, le hizo reaccionar. Quizá también influyera el sentirse acompañado.
—Sha madchao. Menoz mal.
Dio un salto y se bajó. Cayó en su lugar preferido, a espaldas de mi sillón. Desde allí me observa las más de las veces mientras yo hago mis cosas. De hecho le he puesto una mantita para que se sienta más a gusto. Más por quedar bien que por eficacia sabida, fui a la cocina, cogí de debajo de la pila un insecticida y rocié por el zócalo. Al hacerlo sobre un rincón, descubrí una hormiga. La maté con un dedo. El insecto se quedó pegado a la yema, y se lo ofrecí a Erre C.A.
—A vé. Pómela en la mano.
Lo hice con dificultad, porque estaba un tanto espachurrada. La miró unos instantes y se la comió. No tardó en escupirla y en poner cara de asco.
—Sabe a dayos.
—No me extraña, la he rociado con esto. Pero no entiendo cómo te puede dar miedo, y luego vas y te la comes.
—Anda, ezte. A ved zi a ti no te guzta el dabo de todo.
—¿El qué?
—El dabo de todo —repitió componiendo dos cuernos en su cabeza con otros tantos dedos —. De todo, muuuuuu.
—Ah, rabo de toro. Sí, sí que me gusta. ¿Pero qué tiene que ver?
—Que tú tamen te comez al todo y no edes todedo. ¿O no te dan medo los todos?
Se me abrió la boca y se me subieron los colores.
—Zi zupiedáis loz humanoz como ze oz ve dezde el mundo animal ¡Humanoz! Oz veiz como diozez, y no zoiz máz que hodmigaz. Ezo zí, to oz lo lleváiz pod medio. ¡Ya vez que mal tabía hesho a ti la hodmiga!
—Pero…
—Pedo na, hombe, pedo na de na.
La importancia de los tiempos verbales
No es lo mismo estar jodido (Camilo José Cela)
La foto del llorón se puede ver en
domingo, 27 de enero de 2008
Por fin el diario de Giuseppe
—¿Tú no te duchas nunca? —quise usar la mano izquierda.
—Zí, pedo cuando hase caló. Tardo musho en secame y menfío —me contestó con la boca llena y sin darse por aludido.
—Pues siendo una rana…
—Tú edes humano y nostás toldía pensando, ¿no?
—Pensando no, pero mi cabeza está todo el día dale que te pego.
—Yo mescupo la mano y me la riestrego.
—En mi mundo eso es una guarrada, y más comiendo.
—Pos los gatos sestán lamiendo sempre.
—Entonses, ¿queres leelo o no?
—¿El qué?
—El diario de mi pade.
Solté un “Bueno” que no le convenció ni a él, pero tardó poco en levantarse, dar seis saltos, abrir la jaula de la Merche y sacar de debajo de la paja el librito. Fuera otra vez de la prisión de la hamster, pareció pensarlo mejor, salió del salón, y al poco apareció con unos folios.
—¿Has cambiado de idea?
—No, pedo mejó leé la focotopias quel originá. No zea que lostropees.
—Vaya, y ¿cómo crees que puedo “ostropeá” el diario de Giuseppe?
—La nicotina afesta a los inincunabes.
Si Erre C.A. hubiera estado hablando con mi madre, ésta hubiera hecho un comentario del estilo: “Bendito sea Dios, los incunables", pero yo me callé, y él se explicó.
—Lasice la ota tade. Pocieto, te apañé unos eudillos del tado de la cosina.
—Mira tú qué bien.
—La focotopias zon pa ti, ¿no?
—Pero yo no lo sabía.
—Pedo, pedo, pedo. Mida que pones pedos. Pedo ya lo zabes.
—Y aunque no lo hubiera sabido, ¿no?
—Mida que edes agadao, ¿eh? Mestoy cuetionando ladgadme a Mundo Pisho.
—Pues lo llevas claro, porque me parece que tu contacto se larga a la India.
—¿No jodobes?
—Bueno, me lees o leo.
—Mejó te leo, poque la leta de mi pade es como un deguero de hodmigas cabeadas. Pedo, hasécate, que no quero hablá alto.
Me arrimé. Él no se iba a mover, claro. Y le invité a empezar.
—Veintioso de madzo. Sud de Fancia. Eztoy escondío. Noztoy zeguro de no habé zido deztapao. Ezte azunto me va a matá, zino lo hase una de la do padtes. To minterés es llegá al zeñó equi. ¡Mida que encadgadme a mí de laz cantadillas der podé. No había oto pa eta labó. Teno la zenzación deztá yendo conta loz míoz. Ademá, ni lo micófono funsionan, ni la gabadora, ni na de lo que mapañé en el SESÍ. Paiz, paiz. Hoy me ziento má que nunca lejo de mi camella y mi danito.
Le interrumpí.
—O sea, que te llamas Dani, ¿no?
Me arrepentí de la imprecación porque vi correr una lágrima por su cara. Se repuso y me contestó.
—No, tío. Yo me llamo Ede Sea. Cuando eda shico mi pade me llamaba su danito, de dana.
—De rana querrás decir.
—¿Voy a tené que sacadme de la boca tos los collades?
—No, no hace falta, ya me voy acostumbrando.
—¿Zigo?
—Zigue.
Y siguió, y seguiremos, pero otro día.
sábado, 26 de enero de 2008
Gracias y perdón
viernes, 25 de enero de 2008
Palabras con vocación impropia (3ª)
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desmayar. (Del fr. ant. esmaiier, perturbar, desfallecer). tr. Causar desmayo. […].
desmayar. tr. Arrancar la hoja del calendario correspondiente al mes de mayo.
ej.: Ras. Y aparece la hoja del mes de junio.
junípero. (Del latín iunipĕrus). m. enebro.
junípero. m.. Pero recogido durante junio.
ej.: Los comprados en la frutería después de mayo y antes de julio.
juninense. adj. Natural de Junín. U. t. c. s. […].
juninense. com. adj.. Nacido en el mes de junio.
ej.: Mi compañera de piso y cama.
mayorana. (Quizá del lat. amarăcus, con cruces de etim. pop.). f. mejorana.
mayorana. m. adj. Se dice del mes de mayo cuando engaña y sale rana, bien porque hace frío propio del invierno, bien porque no fructifican los vegetales. Antónimo de mayoría.
ej.: Mayo del 68, al que asistieron en Paris todos los progres nacidos antes de 1950 y después de 1940.
mayorar. tr. ant. Dar en mayor o mejor porción.
mayorar. tr. ant .Rezar durante el mes de la Virgen.
ej.: Dios te salve, María. LLena eres de gracia, el Señor es contigo…
mayorear. intr. Nic. Comerciar al por mayor.
mayorear. tr. Sacar las alfombras a orear en mayo.
ej.: Mi vecina de arriba lo hace y me pone toda la ropa tendida hecha un Cristo.
mayoría. f. Cualidad de mayor. […].
mayoría. f. adj. Se dice del mes de mayo cuando cumple todas sus risibles expectativas. Antónimo de mayorana.
mesón. (Del lat. mansĭo, -ōnis, con infl. del fr. maison). m. Establecimiento típico, donde se sirven comidas y bebidas.
mesón. anglicismo. Mes activo, su antónimo es mesoff.
ej.: Este enero que colea.
mesquino, na. adj. desus. mezquino.
mesquino. m. Mes de los caballos.
ej.: Abril, cuando se corre el Grand National.
mestal. m. Sitio poblado de mestos y otros arbustos.
mestal. m. O mes cual, cualquier mes.
ej.: Octubre
jueves, 24 de enero de 2008
Erre C.A. se instala en Minismisterios
—¡Joe, qué ben güele, colega! ¿Qué guisas?
—Pisto.
—¿Pizto? ¿Y ezo qués?
—Verduras fritas con tomate.
—Poz, a mí, la veddedura no me guzta.
—Se acompaña con huevos fritos, y es una buena comida.
—A mí no meches dezo. Con doz güevo y musho pan tengo batante.
Se sentó en la freidora, se quemó el culo y protestó.
—¡Hoztia, como quema ezto!
—La cocina es un sitio muy peligroso. Te puedes hasta volver neurótico. Ten cuidado. Y el pisto es para mañana, no para esta noche. He frito croquetas, por eso está caliente la freidora.
—Poz mañana tampoco meches. Solo los huevos.
—Vamos, que te quedas a cenar hoy y a comer mañana.
—Y a dormí tambén.
—Oye, ¿tú no venías a instalarte en Mundo Picho? ¿Sabes que han cambiado la decoración de su casa?
—Zí, pedo er colegui dallí se come las zobras daquí. Y yo pefiero las cozas de pimera mano.
—Claro, ahora lo entiendo.
—Heztado penzando…
Tuve paciencia, detrás de esa frase, siempre viene una noticia. Seguí trajinando en la sartén con la espumadera.
—¿No tintereza qué penzado?
—Me lo vas a contar de todas formas.
—Qué lizto, er mushasho.
—Vivido, diría yo.
—Que te voy a dejá leé el diadio de mi pade.
—¿A cambio de de plato y cama?
—No. A cambio de que me contes cozas que no entendo. ¿Quién ez el zeñor GAL?
—Que yo sepa, nadie. En todo caso puede ser una trama que se organizó en las sombras contra el terrorismo de ETA.
—¿De eta qué?
—No todos hablamos como tú. De la organización terrorista ETA, no de eta coza o aquélla —le imité para que me entendiera.
—Pod Giuseppe, mi pade, andó con ezo.
—Anduvo.
—Ezo, andó. Dezpué de cená, zi tú queres… —me sugirió.
Y como uno tiene su orgullo le di largas, y le quité importancia a lo que yo estaba deseando.
—Tengo otros asuntos en la cabeza. Mañana, si acaso.
—Tú te lo piedes.
Y tenía razón.
Yo, y vosotros también.
Pero todo llegará.
Son las cinco y pico de la madrugada
Se me ha olvidado dormir.
Tenía en la cabeza los recuerdos de cuando era capaz de ser Tarzán de los Monos a la vez que el Capitán Trueno, y nadie me tomaba por loco.
Me he puesto a escribir. Ocho líneas a lo más. Me sale el post de “Mis recuerdos”. Corrijo, y así me dan las uvas, pero de mañana.
Hoy, ser padre, amo de casa, cocinero (mañana lasaña para comer), escritor de pacotilla, compañero, chico de los recados, etc., ya no tiene gracia. Ni en un mismo tiempo, ni por separado. Tampoco me toma nadie por loco, sino por otra cosa que ni miento. Y lo peor es que no quiero ser ya ni el Rey de la Selva, ni Crispín. Lo tengo más difícil, pretendo ser yo mismo. Y, a veces, lo consigo; pocas, pero en ocasiones me reconozco. Bueno, esto ni lo corrijo, así lo colgaré. Así lo cuelgo.
Mis recuerdos
martes, 22 de enero de 2008
Merche y Erre C.A.
Pero la tranquilidad duró poco. El sonido que comenzó como un murmullo, terminó entrando en mi despachito como el propio Erre C.A. había hecho; y eso que fui cerrando, sucesivamente, la puerta del salón, donde él estaba viendo la tele, la del pasillo y la de mi habitación de trabajo. Tuve que salir de mi mundo.
—¿Te parece que el volumen es adecuado, colega? —le pregunté.
—Zí —me contestó—. Zi no, no se oye ben. Tu tele tene más años tú.
—Mi tele tiene la edad que le da la gana. Igual que yo, ¿vale? Y aunque en esta casa no está prohibido nada, todos sabemos que no debemos molestar a los demás.
—Yo no te molestado. Según tú, ez la tele. Degáñala a ella, no te fatidia.
—Esto es el colmo.
—No, Suecia eztá mu lejote.
—Qué graciosillo, el batracio. Mira, no quiero enfadarme, así que empezaré otra vez. Hola, Erre C.A., ¿serías tan amable de bajar el volumen de mi televisión? Estoy intentando escribir un cuento y no me centro.
—Hombe, zi me lo pidez azí…
—Muchas gracias.
—Digo, que zi me lo pide uzté azí, me lo penso.
—¿Y?
—Va, venga, vale. Zolo la estaba viendo porque dicen musas toterías. Azi que, la quito y yaztá.
Menos mal que la apagó, porque la contestación a la suya no hacía honor a huéspede alguno. Tardé en recuperar la concentración, pero lo conseguí. A la hora y media, me levanté para ir al baño. Haciendo pis me acordé de Erre C.A. «La verdad es que se ha portado, no ha molestado lo más mínimo después del incidente televisivo». No volví al despacho, fui al salón a verle. Estaba subido en la jaula de Merche (una hámster). Hablaba con ella. Le saludé y le pregunté qué hacía.
—Diztraéndonos. Amboz inclucive tamos aburríos.
—¿Y qué la cuentas?
—Laztoy recitando laz palabraz de Ortega y de Gazé sobre La Debelión de laz Mazaz. La visto abudida y me disho, ¿pod qué no?
—¿Y cómo se lo toma?
—La vedá ez que no lo zé. Llevo máz de una hoda soltando el dollo y, dede el pincipio, no ha padado de zubí y de bajá pod loz badotez. Yo queo que no la gusta, padece como zi quisiera huí.
A lo mejoz prefiede la Rebelión en la Granja, de Yors Orgüel, pedo no me la zé de memodia. ¿La tienes?
—Sí, sí que tengo ess novela, pero no me parece adecuada para entretener a un animalillo que está encerrado.
—Pedo las encerrao tú, ¿no?
—Sí, y no.
—Yaztamo eshando balone fueda. Pod lo meno deconoceráz que libe no ez la pobecilla.
—Podría contestarte que si la dejáramos libre duraría menos que mi paciencia en tu presencia, pero no. Porque yo siento y pienso igual que tú, que los animales también tienen derecho a su libertad y a sufrir su destino.
—¿Entonce, po qué la tenes aquí?
—Yo no la tengo aquí. Yo la cuido, la limpio la jaula, la echo comida, agua. La trajo mi hija. Y como todo lo que trae a casa y se queda —esto lo dije con retintín— es el chache quien se hace cargo de ello.
—Pedo, no desías que la cuidabas tú. ¿Ahora la cuida el chache? Edes un mentidoso.
—Chache es una palabra que es similar a mi menda o a yo.
—Ah, bueno. De todas fomas no la debes de dá mu bien de comé, poque sa lía con las cuentas de mi collá y si me descuido...
—Estarías jugando. ¿Quieres darla unas pipas de girasol?
—No, poque a lo mejó me toma cariñín, y a lego, cuando me vaya, sufe.
—Tú mismo.
—¿Haz cabao describir?
—Por ahora sí.
—Entonce me voy.
No entendí lo que me quería decir, pero por la inercia, y por la convivencia con mi hija, metí la pata al preguntarle:
—¿Vas a venir a cenar?
—Puede, no lo zé. Taluego —se despidió, y ya sin vergüenza cambio de collar.
Lo que más me sorprendía de esa manía suya era que el collar que se sacaba de la boca no estaba mojado. Me quedé solo, y le di a la cabeza. «Eres la polla, tío. Dices que te molesta y le das pie para que se instale en tu vida. Y, encima, se fuma tus puritos», pensé a través de mi alter ego con cuernecitos. El otro, el de alas blancas contestó: «Pero, tronco, si el rano es un encanto, ¿qué te cuesta aguantarle? Y, además, seguro que termina haciéndote partícipe del diario de su padre».
—Seguro —contesté yo nada convencido.
Una línea muy fina
Una línea muy fina
lunes, 21 de enero de 2008
Una Esperanza
Y si eres mujer madura y política lo exteriorizas en público.
Vencer una batalla, salvo que sea la última, no garantiza que el enemigo/amigo firme el armisticio.
Aunque en la películas, los buenos (los nuestros) siempre ganen, en la vida real hay excepciones. Conviene no olvidarlo y acogerse a humilde. No siempre es beneficioso salir en la foto.
Incongruencia íntima
domingo, 20 de enero de 2008
Adivinanza
Pistas
La retransmisión fue en directo.
Había cuatro comentaristas, dos hombres, una mujer y un bocas pesado y graciosillo.
El evento duró 105 minutos, divididos en tres partes, durante la central, de 15 minutos, se emitieron anuncios porque no había nada digno que retransmitir. Las otras dos duraron casi lo mismo.
El protagonista del evento no es una persona, ni dos… ni veintidós.
Frases más reiteradas por veces dichas, que aparecen entre paréntesis
La Sexta (13.253)
Cuidado (13.122)
Tiqui taca (13.100)
Antenízate (13.025)
Pinocho (13.002)
Eh, Salinas (12.956)
Eh, capitán (12.956)
¿No, eh? (12.847)
Bob Dylan (12.823)
La Respuesta Está en el Viento (12.798)
Ya lo decía yo (12.761)
Los Beatles (12.685)
Cu currucucú (12.663)
Y tal (12.660)
Jugón (12.609)
Kubrick (11.958)
La Chaqueta Metálica (11.958)
El próximo partido (11.905)
Super-cómodo (11.859)
Esto da muchas vueltas (11.758)
¿Qué pasa, Guas? (11.707)
La vida puede ser maravillosa (11.488)
Ahí estamos (10.503)
Estamos buscando la canción del verano (8.659)
La manera diferente de ver (7.584)
Tara rara rara, pa pan pa pan pa pan (6.944)
La toca, la toca, la trata de tocar (6.876)
Me importas tú, y tú, y solamente tú (6.331)
La frase (inteligente) de la retansmisión
“Mal enemigo es el Villarreal si se pone con este marcador” (ganaba este equipo 3-0 y restaban 10 minutos aproximadamente para que acabara el evento).
Extracto de la declaración de uno en pantalón corto
(Sé que está fuera de contexto, pero mejor no adornarlo)
“Me siento más de este equipo, porque cuando metes un gol, te sientes más del equipo”.
Conclusión
Sé que es muy difícil. No el acertar de qué evento se trata, sino aceptar que la lista anterior pueda ser verídica. Pero, los números cantan aunque sean exagerados.
Pista gráfica
Antes de que entres en la solución, ahí va otra pista, ésta gráfica:
Nota: La foto está bajada de www.lasexta.com (he quitado el enlace, porque no te deja volver)
sábado, 19 de enero de 2008
La lata y la cura de Erre C.A.
Me volví y quedé mirándole interrogativamente.
—¿Y tú qué? —terminé por contestar.
—¿Qué cuándo esquibes miz cozaz?
Fui descortés.
—Cuando me apetezca. No tengo ninguna obligación de hacerlo, como entenderás.
Como pudo se encaramó a mi viejo y voluminoso monitor. Eso sí, me pasó por encima de la cabeza; por eso se me quitó la mala sensación por haberle contestado al desgaire.
—Ties rasón, yo tamén hago lo que me zale de las naices. Pedo podías curadme del tó.
—Me temo que de cirujano tengo poco.
—No nececito de méquidos.
Abandoné el cuento que estaba escribiendo.
—Así no hay quien se centre, ¡coño! —protesté—. Y si vas a pillarne… De acuerdo, no soy veterinario.
—Desos menoz. Ezto se me quita con un planchao.
—Vamos, que lo dices tú. Una herida en la cara, otra en la tripa, un hombro dislocado, la pata a rastras, y pretendes solucionarlo con un masaje a doscientos grados.
El salvapantallas saltó.
—Y con vapó, zi ez pozible.
Esta vez mi mirada fue más larga por tenerle de frente. Di una palmada en la mesa y me levanté. Erre C.A. pasó de mí y, como el golpe ocultó la frase de Serrat que se pasea por la pantalla de mi monitor y que uso para recordar, el muy cotilla, en un escorzo se puso a leer el resultado de mi esfuerzo.
—Deja eso, no seas cotilla. Si tú no quieres que yo lea el diario de tu padre, yo no quiero que leas mis cosas. Y si quieres que yo escriba sobre el gran Erre C.A. —me burlé— colabora y sé más respetuoso y educado.
—Poz ma dicido un pagarito que hay a quien le gusta lee sobe mí.
—¿Un pagarito? A saber qué has estado haciendo mientras hablaba por teléfono.
—Escondiendo ota vé el diario de mi pare. ¡Oye! ¿Tenes un medidó de lícuidos?
—Sí, ¿por qué?
—Eg que teno gana de haser pis.
—El otro día te vi orinando en el inodoro, si no recuerdo mal —quise molestarle—, y además el medidor lo uso para alimentos.
—Y yo pada sabé cuanto meo, me guzta. Mi réco eztá en dosientos ventités centímetos cúbicos. ¿Y er tuyo?
Iba a mandarle a la mierda por guarro, pero me acordé de cuando yo era chico; bueno, y no tan chico.
—El mío está en dos minutos cinco segundos. Yo cronometro la meada.
—Ah…. Bueno, ¿me planchaz o qué?
Esta vez no fue o qué. Y quien yo pensé que se iba a quemar me quemó con un cigarro. Siempre pasa igual, das la mano y te comen hasta el codo. Y encima, el jodío rano me cae bien, y eso que me echó la bronca porque casi le estropeo las conexiones RCA que tiene en el pecho.
—Uza un paño, hoztía, que me vaz a .... [no entendí la palabra*] loz conestorrez.
*Podría ser torrar, pero a saber.
Los frailecillos
viernes, 18 de enero de 2008
Palabras con vocación impropia (2ª)
(Todas las palabras en negrita existen en el Dicc. de la RAE)
carapato. m. Insulto entre avicultores. No existe el femenino.
ej.: Tú, carapato, ¿cuántos se te han escapado hoy?
cinestesia. (Del francés cinesthésie, y este del griego κíησις, movimiento, y αíσθησις, sensación). f. Psicol. Percepción del equilibrio y de la posición de las partes del cuerpo.
cinestesia. f. Persona que queda extasiada ante un film perdiendo la conciencia de sus miembros.
ej.: A mi prima le gustan mucho las pelis, es una cinestesia.
confiar. (Del lat. *confidāre, por confidĕre). tr. Encargar o poner al cuidado de alguien algún negocio u otra cosa. […].
confiar. locución quejosa. Exclamación de arrepentimiento de tendero o comerciante minorista.
ej.: Con fiar, mira lo que me he conseguido.
cristianego, ga. adj. Cualquiera bautizado y de color negro.
ej.: Martin Luther King
dinacho. (De origen mapuche). m. Chile. pangue [planta].
dinacho. voz onomatopéyica. Usada para animar a llamar a Ignacio.
ej.: Di Nacho, y seguro que viene. Si no, no sabe que le llamas.
reputado, da. (Del latín reputăre). adj. Reconocido públicamente como experto en una profesión.
reputada. f. Persona reconocida como muy prostituida. 2. Doble putada.
ej.: Los tránsfugas socialistas de la Comunidad de Madrid. 2. Que vuelva a subir el Euribor.
septeto. (Del latín septem, siete). m. Mús. Composición para siete instrumentos o siete voces. […].
septeto. m. Varón con siete tetas.
ej.: No se necesita, ni se conoce.
sequero. (De seco). m. Tierra sin riego. […].
sequero. frase hecha. Afirmación de párvulo.
ej.: —¿Carlitos, quieres un caramelo? —Sé, quero.
sepancuantos. (De las palabras sepan cuantos, con que generalmente principiaban los edictos, amonestaciones, cartas reales, etc.). m. coloq. Castigo, zurra.
sepancuantos. m. Muletilla para abrir una bravata o amenaza.
ej.: Sepancuantos me oyen que no dejaré títere con cabeza.
timorato, ta. (Del lat. timorātus). adj. Tímido, indeciso, encogido. […].
timorrato. m. Estafa de tiempo corto.
ej.: Franco fue un continuo timorrato, y menos mal que no llegó a tener la bomba atómica.
jueves, 17 de enero de 2008
El motivo de la mala dicción de Erre C.A.
—¿Qué leez?
—El Mundo de las Palabras.
—Bué, poz vaya rollo.
—Eso lo dirás tú, a mi ese mundo me parece fascinante.
—A mí, las palabas me resbalan.
—De la boca. Ya lo había notado. Hablas… —no encontraba la palabra—. Hablas, distinto.
—Pedo no ez por lo que tú quees.
—¿Y qué es lo que yo queo? —hice hincapié al imitar su dicción.
—No te impota.
—Dejémoslo. Si te apetece ya me dirás el motivo. Yo tengo pendiente lo que he descubierto.
—¿Er qué?
—Bueno, en realidad es lo que se me ha ocurrido, porque no he querido hacer nada sin ti.
Y le conté la ocurrencia sobre interpretar capas de Mendrugo como hojas del libro titulado Mendrugo.
—Pué sé. ¿Aónde tenes el libo eze?
—Voy por él.
Traje el libro y prácticamente me lo arrancó de las manos a pesar de tener el brazo en cabestrillo. Se puso a ojearlo y a pasar sus páginas sin miramiento alguno. Con el anca derecha sujetaba el libro, y con la mano derecha pasaba sus páginas con unos ademanes torpes y apresurados.
—Espera un momento que lo vas a descuajaringar.
—Ez que zoy zocato. Pero, aquí no hay na, tío. Solo letas impezas por una impesora…
—Eres un poco chuleta, ¿no?. Y no se pueden tratar los libros como si fueran vulgares ciudadanos después de unas elecciones.
—Yo zí puedo, ¿no laz notao?
—He usado poder por deber.
—Ah.
Con el libro a salvo y en mi poder, lo así de las dos cubiertas y lo sacudí con más delicadeza de la
—Ey, mira ezo. Paece un bló de notaz. Y me zuena.
Seguí sacudiendo, ya con menos cuidado, el volumen y el bloc terminó por caer sobre la mesa. Erre C.A., con un salto propio de los de su especie, se abalanzó sobre él . Y después de abrirlo despacito y con tiento, y echarme una miradita para que le reconociera su tacto, la alegría iluminó su cara. Los ojos no se le abrieron más porque ello es imposible, pero el rictus era inconfundible.
— Hoztia, qué bien. Ez la leta de mi pade.
Dejó el diario sobre sus ancas. Se quitó el collar que llevaba, y lo dejó sobre la mesita. Se metió los dedos en la boca y sacó de debajo de la lengua otro collar. Guardó el que se había quitado, y se colocó el nuevo. Ya sabía el motivo por el que Erre C.A. hablaba como lo hacía. Al sentirse descubierto el rano se puso colorao.
Sobre Ruiz Gallardón
P.D.: No viene a cuento, pero este post va dedicado a un internauta de Camargo (Cantabria), un desconocido por el que siento gratitud. Espero que se anime y me deje un comentario cuando le apetezca. Gracias señor o señora desconocid@.
Palabras con vocación impropia (1ª)
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camellón. (De camella). Artesa cuadrilonga para abrevar el ganado vacuno.
camellón, na. adj. Persona con andares de camello. 2. Camello grande.
ej.: Fraga.
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claror. (Del latín claror, -ŏris). m. Resplandor o claridad.
claror. m. Expresión propia de Chiquito, sobre todo si se alarga el sonido de la última ere.
ej.: Por la pradera va Bonanza. ¡Claror!, ¿quién iba a ir? (cantar la primera frase).
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cinéreo, a. (Del latín cinerěus). adj. ceniciento. Ver luz cenicienta.
cinerreo, a. adj. Persona atrapada por el cine.
ej.: Garci.
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eufemismo (Del latín eufemismus, y éste del griego εúφημισμóς). m. Manifestación (que no mitin) suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante.
eufemismo. s. m. Dicho propio de los llamados Eufemio.
ej.: "Prima me la escindo que llamare a los aglabidos". Eufemio, comandante naval bizantino.
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impedido, da. (Del participio de impedir). adj. Que no puede usar alguno o algunos de sus miembros. U.t.c.s.
impedida. f. Soltera que no ha tenido nunca pretendiente, que nunca fue pedida en matrimonio.
ej.: La Parca
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inteligible. (Del latín intelligibĭlis). adj. Que puede ser entendido. […]
inteligible. adj. Que no puede ser dirigido.
ej.: La MacroEconomía.
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maldivo, va. adj. Natural de las Islas Maldivas. U.t.c.s. […]
maldivo, va. adj. Cantante de ópera al que se le sube la fama a la voz o da mal ejemplo.
ej.: Se dice el pecado, pero no el pecador.
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nodal. adj. Perteneciente o relativo al nodo. […]
nodal. transitivo. Negar algo que te piden cuando estás en territorio chino.
ej.: Nodal la hola cuando te la pleguntan pol la calle.
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paramento. (Del latín paramentum). m. Adorno o atavío con que se cubre algo. […]
paramento. m. Que sirve para nombrar.
ej.: Espada que se usaba para nombrar a los caballeros de la Tabla Redonda.
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zopas. com. coloquial. Persona que cecea mucho.
zopas. f. pl. Sopa de letras hecha únicamente con la última del abecedario.
ej.: Las que publica QUIZ y otras publicaciónes de entretenimientos.
.........................................................................xD
miércoles, 16 de enero de 2008
Un post incompleto
martes, 15 de enero de 2008
¿De donde viene la palabra Google?
(1) Ediciones Paidós Ibérica , S.A., 2007.
Los recursos de Erre C.A.
Y así me quedé pensando. Y supe que era mejor esa introspección en las posibles ideas que la situación catatónica por seguir series televisivas. Después de un giro de cuello, que me costó lo suyo, mis ojos se clavaron en el diccionario de la RAE. Una solución. No arranqué el libro de la estantería, sino que busqué capa en el acceso directo de mi ordenador. «¡Joder, qué cantidad de acepciones!». No me aclaró mucho la consulta. Salí de mi ensimismamiento y, como ya era hora, me puse a hacer la comida. Cocinar para uno no me divierte. Siempre acabo friendo un par de huevos. Abrí el frigorífico, y, con la habilidad que me distingue, dejé caer uno al suelo. Según miraba el vertical recorrido del huevo me recordó mi mente lo desagradable y engorroso de despegar clara y yema del piso de la cocina. Pero esta vez no hubo caso, porque cuando la cáscara se rompió, el color amarillo no apareció. Bueno sí, pero no lo envolvía ese otro indefinido de la clara, sino un verde chillón. El embrión de pollo se había transformado en una rana: en Erre C.A.
—¡La made que me parió! Vaya hoztía me dao.
Estas fueron sus palabras antes de los cientos de ayes que salieron después por su bocaza.
Me acuclillé y vi que mi amigo el rano había perdido el conocimiento. Reaccioné. Dejé el otro huevo en su sitio con suma aprensión, y atendí a Erre C.A. Le limpié las heridas y le vendé. Con el ojo morado no supe qué hacer. No estaba dispuesto a estropear un filete tal y como están los precios. Las vendas y las tiritas no me dolieron porque me las traigo cuando voy al médico de cabecera, claro, siempre que me deja solo en la sala de curas, donde pasa su consulta. Le tendí en el sofá, le tapé y, tras confirmar que tenía pulso y respiraba pausadamente, volví a la cocina. El hambre no se me había pasado, pero los huevos ya no me apetecían. Así que, fabada Litoral al canto. Y para que la comida no resultara pesada me puse con una ensalada de lechuga y cebolla. La cebolla cruda me encanta. Y gracias a ella me vino a la cabeza una idea sobre las capas de Mendrugo.
Una cebolla tiene capas, como las hojas de un libro y si Mendrugo era el personaje que había usurpado para aparecer yo en mi blog, puede ser que Giuseppe se refiriera a él, no como un personaje, sino como el libro titulado Mendrugo. Claro, eso era: las capas eran las hojas de su libro.
Con los ojos llenos de lágrimas solté el cuchillo y la cebolla, y salí hacia mi despacho. Empecé a buscar el primer original que había editado con mi impresora láser. Y lo encontré a la vez que oí la llamada de Erre C.A.
—¡Tito Mendriugo, Tito Mendriugo! Me duele mucho.
Cogí el libro encuadernado manualmente con gusanillo y corrí hacia el salón. Sentado y sin manta me recibió el rano, como siempre tan impertinente.
—Tú no tenes que llorá, el que tene pupita zoy yo. Y me duele cantidá.
Le ofrecí un Adiro (Aspirina más barata) y le traje dos con un vaso de agua.
—No me gustan, saben a tapo.
—Pues te las tomas —ordené—. Si no, no te cuento lo que he descubierto.
—Ezo é santaje.
—Y tú un quejica.
—Pos te puedo demandá por agresió.
—Y yo te puedo volver a meter en un huevo y congelarlo —le amenacé.
—Me laz tomo, tae. Pero cuenta.
—No, antes comemos. Yo por lo menos tengo hambre.
Innovación vaticana
sábado, 12 de enero de 2008
Segunda visita de Erre C.A.
—En la carta mi dicía que había escondio, aquí en Madrí unas notas y su diario.
—¿Y te aclaró dónde?
—Dijo quentre las capas de Mendriugo.
—Pues yo no uso de esa prenda.
—Der verdadero Mendriugo, quiero decí.
—Da lo mismo, que lo mismo me da. Él tampoco viste capa.
—¡Y tú que sabes, lizto!
—En ése tema estoy más informado que nadie —pasé por alto su impertinencia juvenil.
—¿Poqué?
—Porque, Mendrugo, por suerte o por desgracia, se ha instalado de okupa en mi cabeza. Y allí se ha hecho un hueco, del que no le saca ni un regimiento de olvidos.
—¡Ah! ¿Entonses, no tene capas?
—Que yo sepa no, no tiene. Pero imagino que tu padre no sería tan tonto de dejar escrito dónde escondió su diario… Yo creo que lo de las capas, es una clave, que es un mensaje codificado. Si escondió esas notas no iba a dejar por ahí a la luz su escondite para que cualquiera lo leyera.
—Cuarquiera no. La carta era para mí.
—¿Y tu quieres ser espía? O sea, que nadie pudo haber robado la carta del despacho del abogado, o simplemente él mismo podía abrir el sobre y leerla. ¿Qué ponía en el sobre?
—Para mi hijo, Erre C.A.
—¿Y cómo estaba escrito?
—Con letras.
—Ya me lo imagino. ¿A máquina, a mano, cómo?
—A máquina.
—¿Tenías en casa máquina de escribir?
—No, pero teníamos ondenadó y empresora. Tamén Intenné y eso.
—Bueno, es igual. Pero entiendes lo que quiero decirte, Erre?
—Sí. Pué que tengas rasón. Pero zi Mendruigo no tié capas, ¿qué quiso decí mi pade?
—Pensemos…
Y así nos quedamos un buen rato hasta que mi visitante dijo que tenía hambre.