—¿Y qué ez lo tuyo?
—Pues mis hijos, mi matrimonio... Mi vida.
—¡Va! Shodadaz.
—Claro, todo lo que no te incluye a ti son chorradas, ¿no?
—No me lo he planteao, pedo zi tú lo disez...
—Sí, ahora di que no.
—Oye, que yo no m’he levantao con el pie cambiao.
—Ni yo. Pero es que no paro con tus cosas.
—El que no pada zoy yo. No te digo. Que zi quítate de ahí que hay
que hased la cama, que zi no me dusho, que zi m’esho la ziezta...
—Las siestas.
—Bueno, vale, laz zieztaz. Que zi no te metaz en el figodífico,
que zi lávate laz manoz antez de comed...
—Es que lo que me parece mentira es que te lo tenga que recordar a
diario. Yo creía que venías educado.
—Y azí he venío, pedo ez que me guzta oidte.
—Entonces, no te quejes.
—Yo no m’eztoy quehando. Edez tú, lizto.
—Y de eso ya ni hablamos.
—¿De qué?
—De que siempre tienes que llevar razón.
—¿Acazo lo dudaz?
—Mira, mira...
—¿Qué mido?
—Mídete la lengua, no vaya a ser que después de la siesta del
cordero te la encuentres más corta.
—Ensima con amenasaz. ¿Pedo qué he hesho yo?
—No es lo que has hecho, sino lo que dejas de hacer.
—Ah, ezo también. Zoy un monztuo, zoy capás de pecad a la ves pod
ezzezo y pod defesto.
—Venga ya, que no quiero discutir.
—Poz cualquieda lo didía. Yo aquí aguantando el shapadón pada que
me zidvaz el dezayuno y m’encuento con una toztá que no ez de pan de molde.
—Hoy el desayuno te lo haces tú.
—Ezo desía yo. A ved Ede Se A, ¿qué t’apese dezayunad? ¿Hoztiaz y
pan fito o modoz con mendugoz?
—Anoche sobró media tortilla.
—¿Pada qué te metez, zi no zabez todead, Manolete? No hablaba
contigo que t’haz negao a dadme el dezayuno. Hablaba con Ede Se A.
—Y yo también, listo.
—Pod déhale en pas, que le ha levantao dolod de cabesa uno que
tiene el día todsido. ¿Entonsez, danito lindo, te apetese todtillita de
patata con el Colacao?
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