—¿Por qué lo dices? Fue una charleta como tantas otras.
—D’ezo nada, monada.
—Lo dirás tú.
—Tu intoledansia cada ves queda máz en evidensia.
—Lo que nadie puede pretender es que, a estas alturas, me olvide
de lo que he llegado a ser.
—Ya, pedo destificad ez de zabioz.
—Pero yo no soy un sabio, ni lo seré nunca.
—Ya, pedo él quita impodtansia a la impuntualidá y tú cada ves ze
la daz máz.
—A mí no me gusta que me hagan esperar.
—Ni a él, pod lo que oí ayed. Pedo no le da la menod impodtansia.
—Pues yo sí. Me parece una falta de respeto.
—Y a él un defestillo máz que va en el lote de quienes se
delasionan con él.
—No voy a discutir contigo también.
—Clado, doz no dizcuten si tú no quiedez.
—Lo malo es que siempre trague el mismo.
—¿Tú nunca haz llegado tadde a una sita?
—Claro que sí, y no a una sola.
—¿Entonsez?
—Que me he sentido muy mal y no sabía donde meterme. Y yo no soy
perfecto. Pero esas vivencias me reafirman lo que pienso.
—La convivensia ez compensión.
—Y respeto.
—Ezo zuena a arcaico.
—Y lo tuyo a todo vale.
—Ez que todo vale.
—Será a ti.
—Y a ti cuando no tienes máz demedio.
—Si no peleas por mejorar no tiene mucho sentido seguir para
adelante.
—Poz aplícate el cuento.
—Estoy yo como para cuentos.
—La humanidad no zedía la mizma zin loz cuentoz.
—Ezo ez hugad zusio, y el
potagonizta ez un zapo. Pedo dame un bezito a ved zi tienez zuedte y
me conviedto en un Felipe.
—No, gracias. Te prefiero tal y como eres.
—Poz ya odiaz la monarquía, ¿eh?
—No, es que no soy homosexual.
—¿Y zi me convidtieda en una Letisia?
—Menos.
—¿Y en la Made Tedeza?
—Entonces, de saberlo, te comería a besos. Y después te clonaba.
—Bueno, al menoz haz demostado que te guztan loz cuentoz con final
felis.
Imagen
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