—¿Qué?
—¿Tamaño o calidad? —preguntó el rano a bocajarro.
—Calidad —contesté, y él hizo la gracia.
—Oto que la tiene pequeña.
—¡Qué gracioso!
—Ez que m’he levantao de buen humod.
—Y has desayunado tres veces —me sonreí e hice una mueca de
complicidad—. Pero me alegro. Aunque si nos alejamos del plano sexual, el
tamaño sí tiene importancia.
—Yo no eztoy d’acueddo.
—¿No?
—No.
—Porque eres pequeño —aproveché para desquitarme..
—Ya me l’haz devuelto, ¿eh?
—A ver si eres capaz de leerte un libro que yo te dé.
—Vaya tontedía.
—Te advierto que es más grande que tú —le dije mientras buscaba el
librote.
—Tampoco zoy tan shiquitín.
—Toma, a ver si puedes siquiera abrirlo.
—¡Ho, tío! ¿De dónde haz zacado ezte mamoteto? —preguntó Erre C.
A. al recular—. No lo zueltez que m’aplazta.
—Me lo regalaron como muestra de cariño y agradecimiento.
—Ede Se A no puede manehad ezo, colega.
—Ya te lo había advertido. De todas formas, no te preocupes. Está
escrito en búlgaro y en latín. Además, trata sobre Botánica.
—Tienez dasón, a mí el mundo de laz botaz no m’intedeza nada, azí que no me peocupa.
—La Botánica es la ciencia que estudia las plantas, no las botas.
Y la palabra viene del latín que a su vez la incorporó del griego. Su
significado es hierba.
—Poz menoz aún.
—A mí todo lo vedde me da depado.
—Menos cuando miras al espejo.
—Ya, pedo yo no me como.
—Hablando de comida.
—¿Qué? —se interesó más el rano.
—Que hoy no comemos en casa. Nos han invitado unos amigos.
—¿Eze noz m’incluye?
—No, lo siento. Sólo a mi chica y a mí.
—A vesez me ziento como Alf.
—Yo no te escondo, sino todo lo contrario.
—Ya, pedo m’ezcluyez. Y no zé qué ez peod.
—Yo no puedo obligar a nadie a que te invite, ni puedo imponer tu
presencia a nadie, salgo que venga a mi casa. Pero no te quejes, anda.
—¿Y qué voy a comed yo? —me preguntó un tanto preocupado.
—Anoche asé un pollo cuando te habías dormido. Lo he dejado en el
frigorífico. Pero no te lo comas dentro, que te conozco.
—¿Fío? ¿Me lo voy a comed fío?
—El pollo frío también está bueno.
—A ved, enzéñamelo.
—No lo toques ahora.
—Zólo iba a catadlo.
—Es para que comas tú. A su hora. Luego lo cenaremos nosotros.
—¿Ezo ez un pollo pada tez? —me peguntó perplejo señalando el
dorado pollo— .Zi padese un godión que z’haya quiao en Incozol.
—El hotel Incosol está cerrado. Y en la pollería ha pesado medio
kilo largo.
—¿Zegudo que no t’han dao el cambiaso? Padese el hedmano pequeño
de un picantón.
—Seguro. Pero no te preocupes —recapitulé al tomar conciencia del
tamaño del pollo—. Si no sobra, haré otra cosa de cena. ¿Pero ves como el
tamaño sí que importa?
—Dezde luego el de tu dacanedía zí.
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