—Buenaz, Mendugo —me contestó Erre C. A.
—Te noto contento.
—Ez que Ede Se A t’ha dezuelto un temita.
—¿Qué me has resuelto? —le pregunté, no sin preocupación, según
vaciaba las bolsas de la compra.
—T’h’evitao una vizita inezpedada e inútil. T’ha llamao el
podólogo pod teléfono.
—Mira tú qué bien. ¿Qué quería, darme hora?
—No l’ha dao tiempo.
Empecé a preocuparme en serio.
—¿Y por qué?
—Poz podque l’he dehao clado que en ezta caza no había nada que
podad —paré y me le quedé mirando—. ¿Qué paza, podque me midaz azí?
—Pero bueno, ¿tú no sabes a qué se dedican los podólogos?
—Clado, zu popio nombe lo indica: a podad. Y que yo zepa, en ezta
caza no hay ádbolez ni adbuztoz.
—Tú todo lo interpretas según te suena y a tu antojo.
—Vaya. A ved, lizto, a qué ze dedican loz podólogoz zi no ez a
podad.
—En griego pie se dice podos y experto, logo. Dedúcelo.
—No, zi ahoda dezulta que hay que zabed guiego pada atended el
teléfono.
—Yo no sé griego, pero sí sé que las palabras del idioma español
tienen su origen en lenguas clásicas como el griego y el latín, entre otras. Es
lo que llamamos la etimología de las palabras, que no es el arte de timar por
Internet, porque tú...
—Poz a mí en el cole no m’han hablao d’ezo.
—No, si toda la culpa no es tuya. Ya a nadie le interesa el origen
de las cosas, sino su utilidad y aplicación. Las Humanidades están de capa
caída.
—¿Y cómo petendez que a un dano le interezen laz Humanidadez?
—Tienes salida para todo, ¿eh?
—Ze te van a dezconhelad loz helaoz.
—Y distracciones también. Pero no me ayudes a colocar todo esto,
tú tranqui, tronco.
—O zea, que según tú la palaba figodífico viene de la madca de
heladoz Figo.
—No, según yo no. Según tú. Porque según mi opinión debe venir de
la palabra latina frigorificus que quiere decir que enfría. Y me imagino que la
marca de helados también.
—¡Ho, no doy ni una!
—No. Tú oyes a un tartamudo preguntando cuándo y te crees que es
un pato. Y el pato lo eres tú, pero mareado.
—Ahoda me didáz que madead no viene de mad.
—No, en eso has acertado.
—Vaya, menoz mal.
—Pero no me marees más que tengo que acabar de recoger la compra.
—Luego disez que no me intedeza el odihen de laz palabaz. Pod la
boca muede el pes.
—¡Ah! Y a ver cómo arreglas lo del podólogo.
—Yo no pienzo tocadte loz piez, ezo lo tengo clado.
—Digo lo de la llamada.
—Musha etimolohía y ningún decudzo. To lo tié que hased uno. A
ved, ¿dónde tienez el númedo de teléfono d’eze ezpedto en podoz?
La caja de helados que le tiré le dio en toda la cabeza.
Imagen bajada de www. blogclubmradazul.blogspot.com
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