—¿Qué me daz zi te cuento una buena notisia?
—¿Tú también haces negocio con la nuevas? Te doy las gracias y vas
que chutas.
—Poz vaya coza.
—¿La noticia es fabricada o es espontánea?
—Ez zimplemente buena.
—Bueno, pues te doy el margen de la duda.
—Poz me la guaddo pada mí.
—Haces bien, una buena noticia hoy en día es un tesoro. Pero que
sepas que has convertido una buena noticia en un secreto.
—Yo no zoy de la penza doza.
—Y también has perdido la oportunidad de ser el portavoz de una
alegría. Que es una de las mayores satisfacciones que podemos tener.
—Zé que al final endedaz a Ede Se A y te la cuenta gatiz.
—Para que veas que soy respetuoso no voy a insistir más.
Guárdatela para ti y disfruta.
—Yo dizfutadía máz contándotela.
—Ya te lo decía yo, pero también que no iba a insistir.
—¿Y zi aplasamoz el tueque hazta que tú la oigaz y le dez un valod
de medcado?
—No insistas, ya no quiero ni saberla.
—Poz tú te lo pieddez.
—O tú.
—Tiene qwue ved con eze mundo infantil que tanto defiendez.
—Si eso es un reproche encubierto, ya sabes por donde te puedes
meter la buena noticia.
—No me cabe, zigo ezteñido.
—Me extraña.
—¿Pod?
—Porque comes más judías que la locura nazi.
—¡Qué compadasión máz dezgasiada!
—Tienes razón, pero es que me sacas de quicio.
—Eze disho no ez azí.
—¿Ah, no? ¿Y cómo es?
—Edez máz feo que quisio.
—Estás tú bueno.
—Algunaz cadtedaz también opinan lo mizmo.
—¿Todavía piensas que la cartera está por ti?
—Zólo tienez que fihadte en cómo me mida.
—Yo le doy otro valor a esas miradas.
—Tú, como siempre, tan pozitivo. Y como me haz hadtao te voy a dad
la buena notisia.
—Habla chucho que no te escucho —y me puse a tararear una canción
de Serrat. Mientras, el rano trataba de hacerse entender. Le escuché, pero no
me di ppor enterado. Mi orgullo infantil no me lo permitió.
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