—¿Otra vez me has cogido las llaves?
—Ez que no zabía a qué hoda iba a volved.
—Déjalas en su sitio, anda.
—No, toma. Ponlaz tú, que zi luego no laz encuentaz m’eshaz la
bonca.
—Trae. ¿Y dónde has ido, si puede saberse?
—De vizita a la Bolza de Madí.
—¿Y qué tal?
—Ya se podqué la llaman el padaqué.
—No le llaman el paraqué, le llaman el Parqué.
—Poz ezo ahoda también lo entiendo. Mida que lo tienen pulido,
¿eh? Pedo allí no zube ni baha nada ni nadie. Pod no ved no he vizto ni ezcaledaz.
—Es que ahora no hay corrillos, todo se hace vía telemática.
—Lo que zi he vizto han zido mushoz bonoz en laz papeledaz.
Padesían la de un quiozco de la O.N.S.E. que no da un pemio. La poca hente que
entaba, midaba laz pantallaz elestónicaz, eshaba un viztaso a suz papelez, loz
rompía, loz tidaba a la papeleda y ze madshaba. Alguno hazta zoltaba una
laguimita.
—Mejor que se lo tomen así, y no a la tremenda.
—¿Tú nunca haz hugado a la bolza?
—No. Lo más cerca al Monopoly
—Ede Se A de pequeño zí. Íbamos mogollón detáz de uno y le desíamoz:: la
bolza o la vida, o el talego de la comida. Y el oto noz tenía que dad algo.
—Eso es jugar a ladrones.
—¿Y hay alguna difedensia?
—Hombre, pues sí.
—Codiho: dano, pues no.
—A ver, nadie te pone una navaja en el cuello para que adquieras
acciones.
—Pedo t’engañan.
—Eso no es robar a mano armada.
—Vaya que no. ¿O loz timadodez no uzan admaz zicolóhicaz y te
doban?
—Bueno,los timadores también son ladrones, pero con el
consentimiento e interés del timado. Lo que no sé es cómo todavía la gente no
ha aprendido que nadie vende euros a peseta.
—¡Anda, poz había un tío veztido de zupedman que cuando he pazado
a zu lado m’ha ofesido una abeha pod mil eudoz. L’he disho que no, que a mí me dan
miedo laz abehaz.
—Ves. Hay mucho listo.
—También m’h’encontao con oto dizfasado de cow-boy.
—¿Y ese qué vendía?
—No ze qué de una pirámide o de un negosio piramidal, pedo como a
mi me da miedo el mundo eze de loz muedtoz y de loz fadaonez...
—También has hecho bien ignorándole.
—Pedo el que máz m’ha llamao l’atensión ha zido un tío veztido de
tjhe y codbata que ze ofesía pada decalificad un todotedeno.
—¿No sería todo el terreno?
—Quisá zí. Pedo como yo no tengo ni coshe ni finca tampoco l’hesho
cazo. Ahoda, la que máz lloraba eda una shica hoven.
—¿Te habrás interesado por ella, no?
—Clado. M’he asedcado y la he hablado con dulsuda. Pedo lo único
que desía ente hipido e hipido ha zido: ¡Qué pima zoy! ¡Ay! ¡Qué pima zoy! Y
no m’ha dao tiempo a máz, podque ha apadesido un zeñó con una cadteda de cuedo
gande y nega, veztido mu bien, le ha agadado del baso y l’ha disho: Venga, zeñodita
Diezgo, decompóngaze, que tiene que dad buena imahen en la zubazta. Y ze la ha
llevao. Fíhate que hazta he penzado en la tata de blancaz, aunque a mí m’ha
padecido que eztaba un poco nega. Zi me hubieda llevado loz doz eudoz que tengo
ahodadoz, ze loz hubieda dado.
—Eso hubiera sido muy generoso de tu parte.
—Ahoda me adepiento de lo que he penzado antez de id.
—¿Y qué se te ha pasado por la cabeza?
—Que zi entaba al Padqué zin dinedo, no podía zalid con menoz.
—Sí, en eso la Bolsa no se parece a los bancos.
—¿Y qué tienen que ved loz bancoz con la Bolsa? ¿No zabez tú que
zi adaztaz un banco pod el padqué, ézte ze daya?
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