—¿T’acueddaz tú?
—Vete al carajo.
—Bueno, zí, ¿y qué?
—Que tengo la sensación de que el especialista pasa de mí como yo
de él.
—Pod lo que tú cuentaz la culpa ez tuya.
—Tú, como siempre, defendiendo a los amigos.
—A ved: te decomienda que andez y no andaz, te decomienda que no
fumez y fumaz. ¿Qué quiedez?
—No lo sé. Si acaso que respeten mi decisión.
—Dezpeta tú laz zuyaz.
—Y lo hago. Sé que ha de mandarme lo que me manda, pero yo soy el
último responsable de mis decisiones.
—Pedo yo l’entiendo. A nadie guzta que le ninguneen.
—Yo no le ninguneo.
—Pod a Ede Se A ze lo
padese.
—La actitud y la comunicación con mi médico de cabecera, Lourdes,
es muy fluida y agradable. Por ejemplo.
—Podque ella t’ha metío el dedo en el culo.
—¡Qué bruto eres!
—Pedo ez la veddá.
—¿Y tú cómo lo sabes?
—Pod la boca muede el pes.
—Y las ranas de hambre. Pero vas a conseguir que no te cuente nada.
—La almodana ez lo que tiene, que no la zufez en zilensio.
—Según dicen sí.
—Ez que eze ez oto tópico qu’ezplota la publisidá. El mehod
declamo ez pometedte que yo te cudo el dolod. ¿O no? Ziempe ha funsionado.
—Tienes razón. Cuando uno no tiene salida es capaz de creerse
cualquier cosa. Incluso algunos desean que les mientan. Pero, la verdad, es que
yo no sé... La peor esperanza es la falsa.
—No tienez n’idea. De la falza ezpedansa zon conzsientez tanto el
que la da como el que la acepta.
—Eres un poco rudo, ¿no?
—Tú zabaz. Tú nunca m’haz mentido. Yo te pago con la mizma moneda.
—Eres un rano peligroso.
—No. Tu consiensia ez la que te pone en diezgo.
—Pues yo deseo los menos riesgos posibles.
—Pedo no hasez nada pod evitadloz, y ya assedez a loz peodez.
—Habló Blas y punto redondo.
—No zabía que no eztábamoz zoloz. A ved zi va a zed eze Blaz el
que filta laz cozaz.
—Venga, ponte ahí que te hago la foto.
—Vaz de culo, que ez lo que te ofesco. Zi quiedez foto aquí tienez
el mío, con etiquetaz y todo.
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