—Punto es una de las
palabras más versátiles de nuestro idioma. Es capaz de adaptarse con facilidad
a muy diversos significados.
—¿Y a qué viene eze comentadio?
—Sólo pensaba en voz alta. Es el punto de partida de una idea.
—Tienez que dehad de leed el dissionadio, no te zienta mu bien.
Eztáz a punto de que te dé lo que a
don Quihote.
—Sí, ahora que acabo de cogerle
el punto, lo voy a dejar. Además yo tengo mi punto de honra.
—Ez que no zabez ni en que punto
cardinal t’encuentaz, tío.
—No lo necesito. Siempre me encuentro en el punto de partida de algo. Siempre aprendo algo.
—Poz yo me ziento como que ziempe, me padese eztad en tu punto de mida.
—Porque eres un punto
filipino.
—Dezde mi punto de vizta
no.
—Y yo creo que ese es tú punto
débil.
—Pedo ezo noz lleva a un punto
muedto. Ede Se A pienza una coza y Mendugo la contadia.
—Pues habrá que buscar un punto
de encuentro. ¿No crees?
—Zí, podque eztamoz en un punto
quítico.
—De no conseguir entendernos repartiríamos puntos negativos, uno para ti, otro para mí.
—¿Intentamoz que zean puntoz
pozitivoz?
—¿Ves? Ese es el punto
neurálgico de una disputa dialéctica.
—En una dizcuzión hay mushoz puntoz
en el odden del día.
—Y si está escrita más, porque contiene puntos seguidos y algún que otro signo de dos puntos.
—Amén de puntoz zuzpenzivoz.
—Y sin olvidar el punto
interrogante y el punto y coma.
—Eze ez el que máz me guzta a mi. Punto, y coma. Y máz zi me llaman d’uzté. Eze ez mi punto fuedte.
—Menos mál que no son las mujeres
de punto. Pero es verdad, tú estás siempre en buen punto para masticar.
—Puez ya qu’eztamoz, desayunamoz al punto.
—Ahí andamos en puntos.
—Ezo no lo entiendo, aunque tampoco zé lo qu’ez un coshe de punto.
—Un coche de punto
equivaldría a un taxi actual. Y andar en
puntos es tener desavenencias, andar en diferencias. Pero no se puede, o
debe, desayunar tres veces. Y punto
redondo.
—¿Aunque se haya hesho antediodmente a punto ladgo?
—Sí, aunque se haya hecho sin esmero. Pero vamos a bajar un punto la discusión. ¿Te
parece? Tú siempre levantas un punto
el asunto del condumio.
—Y tú ziempe midaz en puntoz,
ziempe depadaz en minusiaz.
—Si leyeras hablarías con más puntos
y comas.
—Ziempe daz en el punto,
¿eh?
—Y tú deberías hablar de este tema a punto fijo, más cabalmente.
—Me voy a dad un punto en la
boca podque todo lo que digo ze devuelve conta mí, ez como ezcupid al
sielo.
—Sea en buen punto.
—Según como lo entiendaz, podque pada mí ez en mal punto.
—Hasta cierto punto estoy de acuerdo contigo.
—Mida, Mendugo, con ezo haz ganado
mushoz puntoz.
—Gracias. Yo siempre intento, al menos, no perder puntos.
—Y yo no puedo pasad pod oto punto.
—La necesidad es lo que tiene, en esta ocasión he ganado a los puntos.
—Pedo tú ponez loz puntoz
muy altoz.
—Pues mejor pongamos los
puntos sobre las íes.
—Pod punto genedal loz
ponez tú, yo loz tengo que zufid.
—Discutamos el tema punto
por punto.
—Vale, pedo mehod hagamoz
punto d’ezte empeño en entendednoz.
—Espera, que estoy estofando lentejas para mañana, están mejor al
día siguiente y creo que ya están en su punto.
—Zabez que yo ziempe eztoy a
punto de cadamelo pada zentadme a la meza.
—Que son para mañana. Y
todavía hay que ponerlas a punto.
—Ni que fuedan el motod d’un coshe. Pedo, oye, ¿y podque haz
batido laz cladaz a punto de nieve?
—Porque hoy comemos suflé. Por eso comemos a las dos en punto.
—T’ha dao el punto con
el suflé.
—Es que me gusta mucho, sobre todo el de queso gruyere. Y además, me
sale en su punto.
—Mendugo, te voy a hased un
cumplido pada poned el punto final,
ziempe zedáz mi punto de defedensia.
—Y tú mi punto flaco.
—Ya vez, y yo queyendo qu’eda tu punto nego.
—Punto menos el flaco
que el negro.
—Pedo bueno, hemoz hablado del tema sin faltar punto ni coma, aunque tú edez un hombe de punto.
—De todo punto yo no
soy puntilloso.
—Pedo tú calsaz mushoz
puntoz en ezto del idioma. Pedo demoz
punto a ezte pozt que ya z’ha hesho mu ladgo.
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