—Le he puezto una vela a Zan Casique.
—Menos coña.
—Vaya tela ayed, ¿no?
—Sí, comí con unos amigos.
—Y me padese que también bebizte.
—Un día es un día, y no tenía que conducir.
—¿A qué hoda te levantazte de tu ziezta?
—A las once de la noche.
—¿Y zabáz que laz únicaz assionez que han zubido ezta mañana zon
laz de laz Bodegaz Valdepeñaz, no?
—No exageres.
—No ezahedo.
—Sí, sí exageras.
—No. Noz eshamoz la ziezta a la ves.
—No lo sé.
—Yo sí, eztaba lúsido.
—Sí, te estás luciendo.
—Pedo zé
a qué hoda la empesazte y ahoda zé a que hoda l’acabazte.
—¿Me vas a echar tú a mí la bronca por la siesta? Si no salgo soy
un eremita, si salgo me lo bebo todo...
—¿Zabez que cuando llegazte hablabaz como yo?
—No. No me acuerdo. Pero todo se pega.
—Poz teníaz la lengua máz godda que la badiga.
—Y tú tienes más grande la boca que el cuerpo.
—¡Qué penzadán de ti!
—¿Quiénes?
—Cualquiera que te vieda y escushada.
—Me importa un pito.
—Poz no hase musho me dizte una shadla zobe la imahen.
—Quien me importa sabe como soy. Además, el Cacique me da sueño.
—Ezo le paza a Ede Se A con el Mendugo, pedo no ze me pone la
lengua godda.
—Pues como sigas largando la vas a tener más corta por culpa del
Mendrugo, ya verás.
—La veddá, quien dise laz veddadez, piedde laz amiztadez.
—No, las pierde el que airea y exagera los trapos sucios de un amigo.
—Ahí t’he pillao. Deconosez que...
—Pues claro que beber en exceso no es recomendable para nada. Pero
un día es un día.
—Y doz un pad, como disez tú. ¿Y qué selebabaiz?
—Nada.
—Poz cuando selebez algo no zé qué va a pazad.
—Aunque ahora te parezca mentira, yo no celebro las cosas bebiendo
como un cosaco.
—Zí, ezo ez lo malo. Tú no selebaz nunca nada. Tienez peligo
cuando no andaz de selebasión.
—Trae para acá esa lengua tan larga.
—¡Y un cuedno! Zi me la coztaz, a ved con que zuheto yo miz
colladez.
—Desde luego es para lo único bueno que la usas.
—Y pada debañad el plato también.
—Mira que eres guarro.
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