—¿Qué no t’ezplicaz, Mendugo?
—Que tengo un poto que revienta de vida y el otro más lánguido que
el euro.
—Ah, bueno. Penzaba que ze tataba de ota pegunta metafízica
d’ezaz que te zacaz de la shizteda. Pedo tienez dasón. Y zé de lo que hablo.
—¿Entiendes de plantas?
—No.
—¿Entonces?
—Que Ede Se A también ze
peocupa del poto shushudio.
—Bueno, al menos demuestras un poco de sensibilidad.
—Y máz.
—¿Cómo que más?
—Poz que cada ves que pazo a zu lado l’ezcupo.
—¿Cómo que le escupes?
—Zí, que l’ezcupo. Que le apodto humedá ya que lus no le puedo
dad. Me da penita vedle azí.
—No es que me importe mucho, pero me parece una guarrería.
—¿Una guadedía la zaliva? ¿Tú zabez qué ez el abono odgánico que
z’esha en loz cultivoz? Poz caca de la vaca.
—Bueno, sí. Tienes razón.
—Vaya, menoz mal. M’empesaba a peocupad que cuando te diheda la
ota forma de diego m’eshadaz la bonca.
—¿Y qué otro sistema de riego usas, si se puede saber?
—Ahoda zí queo que ze puede zabed.
—¿Pero cuál es?
—El sistema odgánico del que te hablé antez.
—¿La saliva? No entiendo.
—La zaliva, no. El piz.
—¿QUE TE MEAS EN EL POTO?
—No te pongaz azí. Ya eztaba muztio cuando empesé.
—Aparte de un cerdo eres un asesino de plantas.
—D’ezo nada. La odina ez inocua zi eztáz zano. Disen que loz
domanoz la uzaban de dentífico y mida zi conquiztadon puebloz.
—Vamos a dejarlo que no me quiero cabrear más. Pero que te quede
claro, en esta casa se caga y se mea en el inodoro. ¿De acuerdo?
—D’acueddo.
—Faltaría más, hombre.
—Codiho: dano. Pedo zí falta máz.
—Pues no me lo cuentes. No lo quiero saber.
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