—¿QUÉ HACES OTRA VEZ AHÍ DENTRO? —le grité a Erre C. A.
—¿Tú que queez? —me contestó con cara de bueno.
—Comer, seguro.
—T’equivocaz. Ezta ves ez pod la calod. Yo queo que Pedo Botedo
z’ha dehao laz puedtaz de zu caza abiedtaz de pad en pad.
—Sal del frigorífico ahora mismo —le ordené.
—No. D’aquí no me voy. Me zacan.
—Pues te saco —le confirmé según le ponía encima de la mesa de la
cocina—. Pero no ves que ahí dentro hay comida.
—Ensima de hased que Ede Se A se cuesa, le llama siego.
—No, ciego no. Guarro.
—Podíaz eztidadte un poco e inztalad un apadato de aide
condicionado.
—Acondicionado —le corregí.
—Acondicionado eztadáz tú, podque yo no m’acoztumbo.
—Pues tú no has nacido ni te has criado en el Polo Norte
precisamente.
—Pedo en mi pueblo había shadcaz.
—Sí, y ahora me dirás que te bañabas.
—No. Pedo miz amigoz me zalpicaban y azí iba tidando. Ademáz, en
el deziedto, pod la noshe, defezca. No como aquí.
—Pues cuando riegue las plantas, te tiras de cabeza a la
jardinera.
—¡Oye!
—¿Qué?
—¿Tú t’haz fihao que zopodtamoz difedensiaz de sincuenta gadoz máz
o menoz?
—No, nunca lo había pensado.
—Yo tampoco. Lo he oído en la dadio.
—Pero no se me hace raro. Soportamos otras diferencias mucho peores y más grandes.
—Ya zalió el Mendugo develde zin cauza. No ze puede tened contigo
una convedsasión intasezdental.
—Vale. Hace calor, ¿no?
—Musho.
—Y ya está. Punto. A mi no se me ocurre más.
—Y más que va a hacer.
—Sí, estamos en verano.
—Pedo ya llegadá el invierno y noz quehademoz del fío.
—Y las Navidades —seguí el rollo aburrido.
—¡Ay! —suspiró el rano—¡Quién soportada ahoda una nevadita!
—Esta conversación es una tontería.
—Ya, pedo yo zólo eztoy ezpedando a que t’abudaz y te vayaz de la
cosina.
—¿Quieres estar solo?
—No ez ezo.
—¿Entonces?
—Y luego me llamas a mi tonto —me contestó mirando de reojo el
frigorífico.
Imagen bajada de www. meteogrid.com
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