—Ufffff! Penzaba que no llegaba —exclamó Erre C.A. al abrirle la puerta.
—A comer —le dije al cuello de mi camisa. Y al rano:— Buenos días, yo también me alegro de verte —y después, al cerrar la puerta— Has salido temprano, ¿no?
—Zí, he eztado en el soo.
—¿Dentro?
—Zí, clado.
—¿Y con qué has pagado la entrada? —le pregunté mientras me palpaba el bolsillo trasero de mis pantalones.
—M’he colao debaho del coshesito de un bebé. Total, un animal que va a ved a otoz animalez no debedía pagá.
—Si fuera así, muchos visitantes entrarían por la patilla.
—¡Ho, qué sé tengo! —comentó el rano y se echó un trago de una botella que llevaba.
—¿Y esa agua?
—Ze la he quitado al bebé mientaz zuz padez zacaban la entada.
—Pero… —intenté reprenderle.
—Él tene padez y máz agua, que lo ha vizto Ede Se A con eztoz ohitoz.
—Tienes muchos recursos, ¿eh? —me olvidé de la fechoría y le pregunté—Bueno, ¿y qué tal?
—Mu bien. Pedo da un poquito de pena ved a la peña ensedada. Te pazadá a ti cuando vaz a la cádsel.
—Yo nunca he ido de visita a la cárcel, tengo esa suerte. Además no se me ocurriría ir a pasar un día de ocio, como tú has hecho.
—Yo no he ido a zolasadme.
—¡Uy, qué fino: a solazarse!
—No, he ido pod obligación —me aclaró.
—¿Y qué obligaciones tienes tú en el zoo?
—Laz de cuidá de miz conhénedez.
—¿Hay ranas en el zoo? —me extrañé.
—No. Pedo zí camelloz y leonez.
—Pero no estarán juntos, supongo.
—Ezo ez lo que m’eztaña de miz odíhenez(1). Cómo una camella y un león pudiedon ligá…
—Hombre, yo conocí a tu padre. Y se podría decir lo del lobo.
—¿Cuálo?
—Pues que parecía un león con piel de cordero. Y añadiría con corazón de elefante.
—Lo eztáz adeglando, Mendugo. ¡Mete máz animalez en el azunto! A ved zi teno que volvé al soo ahoda a dá de comed a otoz conhénedez.
—¿Pero has ido a dar de comer a los leones y a los camellos? —me volví a extrañar.
—A loz leonez no m’han dehao, pedo a loz camelloz zí.
—¿Y qué les has llevado? —pregunté mosqueado.
—El cosido que había en el figodífico.
—¡LA MADRE QUE TE PARIO…! ¿Y qué comemos hoy? ¿Sabes la hora que es?
—Ezpeda, tanquilidá —aconsejó Erre C.A. al ver cómo mi enojo me encendía la cara—. Tanquilidá, Mendugo. Tambén lez he llevao medisinaz, unoz cadameloz y unaz deviztaz viehaz de tu shica. Y no he hesho ota coza que tú.
—¿Qué yo …?
—Zí, cuando Daúl, tu hiho, ze fue a Cuba le dizte todaz ezaz cozaz pada tuz conhénedez d’allá. Ademáz el depadtamento de la manduca lo llevaz tú. No ez mi pobema. Y no vale ezo de comida libe, que el oto día Ede Se A lo pazó fatal con la libedtá eza de loz cataplinez. Uno no ez libe zi no puede comé. Ezo disez tú, colega.
—Dímelo a mí… —conté hasta diez—. Pues... Pues comeremos de Litoral.
—No, pod fa, ota ves pezcao no.
—No, pescado no, fabada de Litoral —le aclaré.
—¿Ahoda laz fabez ze pezcan?
—No, se sacan de una lata.
—Tú mizmo podque no t’entiendo. Yo, con llenad la tipita de algo que me guzte…
(1) Conviene aclarar aquí que Erre C.A. es hijo de un león de peluche (Giuseppe) y de una camella (Camila).
2 comentarios:
Jeje, esa no es la única forma de colarse en el zoo, pero es más segura que la que yo conozco.
Y que yo recuerde sí que hay ranas... pero me fío de Erre C.A.
¡He encontrado a la rana ternero!
Por lo que recuerdo era espectacular.
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