Pero si uno no es como es, ese uno se engaña a sí mismo.
Siendo así, ser como quieren los demás que seas no deja de ser una farsa, porque entonces uno se percibe como no es.
Y lo mismo ocurre con el condicional: Si yo fuera…
No sirve para nada, aunque, bien entendido, sí podría servir para mejorar.
Claro, que si uno mejora ya deja de ser lo que es.
Vamos, que va a resultar ahora que ir a mejor es un error.
A esta premisa se deben agarrar nuestros dirigentes; no nos pueden engañar ni engañarse.
Ellos están ahí para ponérnoslo difícil: hay que curtirse y llegar a conocerse.
Y esta tarea se ejerce mejor desde el fracaso que desde el éxito.
El éxito lo deforma todo.
Nos hace vivir en una nube y dejar de ser lo que somos.
Y eso no lo debe permitir ningún estadista, ni ningún “manejante” de finanzas propias de una sociedad avanzada.
El Socialismo falló por las malas personas, las mismas que hacen triunfar el Capitalismo.
Uno es como es y, por más leches que le den, no cambia.
Sigue en el sistema.
En un ensamblaje derivado del soy como soy y no voy a dejar de serlo porque algunos pasen hambre y otros mueran por su exceso.
Esos sí que no pueden ser como les parieron. No han tenido tiempo.
Y yo, mientras, soy lo que soy, aunque, a veces, dude si soy lo que me dejan ser.
Pero la confirmación de esa duda me llevaría a no sentirme libre.
Y ser libre es una necesidad que satisfago aun con mentiras.
Si entendemos la libertad como aquello que representa hacer lo que nos da la gana sin dañar a nadie, la hemos jodido.
La hemos jodido porque todo se convierte en obligación.
Sí, aunque parezca mentira: “Me voy un par de días por ahí a disfrutar mi libertad, pero, ¿quién da de comer a los niños? ¿La UNESCO?” o “Voy a comprarme un Porsche, pero ¿el dinero? Ah, tengo que ganármelo. Me pongo a ello y cuando acabo de reunir lo que necesitaba, la UNESCO ha matado de hambre a mis hijos”.
Solución: el celibato.
Luego ya no soy libre para tirarme al primero que pasa.
Bueno, no es del todo cierto, porque si ése que pasa es de mi sexo, no hay procreación.
Entonces la solución no es ser célibe, es ser homosexual.
Pero dejaría de ser yo mismo.
Iría contra mis inclinaciones iniciales.
Mejor no estar inclinado hacía ningún lado.
Aunque entonces seríamos todos de ideología centrista y la democracia no tendría ya sentido.
Siempre saldrían electos los mismos.
Bueno, al fin y al cabo eso es lo que ocurre, ¿no?
Ya acabo, que suelo ser parco en palabras, y podría dejar de ser lo que soy.
Voy a ver si me encuentro la picha y la quito el lío.
Aunque si fuera hembra…
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