sábado, 24 de diciembre de 2011

Consejos vendo y para mí no tengo


Siempre he querido verme triunfador. De hecho, en su momento, hice una lista. ¿Triunfador como éste? ¿Triunfador como aquél? E iba descartando  modelos. Me quedé sin ninguno. Reparé entonces que ése era el asunto: el modelo. Todos los actuales me hacían comulgar con ruedas de molino. No me bastaba con tener un sueño. Tenía que pulirlo. Lo mío no era normal, me decía. Por otro lado, lo veía lógico: triunfar como yo quería, no entraba dentro del catálogo al uso. Hoy sé que no hago nada especialmente bien. Ni lo del principio, ni lo del final me quita el sueño. Por eso hablo con Erre C .A. Estoy a su nivel. Intento reconstruir una vida que no se ha ido al garete. Intento sentirme protagonista de mi propia existencia: escribir, mal, bien o regular, expresando lo que siento. Sin deberle nada a nadie que no sea un banco. Y sin rendirle pleitesía ni a famas ni a dueños. Ni por méritos ni por deméritos me llegará la hora de arrepentirme. Sea yo ese hombre gris que desea soñar en una realidad donde esté prohibida la misma; donde cualquier loco sea admirado y no encerrado; donde la suerte sonría a quien no compre loterías. Donde un niño me haga pensar que el infierno puede esperar; donde las alegrías perduren y no sean moneda de cambio; donde mi compañera y yo podamos convivir sin que la rutina se interponga; donde la globalización económica se emborrache de individualismos; donde alguien intente un socialismo que respete más a la individua que al individuo; donde las “gracias” se despilfarren en boca de cualquiera; donde la fama no sirva para comer; donde los maestros sean admirados; donde cuestionar no te reste un punto; donde los modelos no sean envidiados y donde soñar con la fama te haga feliz.

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