Para Míguel
Volví de Cuenca y me encontré a Erre C.A. de esta guisa.
—Yo no he zido.
—No, he sido yo que me he teletransportado desde Cuenca y he montado una bacanal anónima.
—Inzizto. No he zido yo. Han zido elloz —volvió a defenderse el rano.
—¿Y quién estaba a cargo de la casa? ¿Ellos?
—No, pedo yo lez advertí que ze podtadan como hente sivilisada.
—Y te hicieron el mismo caso que me haces tú a mí.
—Un poquito menoz, me padese.
—Pues ya te puedes poner dos plumeros en el culo y limpiar todo esto, porque con uno no vas a tener bastante.
—¿Puedo uzá mehó l’azpidadora?
—Puedes usar lo que quieras, pero quiero ver la casa igual que cuando me marché. ¿De acuerdo?
—Vaaaaaaale. Pedo yo milagoz no hago.
—Seguro que si hubieras estado tú en las bodas de Caná, a Jesús se le habría picado el vino. Pero, tú verás, si no queda a mi gusto te tengo a remojo en lejía una semana.
—Zedáz capas.
—No lo dudes. Y luego hablamos del saqueo de cerveza.
—Pod ahí zí que no pazo. No tago, no. Cuando vino la Yayi me comizte la odeja podque no fui hozpitaladio. Y Ede Se A s’ha codehido.
—Y a todo el que entraba le ofrecías una cerveza, ¿no?
—No, una no, doz. Tú disez que loz edodez hay que codehidloz. Y no quedía quedadme codto.
—No, corto no te has quedado. Yo diría que te has pasado tres pueblos.
—Bueno, hay que hased amigoz en otoz vesindadioz.
—Pues yo diría que has confraternizado hasta con la comunidad china, y mira que es difícil. ¿Cómo hay tantos envases de comida china?
—Ezoz zon loz deztoz de mi plan de ahodo alimentisio.
—Me lo explique.
—Pod que no quedía vasiadte la neveda.
—Pero si te dije que te dejaba comida hecha para ti… A ver dónde está el fondo que te dejé para imprevistos.
—Bueno, yo penzé que, apadte de un plan d’ahodo, eda también un impevizto.
—Y te lo has gastado en comida china, ¿no?
—No todo, loz italianoz también han zacao tahada.
—Pizzas. Sí ya veo las cajas —conté hasta ocho—. ¿No te las habrás comido tú solo?
—Cuando laz encadgué había una ofedta de doz pod uno. Y loz demáz todavía no habían llegado. Zi lo zé lez llamo antez y no me laz hubiera tenido que comé yo zolito.
—Me das una pena… Tú comiendo solo… Venga, mueve el culo que esto no se limpia solo.
—Ya voy, ya voy… ¿No te habáz enfadao con tu amigo?
—Yo sólo me enfado contigo, que eres el único que me da motivos.
—Yo queía que zólo te daba dizguztoz. Ahoda, mida tú, también te doy motivoz.
—Sí, para suicidarte de inanición. Vas a estar a régimen un mes.
—Poz tú debedíaz d’estad un año. Y vez codtando el dollo qu'ezte pozt z’eztá hasiendo muy ladgo.
—No me da la gana. Yo escribo todo lo que quiero. Faltaría más…
—Zi lo digo podque vaz a abudí a la peña.
—¿Ahora te preocupas por la peña?
—Y antez también, pod ezo monté la fieztuqui. La hente anda un poco tizte y peocupada.
—Pues a la gente le daba yo un rano adolescente para que se preocuparan de verdad.
—Zólo tienez uno.
—¿Y a quién te crees que iba a regalar?
—Nadie quiede alhahaz con dientez, Mendugo.
—A ver si te crees que les iba a contar tus desarreglos intestinales y que las ranas tienen dientes.
—Tú pod ladgad, zegudo. T’endollaz máz que laz pedzianaz.
—Es que como me pare a pensar, no sé de qué soy capaz… Me voy a mi zulo, no quiero ver más este desaguisado.
—¡Eh!, quieto ahí, cobadde. No huyaz. Que yo no he guizado ni dezguizado nada. Tú no haz pazado una gueda.
—Ni tú tampoco, no te fastidias…
—Pedo ez lo que me desía mi made cuando me quehaba musho.
—Yo no me quejo. Te estoy echando la bronca.
—Poz no m’había dao cuenta. Zi no lo disez... Y ademáz, tu shica ze ha ido a cuidá a un shusho, ¿y a laz danaz qué?
—No metas a mi chica en esto. Sólo me faltaba eso. Y no quiero decir nada, pero como cuando llegue vea el lío que has montado con sus collares, te puedes ir preparando, que lo mío va a ser un aperitivo.
—De veddá que no t’entiendo. ¿Te poned como una fudia y hoy me vaz a pepadá hazta apeditivoz?
—Sí. Dos. Voy a freír ancas de rana joven rebozadas.
—Mehod noz comemoz laz hudíaz que me dehazte y te pometo que deho ezto como loz chodoz del'odo.
—Como los chorros de lodo está, pero trato hecho. Venga, que para luego es tarde.
—Zedá pada ti que no tienez que zalvá laz ancaz. Me voy a padesé a Dambo.
—No pienso agredirte ni pegarte un tiro... Ni mandarte a la guerra.
—No, zi lo digo podque ya no me ziento laz piednaz.
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