lunes, 14 de julio de 2008

Mi herencia

—Oye, Mendugo.
—¿Qué?
—¿Sabez? H’eztado penzando en lo que me dihizte ayed.
—¿En qué...? Si puede saberse.
—En ezo de la hedensia.
—Ya. ¿Y…?
—Que zi tú cuando te muedaz me vaz a dehad algo.
Tardé un momento en responder.
—Vaya preguntita… No lo he pensado.
—Poz no lo pienzez. No quiedo nada.
—Ni los collares de mi…
—Con tu shica y’habladé yo. Podque, que yo zepa, loz colladez de loz que hablaz zon zuyoz, ¿no? Loz machoz de tu ezpesie tenen musho que apended, ¿eh?
—También tienes razón.
—Mida, te puedez imahinad pada qué ez ezta bolza. Pedo, ezo, que no nesezito nada. que puedez dizponed de todo como tú dezeez.
—Faltaría más, ¡no te jode! Encima que el que se muere soy yo, tú me das permiso para hacer con mis cosas lo que yo quiera.
—Tene que tened en cuenta que zoy máz hovensito que tú.
¿Y eso qué tiene que ver?
—Hombe, ez lo natudal. Yo lo desía pod zi teníaz alguna intensión…
—Si supieras las intenciones que me dan…

1 comentario:

Anónimo dijo...
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