jueves, 31 de julio de 2008

Crítica

—¿A ti, cuándo ze te ocuden eztaz tontedíaz quezquibez?
—Para empezar, yo pienso que no son tonterías. Y para acabar, se me ocurren en cualquier lugar.
—¿Tambén cuando me ponez fente a ti en tu ezquitodio y me midaz a loz ohoz fihamente?
—Todo lo contrario. Eso es justo lo que hago cuando no se me ocurre nada.
—Poz lo hasez mushaz vesez.
—¿Y a ti que te importa las veces que lo hago o dejo de hacerlo?
—Zí que m’impodta, podque hay momentoz en loz que no m’apetese que me miden con cada de bezugo, como zi m’intedogadan o m’eczihiedan una zolusión a algo que ni ze me ha peguntado. Y podque zi ez de tontoz hablá con un muñeco, peod ez ezpedá que te contezte.
—Me contarás entonces de qué va todo esto.
—Mida, hoy no va a podé sé, podque no m’apetese dale a la lengua.
—Si te pasara de vez en cuando eso con los dientes, nos llevaríamos mejor.
—Poz tenía yo algo en la cabesa defedido a loz dientez.
—Pájaros.
—No, pesizamente.

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