— No te quehadás, ¿no?
… —¿De qué no debo tener queja?
… —De mi compodtamiento.
… —Si no haces nada.
… —A ezo me defiedo. No te doy ni pisca de gueda.
… —Mira, Erre C.A., no es que llevemos toda la vida juntos…
… —No —me interrumpió.
… —Déjame seguir. Pero sí el tiempo suficiente como para conocernos un poquito.
… —¿Qué quedez desí?
… —Quiero decir que cuando uno ha pasado necesidades y tiene todavía el judío metido en el cuerpo…
… —¿El hudío? ¿Qué hudío? Yo lo unico que teno dento zon colladez y guata.
… —El miedo —le aclaré—. Pues cuando se juntan esos sentimientos y se ensalzan con la soledad… Que eso, que uno se queda como tú.
… —¿Y cómo m’he quedao yo?
… —Agazapado y más suave que un guante.
… —Mida, Mendugo, en lo de agasapado no zé, pero en lo suave haz asedtado de lleno. Un pelushe ez muy difísil qu’ezté azpedo, ¿no queez, colega?
… —Tú lo de arrimar el ascua a tu sardina lo llevas a rajatabla, eh.
… —¿Ez que hay zaddinaz pada comé?
… —Al horno.
… —¡Qué dicaz!
… —Pero esa es la buena noticia.
… —O zea, que hay una mala.
… —Para tu desgracia sí.
… —¿Y cuál ez, zi puede zabedze?
… —Que para ti no había comprado, como andabas reventando panaderías y buscándote la vida...
… Erre C.A. hizo un gesto de incertidumbre y contrariedad, pero sin perder la media sonrisa; mueca que duró poco, porque al punto se rehizo y salió con una de las suyas.
… —Bueno. No te peocupez, Mendugo, eshademoz mano de mi güela. La eczpediensia ez la made de la siensia.
… —¿Y qué tiene que ver tu abuela y su experiencia con la comida de hoy? —pregunté sorprendido ante su buen y raro conformar en temas de comer.
… —Poz qu'ella desía que aonde comen doz, tamén comen tez.
… —Ya estamos con los refranes de la abuela.
… —Pedo eze tambén te lo he oído a ti.
… —¿De qué no debo tener queja?
… —De mi compodtamiento.
… —Si no haces nada.
… —A ezo me defiedo. No te doy ni pisca de gueda.
… —Mira, Erre C.A., no es que llevemos toda la vida juntos…
… —No —me interrumpió.
… —Déjame seguir. Pero sí el tiempo suficiente como para conocernos un poquito.
… —¿Qué quedez desí?
… —Quiero decir que cuando uno ha pasado necesidades y tiene todavía el judío metido en el cuerpo…
… —¿El hudío? ¿Qué hudío? Yo lo unico que teno dento zon colladez y guata.
… —El miedo —le aclaré—. Pues cuando se juntan esos sentimientos y se ensalzan con la soledad… Que eso, que uno se queda como tú.
… —¿Y cómo m’he quedao yo?
… —Agazapado y más suave que un guante.
… —Mida, Mendugo, en lo de agasapado no zé, pero en lo suave haz asedtado de lleno. Un pelushe ez muy difísil qu’ezté azpedo, ¿no queez, colega?
… —Tú lo de arrimar el ascua a tu sardina lo llevas a rajatabla, eh.
… —¿Ez que hay zaddinaz pada comé?
… —Al horno.
… —¡Qué dicaz!
… —Pero esa es la buena noticia.
… —O zea, que hay una mala.
… —Para tu desgracia sí.
… —¿Y cuál ez, zi puede zabedze?
… —Que para ti no había comprado, como andabas reventando panaderías y buscándote la vida...
… Erre C.A. hizo un gesto de incertidumbre y contrariedad, pero sin perder la media sonrisa; mueca que duró poco, porque al punto se rehizo y salió con una de las suyas.
… —Bueno. No te peocupez, Mendugo, eshademoz mano de mi güela. La eczpediensia ez la made de la siensia.
… —¿Y qué tiene que ver tu abuela y su experiencia con la comida de hoy? —pregunté sorprendido ante su buen y raro conformar en temas de comer.
… —Poz qu'ella desía que aonde comen doz, tamén comen tez.
… —Ya estamos con los refranes de la abuela.
… —Pedo eze tambén te lo he oído a ti.
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