jueves, 19 de enero de 2012

Medidas

—¿Qu’éztáz leyendo que tenez una cada que padese un culo?
—Estoy revisando los gastos de casa.
—¡Adiós! ¡Hazta luego, Lucaz! 
—¡Eh! Quieto ahí, que tenemos que hablar.
—¿De qué?
—No te hagas el longuis, ya sabes de qué. Hay que tomar medidas.
—¿De miz gaztoz?
—Y de los míos. Va todo en el mismo saco.
—¿Ahoda edez el hombe del zaco?
—Más o menos. Pero hay que meter mano a esto como sea.
—Me padese que tú no quedez meted laz manoz, zino laz tihedaz.
.—¿Ves como no eres tonto del todo?
—Pedo yo no entiendo d’economía, y menoz de la doméztica.
—La ignorancia de la ley no exime de cumplirla.
—Amén. Pedo loz danoz eztamoz ezzentoz d’impueztoz.
—Ya, pero yo no.
—Y tampoco hago yo la compa.
—No, tú te la comes.
—Apenaz sinco o zeiz vesez diadiaz. Y ademáz t’ayudo a dad zalida al ezzezo de demanente, zobe todo shodiso y hamón.
—Que sepa yo no hago de comida ni de cena bocadillos, como haces tú para el resto de tus siete u ocho comidas al día —recalqué las cantidades—. Que los embutidos aquí duran menos que las promesas electorales.
—Mehó comedze el pan que no que ze ponga dudo, ¿no?
—Pues en vez de cuatro lonchas de jamón, te vas a poner una.
—Zi no laz pidiedad al shadcutedo tan finaz... Cualquied día laz confundo con el papel film, tío.
—Como sigas con el cachondeo te rebajo la ración a media loncha.
—Ho, en ezta caza ziempe paga el mizmo —siguió con las protestas el rano.
—Sé que no hablamos del mismo mismo, pero tienes razón... Y otra cosa, se ha acabado eso de ver la tele ocho horas diarias con el radiador a tope. Hay que ahorrar también en energías.
—Te cambio lus pod agua, gaz y hel. Zalez ganando. Tez pod uno, como en el zúped —fue la propuesta de Erre C. A. que no pillé.
—No te entiendo.
—Que no me dusho y azí puedo ved la tele y eztá calentito.
—Tú llamas calentar a asar un pollo. ¿Pero tú cuándo te duchas? Además, en salud no hay recortes. Pero hay que tomar medidas.
—Poz que zepaz que vivez en Ezpaña.
—Ya lo sé y tú también que parece que sólo sobrevivo yo.
—Zí qu’eztamoz adeglaoz. Zin liboz, ni tele, ni calefassión, ni lonshaz de hamón... Ezto va a padesé un campo de consentasión.
—Sí, pero a ti no te hará libre el trabajo. Y, además, yo no he hablado de libros. La educación tampoco sufre recortes. Pero hay que tomar medidas.
—Mendugo, tú vaz con el pazo cambiao, tío. Azí no vaz a conzeguí nada.
—¿Y eso quién lo dice, uno que no sabe de economía?
—No. L’oigo y lo veo todoz loz díaz en laz notisiaz. Y zi no mida loz caztellanomanshegoz. Van a conseguí que loz fadmaseúticoz ze conviedtan en camelloz pada ganadze la vida. Loz veo vendiendo anfetaz zin reseta en laz puedtaz de loz colehioz. Aunque mehó sedía que vendiedan guantasoz pada que ze calienten loz quíoz pod loz decodtez en calefasión.
—Yo con lo nuestro tengo bastante, no tengo que mirar a nadie para saber que tenemos que tomar medidas.
—Poz hasez mal, podque cuando veaz laz badbaz de tu vesino codtad, pon laz tuyaz a demohad. ¿O ez que tú no t’afeitaz pada ahodá?
—Entre otras cosas. Pero deberías tú aplicarte el cuento de las barbas.
—Oye, ¿y no sedía máz fásil dadze de baha de la quiziz?
—Si hubiera ventanilla...
—Mida, eza ez ota medida povizional que noz afestadía menoz —propuso Erre C.A. dándose palmaditas en la tripa.
—¿Cuál?
—Cambiad laz ventanaz pod ventanillaz. Azí ahodábamoz en quiztazol, en agua y en tapoz.
—¿Y quién corre con la inversión?
—Zi me la daz a mí, zoy capas de coded yo con ella hazta que tú quiedaz, ¿vale?
—No me vaciles.
—No te vasilo. T’he disho que no zé ni papa de finansaz. Loz economiztaz zí que noz vasilan, colega.
—¿Y no sabes siquiera sumar o qué?
—Zí. Ezo zí, yo me zumo a todaz laz poteztaz, pod ehemplo.
El del sintudón apetao
—Pues súmate a los que tienen que apretarse el cinturón porque hay que tomar medidas.
—Ede Se A no uza d’ezo.
—Pues podrías empeñar alguno de tus collares.
—¿Y pod qué no empeñaz tú la tipa? No te faztidiaz. Yo zin miz colladez me ziento deznudo.
—Bueno, vale. ¿Pero te ha quedado claro que hay que tomar medidas?
—Zí, m’ha quedao clado que a hodedze tocan y se marchó rezando como siempre, aunque esta vez llevaba más razón que un santo—. Ezte año la Zemana Zanta va a dudad cincuenta y tez, y va a zé laborable; ya vedáz —como le vi tan cabredo le seguí sin que se diera cuenta para oír lo que decía. Y dijo, vaya si dijo, y un buen rato. Vaya penitensia con el tío ezte de laz medidaz y de laz nadisez. Y ensima a uzá sintudón... Y apetao. Vaya miedda d’eziztensia... Y ezo que a mí no me va a quedá penzión; ya la zufo en la huventú y zin dezcuentoz en el meto, ni en el autobúz, ni en laz medisinaz... Y hasedze funsionadio ya no ez un shollo, ahoda ez un delito. Menoz mal que no he eztudiao Mahiztedio... Zi ez que yo tenía que habé nasido cuñao conzorte o topo, en ves de dano; ahí  adiba o ahí abaho no me entedadía de nada. Voy a hablá con zu shica a ved zi adelantamoz laz elessionez y ze pezenta ella, podque el Mendugo ezte no ze enteda. ¿Poz no quiede decodtad de la manutensión y de la calefasión...? A ved, ¿pada que zidven laz dushaz? Pa na, pa gaztad gaz y agua, pada mohadlo todo y luego tened que decohed.  Y con lo pesiada qu'ez ahoda el agua. Una lonsha dise el hodío que me ponga, una lonsha... ¡Anda, vete a Zol a poteztad pada que te dehen la dasión en media! Me cago en quien pinshó la budbuha... Medidaz, medidaz... Ezte tío podía tomad medidaz de la mudalla shina y dehadnoz en pas una tempodadita... Mida como le ha ido al zazte eze de Valensia pod tomad medidaz... 







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