lunes, 23 de enero de 2012

La tele

—¿Y pod qué no puedo ved toda la televisión que m’apetese? No hago mal a nadie, Mengugo. La tele no ez mala.
—No, la tele no es mala. Lo que emiten, en muchos casos sí.
—¿Y pod qué no te guzta?
—Por muchos motivos.
—¿Cuáloz?
El del "Ya..."
—A ver, para empezar están los programas informativos: Se dedican a vocear las consignas de los grupos de presión, incluido el gobierno y la oposición.
—Ya...
—Segundo. Está la machacona publicidad. No la aguanto. Incluso he visto un spot que publicita que no sé quien defiende la publicidad veraz y el autocontrol. Nos comen tanto el tarro como los programas desinformativos. Me siento tratado como un tarado mental.
—Ya...
—Tercero. Los programas llamados de la prensa rosa. De esos mejor no hablo, podría herir a alguien y cada uno es libre de flagelarse con lo que quiera.
—Ya...
—Cuarto. Los programas de debate y los llamados magazines. Que me perdonen pero yo lo que veo es gente pagada tanto de sí misma como para montar gresca sin llegar a ninguna conclusión. Es la cultura del “tú más”.
Ya...
—Ya...
—Quinto. Los programas sobre el mundo del deporte. ¿A mí qué me importa si la novia de tal jugador se balancea sobre la tela de una araña? Ver el evento deportivo sí, pero tal como lo acompañan los comentarios que me llegan a veces me amargan la retransmisión. Como lo del partido del siglo. Desde luego, por lo que dura la previa y el pos está bien llamado. Ves, aunque es una cosa que me trago. Y digo trago porque los comentaristas, sobre todo los invitados (que no sé el motivo por el que les llaman así si cobran) dan más patadas al diccionario que los jugadores al balón.
—Ya...
—Sexto. Los concursos. Algunos, por no decir todos, dan la sensación de que el dinero llueve del cielo. No me gusta lo que transmiten. Ganarse 1.344.000 euros en media hora no es normal. El dinero fácil...
—Ya... Éshate pa un lao, que no veo.
—Séptimo. A partir de una hora sólo salen culos, tetas, teléfonos timadores y los cachivaches más inútiles que los jueces machistas y xenófobos. Y si no, póquer. Más dinero fácil y la cultura de tú también puedes llevarte un trozo de la tarta.
—Ya...
Ya....
—Octavo. El autobombo de las cadenas que sólo encubre verdades. Por ejemplo, ahora parece que los partidos con más tirón se juegan en las instalaciones de las cadenas y no en los campos de fútbol. Además, en el momento más oportuno, no es sólo que en las pantallas aparezca una zona con publicidad que te tapa las piernas de los jugadores, es que además el locutor te dice que si estás ciego vayas a tal o cual óptica. Sin olvidar que los diez últimos minutos el comentarista se los pasa recordándote la programación del canal; eso sí, toda llena de exclusivas y novedades viejas.
—Ya...
—Noveno. Los reallity show.
Ya....
—Poz a mí me guztan. Pedo, quita d’en medio que no veo.
—A mi también me gusta la mortadela barata. Pero yo no hablo de gustos, sino de calidades. Ya sabes lo que dicen que dijo Groucho Marx: “La televisión es muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me voy a leer un libro a otra habitación”.
—Vale, ya m’entedao podqué no te guzta la tele. Pero como m’eztáz abudiendo me voy un dato al zalón a vedla tanquilo y a ved zi tienez dasón. Pada quiticá algo hay conosé eze algo.
—¡Pero qué morro tienes! Si mientras te hablaba no dejabas de verla. Y ése es el punto diez: no deja conversar.
—Poz pa no dehá convedzá tú t’haz ezplayao, tío. Vaya sedmón m’haz zoltao.





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