—¿Mendugo, tú con qué pefiedez ezquibí, con lápis, dotu, pinsel, bolígafo o eztilogáfica?
—Depende qué.
—Padesez gallego.
—Vale, te contesto. Con pluma.
—Yo pefiedo no ezquibí. Mi constitución no eztá penzada pada ello.
—Ni para masticar hamburguesas.
—¿Ezo quién lo ha disho?
—Yo.
—Poz no tienez ni paholeda idea. Zon loz leonez loz que no pueden mazticá. Ez desí, mi pade.
—Claro, es que me hago un lío. Como es tan normal que del cruce de un león y una camella resulte un rano…
—¿M’eztáz llamando anodmal?
—Sí, pero mi intención no es insultarte, sino subrayar una realidad dentro de otra.
—La dealidá no ezizte. Todo ez puda pedsepsión. Ede Se A te pedsibe también anodmal.
—¿Y el motivo?
—La delasión conmigo mizmamente. A vesez dudo ente que me odiez o te caiga mal.
—Ni lo uno, ni lo otro.
—Poz me didáz. ¿Acazo debedía zentidme asmidado?
—Hombre, admiración no es precisamente lo que siento por ti. Pero no me caes mal.
—Pobesito del que odiez…
—Será que te trato mal.
—A batacasoz.
—¿Eh!, que el de las trastadas eres tú.
—Y tú el de loz taztoz.
—O sea, que estás de acuerdo conmigo.
—No zeaz tan zutil. Yo no zoy un tazto. Y menoz de tu popiedá.
—Pues yo, a veces, te siento como un tacto rectal muy íntimo.
—Eze no zoy yo. Ez lo que te zuhiede tu consiensia dezpuéz de sed conzsiente de cómo me tataz.
—Si aparentemente sólo nos soportamos, no sé qué hacemos juntos.
—¿Eztáz intentando dompé conmigo?
—Si fuera así lo habrías sabido hace mucho tiempo.
—Todoz loz hombez zoiz igualez.
—Esto se parece a una telenovela sentimental.
—Me didáz zi ze padese a la Hiztodia Intedminable.
—Interminable si se me hace.
—Y a mí, podque me padese muy difísil que te dezhagaz de tu infantil consepto de la vida. Y ya zabez que loz niñoz ze zienten inmodtalez mientaz zon niñoz.
—Dejémoslo estar.
—Dehémozlo.
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