—Pero se va a acabar estropeando, verás.
—Poz me podíaz compad uno pada mí. Yo me diviedto y de pazo te azpido el polvo del zuelo.
—Me parece un poco caro el juguete.
—Hombe, qué quiedez, pada mí ez como un coshe de
shoque y loz coshez no zon badatoz.
—Mejor te regalo una peonza, la bailas y te subes
encima.
—Zí... Lo mizmo zon osho que oshenta... Ademáz, laz
peonsaz no dan madsha atáz, ni evitan caedze pod laz ezcaledaz. El oto día
hugué a que eda un aztonauta que ezplodaba la Luna.
—Pues mejor te dedicas a explorar tu interior. Es más
barato, más silencioso y te va a venir muy bien.
—Tú todo lo que tiene que ved con pazadlo bien te
padese mal.
—¿Quieres pensar un poco, Erre C. A.? Yo no debo
gastarme unos cientos de euros en un juguete para un ganso como tú.
—Ede Se A no ez un ganzo, ez un dano. Y no te loz
gaztaz podque no quiedez.
—Porque no quiero y porque no me sobra el dinero.
—Poz a tu shica zí que ze lo delagazte.
—¿No me digas que ahora estás celoso?
—No, pedo no veo yo eza igualdá que disez que uzaz.
—Vamos a ver. Le regalé un utensilio para hacernos el
día a día más cómodo. Y fíjate que he dicho utensilio, de útil.
—O zea, que no ez útil pazadlo bien, ¿no?
—Yo no he dicho eso. Ayer decías que yo te escribía
el guión, pero a mi me parece que quien pone palabras en boca de otros eres tú.
—Yo en tu boca pondía una moddasa y un zí fiho. Que a
todo disez no, leshugaz.
—Pues yo no te la taparía, pero un poco más pequeña sí
te la hacía.
—¿Y cómo m’iba a zacá loz colladez?
—Con cuidado y habilidad.
—¡Anda! Déjame montad un poquito, pod fa.
—Que no. Estoy seguro que bastante te montas cuando
te quedas solo, astronauta de pacotilla.
—No me digaz que haz puezto cámadaz... Zedáz capas.
—No. Ni se me ocurriría. Pero cuando subiste a la luna yo no estaba, bocazas.
—Zi degaladan el kit d'ezpia no eztadía yo tan zegudo. ¡Qué afán
de contoladlo todo, pod dioz!
—Vete al cuerno, guapo.
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