martes, 17 de enero de 2012

El descosido

El sudsidod
—¿Qué haces con la caja de los hilos?
—Ez que m’esho una hedida y me la eztoy coziendo.
—A ver, déjame que te ayude. Donde la tienes te va a ser difícil hacerlo solo.
—Vale, pedo no me pinshez, laz inyessionez me dan hoddod.
—Venga ya, quejita. Si tú tienes puntadas por todas partes.
—Ya, pedo lo de laz hedinguillaz ez veddá. Me dan miedo.
—No te preocupes... Pero para coserte tengo que pincharte.
—Poz no, déhalo. ¿Tienez shicle?
—No lo sé. ¿Te calma masticar chicle?
—No, a mi ze me pega con loz colladez. Pedo tú lo mazticaz un poco y luego me lo pegaz en el doto. Ah, mehó que zea de menta pada que haga huego con mi piel.
—Eso es una guarrada... Y tampoco iba a durarte mucho.
—Vaya que no. A mi made ze le pegó uno en la pesuña y le dudó m’infansia.
—Tu infancia fue corta.
—Zí, máz que el zueldo de un azpidante a mileudizta.
—Entonces, ¿masco el chicle?
—No, la veddá ez que me da un poco de azco. ¿Y una tidita no zedvidía?
—En el fieltro pegan mal las tiritas.
—¿Y pegamento?
—No, no lo veo. Aunquye lo niegues, tu piel está hecha de un tejido con pelillos.
—Poz ezo zólo ze le ocude a un tonto. Mida que hasé un dano con peloz...
—Sí, hay gente para todo. Hasta para gobernar un país.
—Zí, pada todo menoz pada adegladme ezte dezcozido. Ze me van a zalí laz tipaz.
—A lo mejor, si no miras mientras te coso, ni te das cuenta. La sugestión —intenté animar a Erre C. A.
—Ez que no zé que me da máz coza, que me pinshez o que me toquez el culete.
—Si quieres te pongo una pinza de tender la ropa.
—Zí, hombe. ¿Y el pellisco?
—Oye, ahora que me doy cuenta, tú te ibas a coser solo.
—Ya, pedo una coza ez que me pinshe yo y ota que lo hagaz tú.
—Mira tú que bien. Pues arréglate tú mismo. Yo sólo queria ayudar. Ya ves, a mí me da lo mismo.
—Ya veo lo que te importa Ede S. A.
—Es que pones peros a todo.
—Tú, en cuanto hay que cudadzelo un poco zalez pod piednaz.
—Venga, te pongo una grapa y te pincho una sola vez.
—Y un cuedno, zi laz inyessionez me hododizan, laz gapadodaz ni te cuento. Ademáz, yo no zoy de papel.
—Bueno, ¿y qué hacemos?
—Llévame a udhensiaz y que m’aneztezien.
—Sí. Aparezco yo contigo por el hospital y una de dos, o me echan de la Seguridad Social o me admiten a perpetuidad en alguna clínica mental. De verdad, la que estás liando por dos puntadas de nada.
—¿Y zi me daz güisqui como en laz peliz de indioz y vaquedoz cuando le zacan la flesha al potagonizta?
—En esta casa no hay güisqui, lo siento.
—Ho, poz eztoy adeglao...
—Ya quisieras. Hasta que no te cosas eso no vas a estar arreglado. Verás, se te va a salir todo el relleno.
El del tapón
—¡Ya eztá! —soltó Erre C. A. y saltó de alegría—. ¡Ya eztá, hombe!
—¿Qué está? —pregunté, pero el rano me dejó con la palabra en la boca. 
Salió hacia la cocina. Oí ruido de cajones y al poco volvió con una sonrisa en la boca y con otra cosa en el culo. 
—¿Haz vizto? Hay que penzá un poquito, hombe, que zólo tienez la cabesa pada peinadte. 
Y se encaramó a su balda. 
Había que verle con un tapón de corcho en el descosido.






No hay comentarios: