domingo, 15 de enero de 2012

Caducidad


—Mendugo.
—¿Qué?
—¿Loz zueñoz caducan?
—Vaya preguntas que me haces, como si yo lo supiera todo.
—¿Pedo caducan o no?
—Los míos sí, ¿por qué?
—Podque hase musho que no zueño dezpiedto.
—A mí me pasa lo mismo. Sólo tengo pesadillas, tanto dormido como despierto.
—Anda qu’eztamoz buenoz tú y yo... —dijo el rano y después suspiró.
—Si a un utópico le sumerges mucho tiempo en la realidad es lo que pasa.
—Que ze ahoga.
—Exactamente.
—Pedo yo no zoy utópico.
—No, tú eres una mentira que ayuda a vivir.
—¡Ho, tío! Vaya definición pada un dano de pelushe...
—Peor es que Soria sea un campo yermo de Castilla sin Machado.
—No m’entedo.
—Ni falta que hace. Soria fue un sueño mío que caducó el mismo día que quise hacerlo realidad. Y eso que creía darme prisa.
—Zuele ocudí. Yo también zoñé musho tiempo en convertidme en un niño. Veía a loz shavalez de mi badio hugá, peleadze y ezo, y me daba musha envidia. Luego leí el cuento de Pinosho y me hise ilusionez...
—A mí me pasó lo mismo con Don Quijote, y me eché al monte en busca de molinos. Pero los gigantes son muy grandes, como tu cabeza.
—Pedo el loco eze ze enfenta a elloz.
—Y así le fue.
—Zí. Yo, pod lo que me haz contao, pienzo que el Sedvantez fue un poquito cabonsete con don Alonso.
—Tampoco es para tanto. El señor Quijano fue feliz en su mundo.
—Poz pod ezo le tashan de loco. Con la vida que le daban y felis...
—Algo querría decir don Miguel al matarle cuerdo... ¿Y si nos volvemos locos?
—Inténtalo tú, yo luego te zigo zi acazo. De momento me voy a leé ota ves el cuento de Pinosho.
—Y yo me voy a hacer la comida, no sea que también caduquen los filetes.
—Ede Se A loz quiede con patataz fitaz.
—¿Cómo que lossss quiere? —arrastre la ese para que me entendiera mejor el rano—. Tocamos a uno por cabeza, colega.
—Ya, pedo ez que yo la tengo muy gande zegún tú.


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