—Mendugo.
—¿Qué?
—¿Loz zueñoz caducan?
—Vaya preguntas que me haces, como si yo lo supiera todo.
—¿Pedo caducan o no?
—Los míos sí, ¿por qué?
—Podque hase musho que no zueño dezpiedto.
—A mí me pasa lo mismo. Sólo tengo pesadillas, tanto dormido como
despierto.
—Anda qu’eztamoz buenoz tú y yo... —dijo el rano y después
suspiró.
—Si a un utópico le sumerges mucho tiempo en la realidad es lo que
pasa.
—Que ze ahoga.
—Exactamente.
—Pedo yo no zoy utópico.
—No, tú eres una mentira que ayuda a vivir.
—¡Ho, tío! Vaya definición pada un dano de pelushe...
—Peor es que Soria sea un campo yermo de Castilla sin
Machado.
—No m’entedo.
—Ni falta que hace. Soria fue un sueño mío que caducó el mismo día
que quise hacerlo realidad. Y eso que creía darme prisa.
—Zuele ocudí. Yo también zoñé musho tiempo en convertidme en un
niño. Veía a loz shavalez de mi badio hugá, peleadze y ezo, y me daba musha
envidia. Luego leí el cuento de Pinosho y me hise ilusionez...
—A mí me pasó lo mismo con Don Quijote, y me eché al monte en
busca de molinos. Pero los gigantes son muy grandes, como tu cabeza.
—Pedo el loco eze ze enfenta a elloz.
—Y así le fue.
—Zí. Yo, pod lo que me haz contao, pienzo que el Sedvantez fue un
poquito cabonsete con don Alonso.
—Tampoco es para tanto. El señor Quijano fue feliz en su mundo.
—Poz pod ezo le tashan de loco. Con la vida que le daban y
felis...
—Algo querría decir don Miguel al matarle cuerdo... ¿Y si nos
volvemos locos?
—Inténtalo tú, yo luego te zigo zi acazo. De momento me voy a leé
ota ves el cuento de Pinosho.
—Y yo me voy a hacer la comida, no sea que también caduquen los
filetes.
—Ede Se A loz quiede con patataz fitaz.
—¿Cómo que lossss quiere? —arrastre la ese para que me entendiera
mejor el rano—. Tocamos a uno por cabeza, colega.
—Ya, pedo ez que yo la tengo muy gande zegún tú.
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