miércoles, 10 de septiembre de 2008

Pensar

—Disen loz eszpedtoz que un hiho cuezta ziete mil eudoz al año.
—Ya, ya lo he leído en el periódico. Y buenos días tenga el señor.
—O zea, que zi yo no hubieda nasido, hubieda hededado de miz padez… —Erre C.A. quedó pensativo, no sé si haciendo cálculos o pensando en darme los buenos días. —Erre C.A., déjalo. Si tú no hubieras nacido, no sólo se hubiera ahorrado Giuseppe más de siete mil euros anuales, es que tú no hubieras podido heredar, sencillamente porque no existirías.
—¡Andá, ez veddá!
—Claro que es verdad.
—Bueno, puez pongamoz a mi hedmano.
—No sigas por ahí que eres hijo único.
—Poz vaya tontedíaz que taen loz pediódicoz.
—Esa no es la más notoria.
—Y luego me disez que pienze… —terminó por echarme en cara.
No me rendí y le contesté:
—¿Y no lo haces?
—Ya no. Azí me bloqueo, y ensima tú no m’ayudaz.
—Vale. Entonces ni eres huérfano y podías haber heredado unos miles de euros. ¿Y qué?
—Qu’entonsez no tendía podqué aguantadte.
—Piensa lo que dices.
—Ezo no eda el tato.
—¿A qué trato te refieres?
—Tú t’empeñaz en que diga lo que pienzo, y ahoda, cuando te conviene, me disez que pienze lo que digo.
—Todo el día matando tontos y siempre queda alguno —me quejé.
—¡Qué violensia! Ez máz, yo didía impopia de un penzadó.
—¡Herodes! —grité.
—Y ensima no t’entedaz. ¿No zabez que eztamoz soloz loz doz?
—Y como sigas así vamos a ser menos.
—¿Adónde te vaz?
—A levantarme otra vez y a darme otra ducha, pero de agua fría.
—Puez yo no, que ni me guzta el fío ni dezpilfadad el agua.

No hay comentarios: