lunes, 8 de septiembre de 2008

A oscuras

—¡Hoé! ¡Ota ves! Ya ez la tedseda.
—Espera, que voy a por la linterna… A mí también me ha pillado —grité a Erre C.A. desde la cocina—. No había salvado las últimas modificaciones. ¿Y a ti?
—¿A mí qué?
—¿Qué si el apagón te ha estropeado algo? —le pregunté ya junto a él.
—No. ¿Pod qué?
—Como te quejabas de esa forma, pensé…
—¿Qué?
—No sé… cualquier cosa.
—Tú pod penzá, edez capas d’ezo —me echó en cara el rano.
—¿De qué?
—D’ezo, de cualquied coza.
Me mosqueé.
—Mira, Erre C.A., ya estoy de mal humor por los tres apagones. No me vaciles encima.
—¡Oye!
—¿Qué?
—La cosina no ez eléstica, ¿no?
—Sí —le mentí, sin pensar que era tan despistado.
—¿Y qué vamoz a hasé zi ze esha ensima la hoda de sená?
—No sé tú, pero yo, pensar.
Erre C.A. no se dio por aludido esta vez.
—Habá que pedí un shino.
—Mejor un electricista, ¿no?
—¿Qué paza, que a ti te guzta idte a dodmí con la tipa vasía?
—No, porque soy capaz de hacerme yo solito un bocata.
—Pod ya que te ponez, hasme un pad a mi.
—No me he puesto, ni sé cuando me voy a poner.
—O zea, que hoztiaz y pan fito, ¿no?
—Sí, pero sólo en el caso de que no muevas el culo.
—Espeda, voy a pobá.
Se oyó un ruido de cacharrina.
—¿Qué haces? ¿Qué has tirado?
—Yo muevo el culo y no veo lo que ze ha caído.
—Estate quieto, hombre.
—Vale, pedo ya eztamoz como ziempe. Zi muevo el culo podque lo muevo, si no lo muevo, que zoy un gandul. Yo no m’entedo, Mendugo.
—Tú te enteras más de lo que demuestras.
—¿Y ezo?
—Porque eres un enterado.
—Y tú un agadao.
—Vale, ahora voy a tener yo la culpa de que se haya ido la luz y me ahorre la cena.
—Tambén, pedo ya podíaz habé ensendido la lintedna, ¿no?

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