—¿Los ranos creéis en Dios?
… —No. Zólo en la Vidhen.
… —No te entiendo.
… —Ni yo a ti.
… —Joder, pues la pregunta es bien sencilla —me quejé.
… —Zí. Pedo la que no ez zensilla ez la dezpuezta.
… —No lo veo yo así. Con un sí o con un no, se despacha y punto.
… —Ezo lo queez tú que edez un zimple.
… —Vale. Siento haber molestado al señorito. Otra vez te haré preguntas que tengan respuestas más sencillas.
… —Oye, colega, zi lo que petendez ez acladadte tú, date un baño de agua ocsihenada y dehá a loz demáz tanquiloz —me echó en cara Erre C.A.
… —Serás descarado.… —Haz empesado tú. Yo eztaba aquí tan tanquilo, contando gadbansoz y meditando zobe el odihen de la vida, y llegaz tú y te ponez a faztidiadme. Yo no quedo dizcutí.
… —Pues de eso quería yo hablar, precisamente, del origen de la vida.
… —D’ezo nada, monada.
… —¿Cómo que de eso nada? Sabré yo de lo que quería hablar...
… —Tú quedíaz hablá de lo contadio, de la muedte.
… —No. En todo caso, de si hay vida después de la muerte. Que no es lo mismo.
… —¿Y pada ezo mentaz a Dioz? — me quedé sorprendido y sin palabras, pero él no— Yo no nesecito a Dioz. Cuando lo nesecite, ya vedé.
miércoles, 17 de septiembre de 2008
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