martes, 16 de septiembre de 2008

El jamón

—¿Qué te ha pazado en la mano, Mendugo?
—Qué me he cortado en la palma.
—Poz vaya miedda de apózito que t'haz plantao. Pedo, ¿con qué t'haz codtado?
—Con un jamón.
—¿Loz hamonez tenen filo?
—Con un hueso, cuando lo serraba.
—¡Cómo ze nota donde hay dinedete, eh! Pedo qué láztima, aunque ez mehod codtadze con un pata nega que con una lata de fuagaz.
—Fue un regalo que le hicieron a mi hijo, iba a hacer caldo y no encontré punta de jamón y como estaba colgado en el tendedero... Ah, y yo no compro jamón por piezas, ni de pata negra, ni de pata blanca.
—¿Acazo no te guzta?
—Como al primero, pero según en qué ocasiones, entre un plato de jamón y uno de lentejas, me decanto por el segundo.
—Ademáz de patozo, tú edez tonto. Yo, zi pillo un hamón, me lo apieto en una zentá.—¿Y por qué crees que no lo compro? Pues porque me haría un corte todos los días.
—O zea, que no loz compaz podque tenen peligo.
—No. El que tiene peligro eres tú.
—Ya hemoz llegado al punto.
—¿A qué punto?
—En el que yo teno la culpa de todo.
—Era una metáfora y una exageración, no te lo tomes así.
—Ya, como ziempe... ¿Zabez?, me abudez. Azí que vete a feí monaz.
—Estoy seguro de que te las comerías.
—Amén.

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