sábado, 13 de septiembre de 2008

Mis personajes

A veces, cuando todos los colores convergen en el negro, le observo. Es el mudo testigo de mi día a día. Es ese muñeco que llegó un día a casa de la mano de mi hijo, ya más que adolescente. ¿Cómo puede una cara de trapo sugerirme gestos o vida en unos ojos inanimados? Muy sencillo, porque aun siendo de tela refleja mis emociones, porque forma parte del mundo de los sueños, donde, en contra de aquello que se cree, la realidad es libre. Y por ello sé que soy niño, por eso y porque cuando estoy triste me abrazo a Erre C.A. (y también porque cuando estoy alegre me olvido de él). Y lejos de sentir vergüenza por ese abrazo, lo publico. Poco a poco me voy aceptando. Ya son cincuenta y tres (casi) los años que llevo conviviendo con mi mejor amigo y mi peor enemigo. No todo lo que he buscado lo he encontrado. Es más, a veces he hallado lo que no buscaba. Es el caso de Mendrugo, un personaje digno en manos de un cuentista aficionado (que seguirá intentando escribir por el puro placer de escribir). Un mendrugo que si un editor no lo remedia morirá como su propio creador y como la inocencia en las guerras: desconocido. Al fin y al cabo, Erre C.A., el muñeco, se asoma a diario a Minismisterios. Mendrugo también lo hace, pero suplantando a ese niño que cada vez se hace más con las riendas de mi vida. Hoy brindo tanto por uno como por otro, porque no me dejen solo, porque alimenten la vida de La Guti, otro personaje que lucha contra las pocas artes de mi saber escribir. Los tres, y algunos más, son algo más que meras invenciones, son vehículos de mi imaginación, herramientas que la concreción de una necesidad pare para ser atrapados por las palabras a las que deberían servir. Y, mientras tanto, el cuaderno que yo mismo me he fabricado, el mismo que Erre C.A. violenta, el mismo que Mendrugo escribe, y el mismo que La Guti desconoce, se deshoja como un olmo en otoño. ¿Haré algún día algo bien? Es decir, ¿escribiré algo que me satisfaga? Seguramente no, pero, aunque tan solo sea por cabezonería, por amor propio, seguiré en el intento.

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