lunes, 1 de septiembre de 2008

La patada en el culo

—¿Sabez, Mendugo?, l’eztoy planteando mi delasión contigo.
—Yo, en cambio, no cuestiono la relación, sino a mi relacionado… Es decir, tú.
—A ved, vamoz pod padtez. Pimedo lo mío, que pada ezo he zido yo el que lo ha empesado. Ez lo máz huzto, ¿no?
—Tienes razón.
—El cazo ez....
—¿Cuál es el caso?, desembucha.
—Que el cazo ez que zi tú me cueztionaz a mí, ¿qué zentido tene que yo cueztione mi delasión contigo, que ademáz no tene podqué coinsidir con la que tú tenez conmigo?
—Sigues teniendo razón.
—Ya… —Erre C.A. quedó mudo tras el monosílabo.
—La razón y la palabra. Venga sigue —le apremié.
—Yo queía que id pod padtez eda máz fásil que atacá todo el poblema de golpe.
—Ya estás como siempre, empiezas a hablarme de freír huevos y acabamos componiendo una sinfonía de estupideces.
—No te metaz conmigo. Ya podáz.
—Yo no me meto contigo, simplemente soy coherente con lo que he dicho al principio.
—¿Que me cueztionaz a mí pod hasé múzica fiendo un güevo?
—Sí, eso mismo.
—¿Y pod qué? Yo no veo motivoz pada no uzá la múzica en la cosina, otoz uzan la química.
—No hay peor sordo que el que no quiere oír, ni peor ciego que aquél que no desea ver.
—Vez, tú también mesclaz temaz y te vaz del caldo al coño…
—Del coro al caño —le corregí por motivos evidentes.
—Da igual del caldo al coño, que del codo al caño. El cazo ez dehadme mal. La difedensía ez que cuando te vaz al…
—Caño —me adelante.
—Al caño, vale, poz yo no te ubico donde yo quiedo. Te deho sed libe.
—Mira, guapo. Yo no he cambiado de tema, ni siquiera he mezclado dos, porque siempre me he referido a ti.
—Poz yo no zoy zoddo ni siego, que lo zepaz —se quejó el rano.
—Por el momento —repliqué sobre su queja.
—¿M’amenasaz?
—Sí, te amenazo porque me sacas de quicio —le dije y me levanté impetuosamente.
—Poz venga —recapituló Erre C.A. al verme tan decidido—. Vamoz a ponedte en tu zitio. A ved, ¿cómo lo hasemoz pada metedte en tu quisio?
Y se me ocurrió una feliz idea.
—Verás. Ven aquí y dame la espalda.
—Azí.
—Sí, justo.
—¿Y?
—Ahora, dóblate por la cintura.
—Voy.
—No, hacia delante. Y saca un poco el cuelete. —No lo entendo, pedo todo zea pod el quisio eze. Y’aztá. ¿Y ahoda qué?
—Ahora te doy la patada en el culo que tanto he soñado.
—¡MENDUUUUUUUUUUGO!
Erre C.A. salió por la ventana.
—¡Joder qué gusto! Diez minutos sin rano.


No hay comentarios: