—¡Ho, tío! ¿Todavía aquí?
—Sí.
—¿Y cuándo te vaz?
—Parece que tuvieras prisas.
—No, pedo te padesez al paztod del cuento.
—¿A qué pastor?
—¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!
—Me voy el jueves a mediodía.
—¿Y cuándo vuelvez?
—El domingo por la noche.
—¡Vaya boda! Ni laz del Mío Sid.
—¿Envidioso?
—Un poco. Podque zupongo que te vaz a poned como el Quico.
—Eso voy a intentar.
—Clado, como ez pod la badba.
—Una boda no sale bien para nadie, salvo para los que no tienen
que ver con ella, pero participan. Y déjame ya de hablar de la boda, no me
siento cómodo al tratar el tema.
—T’habáz compao un tahe.
—Que no, que lo dejes.
—¿Y cómo vaz a una boza zin tahe?
—Igual que tú te vas a la cama sin pijama, pesado.
—Pod no te van a dehad entad.
—Yo no entro en las iglesias cuando están celebrando.
—Edez abudido hazta pada ezo. Pedo, vamoz, que zólo vaz a la
comilona.
—A ver, ¿cómo te tengo que decir que dejes el tema?
—De ninguna maneda. Te pienzo dad la baza hazta que me canze.
—Me da la impresión que con la brasa pretendes que te lleve.
—Ez una pozibilidá, me metez en la maleta y te ahodaz el AVE.
—Posibilidad que está desestimada.
—También te queíaz comunizta de hoven.
—¿Y eso quién te lo ha dicho?
—Un pahadito.
—¿No habrás leído mis diarios?
—¿Yooooooo? No ze me ocudidía. Ahoda, zi te loz dehaz pod ahí, no
digo yo que Ede Se A no lez eshe un viztazo. Sabez qu’ez mu cudiozo.
—Yo diría que hasta cotilla.
—Hay que zed cudiozo, zino te quedaz a vedlaz venid.
—¿Por eso quieres ir a la boda?
—No zólo pod ezo.
—Pues no creo que pongan fabada en el ágape.
—Pedo zegudo que hay madizco.
—Si tú eres de agua dulce.
—Anda que laz fabez zon como el adoz, no te digo.
Imagen
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