—¿Le llevaz al cole?
—No. Le he llevado al taller.
—¿Adtez y ofisioz?
—No, pesado, a reparar. Y ya lo tienen listo.
—¿Un coshe lizto?
—Quiero decir que está arreglado, tiquismiquis.
—Eze zí que gazta. En comida, en zalud... Yo, al menoz, no
m’eztopeo.
—¿Te comparas con una máquina?
—Ya vez pada lo que he quedao. Azí eztá mi autoeztima.
—La autoestima de un coche siempre está alta, al menos la primera
parte.
—¡Qué shiztoso!
—Pensé que no lo habías pillado.
—Ede Se A ez un dano pedo no un tonto.
—Me estás liando y voy a llegar tarde.
—Ez máz impodtante un auto que yo, ¿no?
—No, no es eso. Es que me han dicho que llegue antes de las dos.
Son prioridades puntuales.
—¿Y la comida? ¿No tiene la piodidad máz alta?
—De la comida no te preocupes.
—Zi no me peocupo de la comida, me didáz de qué me peocupo. Y en
ezo Ede Se A no ze difedensia en nada de loz humanoz.. Haséiz lo que zea con
tal de comed. Hazta tabajáiz.
—No sólo para comer. Pero esta conversación la dejamos para luego, ¿vale?
—No dehez pada mañana lo que puedaz hased hoy.
—Por eso voy a por el coche ahora. No me líes.
—El que dise laz veddadez, piedde laz amiztadez.
—Como sigas así, esta tarde no te voy a poder acercar a la
manifestación.
—Venga, anda, llama a un tazi, que ze hase tadde. Que t’endollaz
como laz pedzianaz.
—Pero si es que ya no llego.
—Pod llama pod teléfono y que t’ezpeden. ¡Qué pocoz decudzoz, dioz
mío!
—Sí, hombre, ni que fuéramos marqueses. La gente tiene su horario
de trabajo...
—Poz peod pada elloz. El cliente ziempe tiene la dasón.
—¿Y qué me dices del respeto?
—¿Respesto a qué?
—Mira, me voy. Si llego, llego, y si no, me quedo a comer por
allí, espero, y lo recojo por la tarde.
—¿Y yo?
—¿Y tú qué?
—¿Qué qué como?
—Cómete tus palabras. Al fin y al cabo son las culpables que me
harán llegar tarde. Y adiós.
—Adióz, adióz. Anda que zi no le ashusho todavía está aquí dándole
vueltaz.
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